Connect with us

JALISCO

T-MEC 2026 y las claves de una negociación exitosa: Hora de las definiciones

Publicado

el

– Análisis, por Víctor Hugo Celaya

En los próximos meses, los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá darán inicio a un proceso de consulta para la revisión del T-MEC. Aunque este tratado rige la arquitectura económica de América del Norte desde 2020, es en realidad la continuación de un pilar fundamental que se estableció en 1994 con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Por lo tanto, lo que se evaluará en 2026 no son solo los resultados de los últimos años, sino el balance de tres décadas de profunda integración comercial. Este no es un simple trámite diplomático; es un momento definitorio que decidirá si el acuerdo se renueva o si da paso a un pacto trilateral completamente nuevo, exigiéndonos analizar el camino recorrido, entender dónde estamos parados y trazar con visión de Estado el rumbo que queremos tomar como nación. La pregunta crucial es si llegaremos a esta cita crucial con una estrategia clara y unificada, o si permitiremos que la improvisación dicte nuestro destino económico.

Para comprender la magnitud de lo que está en juego, es primordial llevar a cabo una evaluación honesta y sin complacencias de lo que la integración comercial ha significado para México. En términos generales, y a pesar de los desafíos, desde la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, los beneficios para nuestros sectores productivos, la atracción de inversión y la economía en su conjunto han sido vastamente superiores a los costos.

Las cifras son la evidencia más contundente de esta transformación. Durante estos 30 años, la economía mexicana creció a un promedio anual cercano al 2.4%. Este periodo produjo un cambio estructural de nuestra planta productiva que es, quizás, el legado más importante del acuerdo: pasamos de ser una economía que exportaba 60 mil millones de dólares en 1994 a convertirnos en una potencia que superó los 600 mil millones de dólares en 2023.

Cerca del 80% de esas ventas tuvieron como destino los mercados de nuestros socios norteamericanos. Sectores clave como la industria manufacturera vivieron una auténtica revolución, especialmente en las ramas automotriz, de autopartes, electrónica y maquinaria, consolidando a México como el séptimo exportador mundial de estos bienes y un eslabón indispensable en las cadenas de valor más competitivas del planeta.

El sector agroalimentario también experimentó un giro de 180 grados, transitando de los déficits crónicos del pasado a registrar un superávit comercial superior a los 8 mil millones de dólares en 2023.

Productos como el aguacate, las berries, la cerveza y el tomate se convirtieron en embajadores de la calidad mexicana en el mundo, aunque es crucial señalar que algunos de ellos, como el tomate, enfrentan hoy serios desafíos por barreras y aranceles impuestos unilateralmente por el gobierno estadounidense, un recordatorio de que en el comercio nada está garantizado.

Sin embargo, este panorama de éxito macroeconómico oculta profundas desigualdades. El crecimiento no ha sido, ni de lejos, uniforme. Hemos visto el surgimiento de un México de dos velocidades: mientras los estados del norte, centro y del Bajío se integraron dinámicamente a las cadenas de valor globales, modernizando sus infraestructuras y sistemas de producción, la gran mayoría de los estados del sur-sureste se mantuvieron con rezagos estructurales que les impiden, hasta hoy, aprovechar plenamente los beneficios de la apertura.

A esta realidad geográfica se suma un preocupante estancamiento reciente. Datos del propio Banco de México estiman que el crecimiento de nuestro PIB podría ser de apenas un 0.6% este año y un 1.1% para 2026. Esto implicaría acumular casi ocho años sin un aumento real en el producto interno bruto per cápita, una señal de alerta ineludible que nos obliga a ligar, con máxima urgencia, nuestra política comercial con una política económica integral de crecimiento.

Un tratado comercial no es solo un acuerdo sobre aranceles; es un pacto complejo que abarca inversiones, empleo, infraestructura, Estado de derecho y áreas estratégicas. Y aunque las variables macroeconómicas como la inflación y el tipo de cambio muestren una aparente estabilidad, es en el terreno microeconómico, en la confianza del empresario que decide invertir, en la seguridad del transportista que mueve mercancías y en la certeza jurídica del inversionista extranjero, donde se gesta el verdadero desarrollo. Hoy, factores puramente internos, como la incertidumbre sobre la legitimidad de cambios institucionales, los graves problemas de inseguridad pública, la crisis migratoria y una corrupción persistente, limitan la inversión y la confianza, poniendo en riesgo nuestra capacidad para capitalizar las oportunidades y regresar a la senda de crecimiento que mantuvimos por casi tres décadas.

LAS CLAVES DE UNA NEGOCIACIÓN EXITOSA

En el complejo entorno geopolítico actual, cualquier negociación comercial es inseparable de las realidades políticas. Un tratado como el T-MEC contiene disposiciones claras no solo en lo económico, sino también en materia de seguridad, democracia, derechos humanos, estándares laborales y mecanismos de solución de controversias. Por ello, la certidumbre y la confianza son la moneda de cambio fundamental.

