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Chivas, el desafío de volver a ser grandes
– Miscelánea Deportiva, por Esteban Trelles Meza
Tiempo atrás señalamos que la liguilla en el fútbol mexicano llegó para quedarse, con encuentros determinantes en los que la especulación no tiene cabida. En este formato, el triunfo se busca por encima de todo. El aficionado disfruta al máximo, pues la “suerte” acompaña al campeón absoluto, siempre legítimo bajo este sistema.
Gracias a esta competencia implementada por la FMF, el América jamás habría sido tricampeón. En su último torneo, entró a la liguilla por la puerta trasera, vía “play-in”, sin estar entre los ocho mejores. Sin embargo, obtuvo su tercera corona consecutiva, con la sombra permanente del arbitraje preferencial que lo caracteriza y con la complicidad de comentaristas que lo encumbran incondicionalmente.
En los últimos torneos nos hemos cansado, como aficionados, de la abrumadora promoción a los equipos de la Sultana del Norte. Principalmente los Rayados de Monterrey suelen ser marcados como favoritos, aunque quienes han respondido más son los Tigres de la UANL.
En la era Ferretti mostraron cierta regularidad con varios títulos. Más tarde, con Siboldi, le arrebataron al Rebaño el campeonato en su propia cancha, pese a que Paunovic había llevado al equipo a un torneo brillante. En apenas 12 minutos sucumbió en el Estadio Akron, llamado por marketing “La Fortaleza”, aunque en realidad ha sido un recinto donde Chivas suele perder con frecuencia.
América y Cruz Azul muestran mayor regularidad: ambos son huéspedes habituales de la liguilla. La Máquina, sin embargo, suele “cruzazulearla” y quedarse fuera con la maldición de perder campeonatos frente a su eterno verdugo: el América.
Los universitarios de la UNAM, por su parte, son el “patito feo” de los llamados grandes. Llevan años sumidos en la mediocridad con dirigentes como Mejía Barón, que se mantiene con el pretexto del bajo presupuesto.
Aquel técnico, recordado por los cambios que jamás realizó en el Mundial Estados Unidos 1994, desperdició a un equipo que tenía figuras como Jorge Campos y Claudio Suárez, el “Emperador”, quien para muchos fue mejor central que el propio Rafa Márquez.
Toda escuadra, por modesta que aparente serlo, tiene la ilusión de campeonar; unos con argumentos futbolísticos y otros, quizá como Chivas, con la obligación de equipo grande debe demostrar que aspira a eso siempre; la afición los obliga en cada torneo y los presiona.
Sin embargo, el Rebaño Sagrado perdió la humildad tras la llegada de Jorge Vergara, quien aburguesó al club con un enfoque de negocios. Se construyó su propio estadio, entonces llamado “Omnilife” y hoy «Akron». En un inicio tenía pasto sintético y ahí incluso se perdió una final de Libertadores. Más tarde, con la asesoría a distancia de Johann Cruyff, se corrigió el error y se volvió al césped natural.
No obstante, el sacrilegio fue haber destruido el “Templo Mayor” del Guadalajara, un recinto histórico que ni siquiera el América se ha atrevido a borrar.
La afición rojiblanca —la más exigente y conocedora de esta ciudad— ha tenido que ver cómo su directiva vende a los mejores jugadores y se queda con los más limitados. En contraste, Atlas, con su afición “La Fiel”, vivió 70 años de ayuno hasta que Grupo Orlegi logró el bicampeonato. Ahora, con la multipropiedad obligándolos a vender, queda la incógnita sobre el futuro de esa franquicia.
Hoy, el “Chiverío” de Milito está encontrando su once ideal. La inclusión de “Oso” González, un contención práctico y confiable, debería ser inamovible en la titularidad. Con refuerzos adecuados y jugadores como la “Hormiga” González, el equipo tiene con qué competir. Se espera que “Chicharito” recupere su instinto goleador, pese a sus limitaciones técnicas, mientras Pulido luce más como revulsivo.
Lo importante es que las Chivas tienenn plantel para pelear el campeonato. Sin embargo, los comentaristas capitalinos suelen sobrevalorar a los equipos de grandes inversiones, olvidándose de clubes con tradición y logros como Pachuca, León o el actual campeón, Toluca.
El peor ejemplo de esta visión sesgada está en programas como La Última Palabra, encabezado por Alex Blanco, un supuesto “puma” con inclinación americanista, incapaz de análisis profundo. En el último clásico nacional iniciaron hablando de Cruz Azul, restándole relevancia a la victoria rojiblanca sobre América.
Hoy la actuación de Chivas refleja crecimiento. Remontó un 0-3 contra Tijuana para empatar, jugó mejor que Cruz Azul aunque perdió 1-2, ganó merecidamente el clásico nacional y empató ante Tigres pese a fallar un penal. Enfrentará a Toluca con 15 puntos en disputa. Mientras tanto, “Tuca” Ferretti llegó al extremo de pronosticar que harían cero puntos, prometiendo pagar una comida si lograban siquiera uno.
Otros analistas, como en Fox Sports, auguraban una pobre cosecha. Sin embargo, jugadores como Alan Mozo aseguran que estarán, como mínimo, en semifinales. Y es que un club como Guadalajara tiene la obligación moral y deportiva de luchar siempre por el título.
Un semestre es muy corto para un técnico que desconoce el fútbol mexicano. Paunovic lo logró en condiciones similares, pero con un plantel diferente. Milito ahora descubre a piezas como el “Oso” González, que ha resultado ser un baluarte.
En la liguilla todo puede pasar. Toluca, por ejemplo, recién pagó una multa millonaria por ocupar los últimos lugares y, con algunos refuerzos como Alexis Vega, vuelve a ser contendiente. Tijuana también se mete a la pelea sin hacer ruido, con jóvenes como Gilberto Mora que ya suenan para la selección.
En cambio, los que siguen siendo mediocres son algunos comentaristas deportivos. David Faitelson, siempre con su tableta para opinar; Álvaro Morales, que presume un título de entrenador de dudosa procedencia; Alex Blanco, que se autonombra “la voz de la afición”; Gustavo Mendoza, que se vende como imparcial mientras no se despega de su dispositivo, y Rubén Rodríguez, que se autoproclama “especial”. Con excepción de Faitelson, todos son americanistas, recalcitrantes, soberbios y engreídos.
En conclusión, la prensa deportiva, el arbitraje y los dueños de equipos siguen siendo los mayores enemigos del fútbol mexicano.
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