NACIONALES
El oasis del bienestar
– Opinión, por Ramiro Escoto
Una nave espacial lista para viajar a Marte, creada por manos veracruzanas que, además, llevaría al espacio el aroma del café; productos con marca gubernamental que se anuncian como mejores que los del mercado; un aeropuerto desconectado de la capital que opera con una aerolínea insignia que acumula pérdidas por falta de pasajeros; y una universidad que aún no tiene una sola generación egresada.
Estos son sólo ejemplos de discursos que, desde el poder, se han “vendido” como acciones en beneficio de la gente, pero que con el tiempo resultaron en desfalcos y negocios con dinero público. Nadie se atreve a auditar o sancionar porque quienes deberían hacerlo ahora trabajan para el propio gobierno o desde alguno de sus brazos —ya sea el Poder Judicial o el Legislativo—.
¿Quién, por ejemplo, ha cuestionado al Banco del Bienestar? Una institución financiera cuyas instalaciones parecen más un centro cambiario que un espacio para depósitos, retiros u oportunidades de inversión. Se sabe, por ejemplo, que las cifras no cuadran, que los préstamos no han podido cobrarse y que en la práctica sólo gestiona programas sociales, funcionando como una oficina recaudadora de datos personales.
El gobierno administra cada mañana sus tiempos con presentaciones en PowerPoint que resaltan cifras sin posibilidad de comparación, pues toda fuente alterna es descalificada de inmediato. Se asumen dueños de la verdad absoluta, sin admitir debate ni margen de error. El INEGI fue ejemplo de ello, convertido desde la pasada administración en un brazo de información oficial.
La Lotería Nacional, institución icónica, perdió su prestigio desde la llamada rifa del avión presidencial, cuyos “premios” repartidos terminaron en desconfianza. Hoy se usa como sistema de presión donde empleados deben comprar billetes por obligación, según el evento o compromiso en turno.
El periodismo que incomoda al gobierno es el que documenta y demuestra con cifras la falsedad de sus aciertos. Ahí están las clínicas del sector salud que, a los pocos días de inauguradas, se inundan o se les desploman techos, revelando que eran meras escenografías. O el Centro Cultural Los Pinos en Chapultepec, convertido en un espacio descuidado y utilizado para reuniones partidistas bajo el pretexto de promover la universalidad cultural.
El discurso que acusa al Poder Judicial de estar lleno de vicios ha servido para justificar una elección improvisada y, al final, designaciones a modo. Mientras tanto, ministros y jueces cuentan con nóminas millonarias y hasta 90 asesores, como el presidente de la Suprema Corte. Silencio total hasta que el periodismo destapó que aquel supuesto “cambio” no era más que un espejismo que derrumbó la narrativa de “no somos iguales”.
La inversión destinada a la vacuna Patria, que apareció más de dos años después del COVID-19, nunca se justificó ante la opinión pública. Tampoco se aclaró la venta de ventiladores a sobreprecio realizada por el hijo de Manuel Bartlett durante la crisis del SARS-CoV-2 en la administración pasada.
México es un desierto donde se camina por la esperanza… A diario, muy temprano, en el discurso oficial se dibuja un oasis de bienestar que millones siguen creyendo como una certeza; sin embargo, en la realidad, nada de lo que se dice se convierte en hechos.