Mucho antes de que el TLCAN se firmara, el Congreso Mexicano jugó un papel vital en la construcción del consenso. Recuerdo bien las Reuniones Interparlamentarias México-Estados Unidos de 1989 en Ixtapa y 1990 en Boston, en las que tuve el privilegio de participar activamente como legislador federal. En aquellas reuniones, mucho antes del inicio formal de las negociaciones en 1991, el tema del libre comercio ya figuraba en la agenda como un punto fundamental.

Fue allí donde se sentaron las bases políticas y se construyó el entendimiento mutuo que permitiría avanzar. Una negociación de esta talla no es un asunto meramente técnico; es un acuerdo geopolítico que requiere el sustento y liderazgo de los tres poderes de la Unión desde su concepción.

A la par de esta indispensable voluntad política, se requiere la participación de un grupo técnico especializado del más alto nivel. Este no es momento para la improvisación ni para el aprendizaje sobre la marcha. Debemos acudir a la experiencia probada de quienes tienen la capacidad acreditada en la construcción, defensa y funcionamiento de tratados internacionales.

Si bien el llamado “Cuarto de Guerra” o “War Room” fue clave durante la negociación del primer tratado, la labor técnica no concluyó con la firma. Fue precisamente después, durante la etapa de implementación y ya en la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial, cuando se creó el Consejo Asesor para las Negociaciones Comerciales Internacionales, donde me tocó participar como coordinador general.

La función de este Consejo fue, y debe ser, dar seguimiento y coherencia a la aplicación de los acuerdos. Por ello, es fundamental que hoy se consolide un consejo de esta naturaleza para el futuro, garantizando la consistencia y el rigor técnico que debemos replicar ahora.

EL RETO ACTUAL: CONSTRUIR UNA PROPUESTA DE NACIÓN PARA EL FUTURO

Dada la trascendencia de esta revisión, es imperativo llevar a cabo una amplia, profunda y real consulta nacional. Debemos involucrar activamente a ambas cámaras del Congreso de la Unión, pues serán actores decisivos en la aprobación final de cualquier modificación al acuerdo. Necesitamos identificar con precisión quirúrgica nuestras prioridades sector por sector, producto por producto, pero siempre dentro de un marco de desarrollo regional que busque activamente corregir las desigualdades históricas.

Propongo, por ejemplo, planear esta consulta dividiendo a México en cinco grandes regiones socioeconómicas para evaluar su evolución bajo el tratado y proyectar un futuro que finalmente integre al sur-sureste al motor del desarrollo nacional.

Nuestros socios comerciales realizan este ejercicio de forma permanente; sus posturas negociadoras no son ocurrencias de último momento, sino el resultado de un profundo y continuo análisis de sus necesidades locales y sectoriales. Debemos adoptar esa misma seriedad y metodología. No se trata solo de una consulta de gabinete o de técnicos; debe ser un diálogo social que involucre a los gobiernos estatales, a la academia, a los sindicatos y a todos los sectores productivos.

Es el momento de consolidar un nuevo Consejo Asesor para las Negociaciones Comerciales Internacionales, uno que no sea meramente cupular, sino verdaderamente representativo de todo el mosaico económico y regional de México.

Aún hay tiempo para hacerlo bien, para preparar nuestros argumentos, identificar nuestras fortalezas y anticipar los puntos de fricción. Hay tiempo para llegar a la mesa, no a reaccionar, sino a proponer. Es la hora de las definiciones para México. Somos un país soberano, pero profundamente interdependiente de la economía más grande del mundo.

Este momento nos exige definir con claridad nuestros compromisos políticos, económicos y democráticos, no solo ante nuestros socios, sino ante el mundo. Debemos dejar meridianamente claro si somos, o no, un aliado estratégico y confiable para Estados Unidos y Canadá.

Como diría el gran dramaturgo William Shakespeare, la cuestión es: To be or not to be (ser o no ser). Ser un socio comprometido con la colaboración, el entendimiento y las reglas compartidas, o no serlo. De esa decisión, de la seriedad y la unidad con que la asumamos, depende en gran medida el futuro que construiremos para las próximas generaciones.

Continuar Leyendo
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Copyright © 2020 Conciencia Pública // Este sitio web utiliza cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. También compartimos información sobre el uso que usted hace de nuestro sitio con nuestros socios de redes sociales, publicidad y análisis, que pueden combinarla con otra información que usted les haya proporcionado o que hayan recopilado de su uso de sus servicios. Usted acepta nuestras cookies si continúa utilizando nuestro sitio web.