Connect with us

NACIONALES

El poder y el fuego amigo

Publicado

el

– Opinión, por Iván Arrazola

El ejercicio del poder político nunca es sencillo, y lo es aún menos cuando debe ejercerse en condiciones de exposición mediática constante y con márgenes limitados de autonomía. Este es el reto que enfrenta hoy la presidenta Claudia Sheinbaum a un año de asumir la presidencia de México: gobernar bajo la sombra de un liderazgo tan fuerte como el de su antecesor, mientras intenta consolidar el suyo propio dentro de un movimiento que aún responde a la influencia de su “líder moral”.

En este contexto, el caso de Adán Augusto López ha puesto en evidencia las tensiones internas del proyecto político gobernante. En su momento, el exsecretario de Gobernación fue una de las figuras más cercanas al expresidente AMLO, quien lo calificó públicamente como su “hermano”. Sin embargo, hoy se ha convertido en un personaje incómodo que refleja las contradicciones entre el discurso moral de la Cuarta Transformación y la realidad del poder.

La crisis que atraviesa el senador no surgió de la nada. Como antecedente, la acusación sobre su secretario de Seguridad en Tabasco, quien es señalado por presuntos vínculos con el crimen organizado. Este episodio debilitó seriamente su credibilidad ya que las explicaciones que dio sobre el caso no han convencido acerca de que él nunca supo nada. A partir de ese momento, la figura de Adán Augusto comenzó a ser cuestionada.

El deterioro de su imagen se profundizó cuando un reportaje televisivo reveló inconsistencias entre su declaración patrimonial y sus ingresos reales. La investigación periodística mostró un abismo entre lo que el senador decía poseer y los ingresos que ha acumulado.

Ante la presión pública, Adán Augusto ofreció explicaciones que terminaron por complicar más su situación. Aseguró que sus ingresos provenían de diversas fuentes: actividades ganaderas, herencias familiares y su trabajo como notario. Sin embargo, la legislación tabasqueña prohíbe desempeñar esa función mientras se ocupa un cargo público, lo que generó sospechas fundadas sobre posibles irregularidades.

La crisis se agudizó cuando, en un intento por controlar el daño, el senador incurrió en contradicciones respecto al pago de impuestos. Las cifras que mencionó no coincidían con los ingresos reportados, lo que reavivó las críticas y minó su credibilidad.

Visiblemente molesto, Adán Augusto rompió el silencio para denunciar que las filtraciones de su información provenían de lo que llamó “fuego amigo”, insinuando que su caída mediática era resultado de maniobras internas dentro del mismo movimiento. Con ello, colocó el tema en el terreno de la política interna: un conflicto entre facciones que disputan poder y espacios de influencia en la era postobradorista.

Ante la acusación, la presidenta Claudia Sheinbaum respondió de manera cuidadosa, pero firme. Subrayó que su gobierno no utiliza filtraciones como arma política y que, en caso de detectarse irregularidades, estas deben canalizarse por las vías institucionales.

Con esa declaración, buscó enviar un mensaje de orden y transparencia, aunque en los hechos el episodio reveló su delicada posición: debía defender la institucionalidad sin provocar un enfrentamiento abierto con un personaje que aún conserva una cuota importante de poder dentro del movimiento.

El episodio del reportaje no fue el único que afectó la imagen de Adán Augusto. Poco después, durante una comparecencia legislativa, el senador fue captado mirando un partido de fútbol y otro de béisbol en plena sesión. El gesto, interpretado como un acto de desdén, proyectó una actitud de molestia y frustración que muchos leyeron como un mensaje político: la expresión de un liderazgo que se siente desplazado y sin cobijo por parte del gobierno.

A partir de estos acontecimientos, se han delineado dos escenarios sobre el futuro político del senador. El primero apuesta al desgaste paulatino. Según esta lógica, el aislamiento mediático, las críticas internas y la presión constante terminarán por llevar a Adán Augusto a renunciar a la coordinación de la bancada en el Senado, lo que permitiría a la presidenta afianzar su autoridad sin una ruptura abierta. El segundo escenario, plantea una salida pactada: ofrecer al senador una posición diplomática, quizá una embajada o un puesto en un organismo internacional, que le permita retirarse con dignidad y sin confrontación pública.

Cualquiera de estos dos desenlaces sería funcional para la presidenta Sheinbaum, quien se encuentra en una etapa de consolidación política. Sin embargo, el caso de Adán Augusto López pone de manifiesto un problema más profundo: el difícil tránsito de un movimiento basado en el carisma de su fundador hacia una estructura política institucional.

La presidenta intenta imprimir su propio sello de gobierno, enfocado en la técnica, la gestión y la estabilidad, pero enfrenta resistencias de actores que aún operan bajo las viejas lógicas del poder personalista.

Mientras tanto, las promesas de erradicar la impunidad continúan siendo eso: promesas. Y quienes dijeron que transformarían la vida pública del país, parecen haber transformado, sobre todo, sus propias fortunas.

 

Continuar Leyendo
Click to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Copyright © 2020 Conciencia Pública // Este sitio web utiliza cookies para personalizar el contenido y los anuncios, para proporcionar funciones de redes sociales y para analizar nuestro tráfico. También compartimos información sobre el uso que usted hace de nuestro sitio con nuestros socios de redes sociales, publicidad y análisis, que pueden combinarla con otra información que usted les haya proporcionado o que hayan recopilado de su uso de sus servicios. Usted acepta nuestras cookies si continúa utilizando nuestro sitio web.