JALISCO
IV edición del Premio Jalisco a la Generosidad: «En Jalisco nos echamos la mano», Pablo Lemus
– Por Francisco Junco
“En Jalisco nos echamos la mano”, así lo aseguró el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus Navarro, frase que quedó impregnada en el aire del Teatro Degollado, el pasado 8 de octubre, como un eco de lo que se respiraba esa noche. Gratitud, empatía y fe en el otro.
Era la cuarta edición del Premio a la Generosidad Jalisco, una celebración que no sólo reconoció a los benefactores y asociaciones, sino que reafirmó una identidad colectiva, la de un pueblo que encuentra en ayudar a los demás su mayor motivo de orgullo.
Desde el inicio, la atmósfera fue de emoción contenida. Bajo la cúpula dorada del Degollado, las luces se reflejaban en los rostros de voluntarios, líderes comunitarios y familias que han hecho de la solidaridad una forma de vida.
“No me des con lástima que me hará maldecir mis circunstancias… tan sólo si me das con alegría, yo recibiré con infinito agradecimiento”, resonó en la voz de David Pérez Rulfo, maestro de ceremonias al citar a Mario Castillo, como una oración inicial al espíritu del evento.
El Banco de Alimentos de Guadalajara, anfitrión y corazón de la celebración, ha tejido desde hace 33 años una red invisible que alimenta no solo cuerpos, sino esperanzas. Su presidente, José Luis González Íñigo, fue el alma de la noche. Cuando subió al estrado, su voz pausada y cálida llenó el teatro. “El agradecimiento genera generosidad. Y la generosidad da forma a tantas tareas nobles y buenas para toda nuestra comunidad”.
Él habló de Dios, de la vida, del amor a Jalisco, su tierra adoptiva. “Llegué hace 59 años a Guadalajara… aquí encontré gente cercana a Dios. Aquí formé mi familia. Aquí he encontrado el verdadero valor de la amistad”, dijo con un temblor en la voz que no ocultaba su emoción.
Cada palabra suya parecía abrazar al público. “Hay tantas formas de ser generosos. Compartir recursos, tiempo, cariño, acompañamiento. No solo se trata de dar, sino de acompañar”, afirmó. Y su discurso se convirtió en una suerte de homilía laica sobre el sentido del bien común.
La velada reunió a figuras de la vida pública y social. Estaban en el presídium Ricardo Romo Rivas, Ángela Orozco Martínez, Priscila Franco Barba, Verónica Delgadillo, Maye Villa de Lemus y, por supuesto, el gobernador Pablo Lemus. Pero más allá de los nombres, la noche pertenecía a quienes trabajan desde el anonimato, los voluntarios que, como recordó el maestro de ceremonias, “no esperan nada, sólo dar”.
El público aplaudió la entrega póstuma a Guadalupe Ulloa Ortiz de Saborio, fundadora del Instituto para la Capacitación del Niño Ciego, cuya hija, Lupita, recibió con mucha emoción el reconocimiento. El homenaje fue una ráfaga de memoria que recordó a las mujeres pioneras que abrieron caminos de generosidad.
Otro de los momentos más conmovedores fue la entrega del galardón a Margarita Aranguren de Alfaro, descrita por quienes la conocen como “una persona de fe a prueba de balas”. Su historia de servicio silencioso y su alegría contagiosa arrancaron aplausos sinceros y prolongados.
En la categoría de organizaciones, el primer lugar del área metropolitana fue para el Mesón de la Misericordia Divina A.C., que ha atendido a más de 20 mil personas con VIH y logrado que 432 niños nacieran libres del virus. “Hacer bien, siendo curiosos por los demás”, dijeron en el video de homenaje. El público respondió con un aplauso que pareció interminable.
El segundo lugar fue para Un Salto con Destino A.C., una organización que lucha contra los efectos de la contaminación en la salud de los habitantes de El Salto. “Estamos a las caiditas, pero no nos rajamos”, dijo uno de los representantes con una sonrisa, sintetizando el espíritu de resistencia que define al pueblo jalisciense.
Del interior del estado, el Instituto Alteño para el Desarrollo de Jalisco recibió también su reconocimiento. “Llegas con ellos y les hablas del valor de ser persona… cambian tanto que no sólo cambian ellos, cambian una familia y un entorno social”, se escuchó en el video proyectado.
Las estatuillas, diseñadas por el escultor Diego Martínez Negrete, mostraban manos entrelazadas. “Cuando una mano pueda flaquear, la otra siempre estará allí para sostener”, se explicó. Y más allá del metal y el arte, el símbolo se volvió metáfora viva de la noche.
José Luis González Íñigo, con su serenidad habitual, habló de los nuevos proyectos, el Banco de Medicamentos, la segunda etapa de instalaciones y un sueño mayor: “Algún día queremos llamar a todo esto el Parque de la Generosidad”.
El público, conmovido, se puso de pie nuevamente. No era una ovación por cortesía; era una muestra de afecto a quien ha hecho de la generosidad un modo de vida. González Íñigo agradeció con humildad, mencionando nombres, recordando amigos, evocando rostros de quienes, como él, han dado todo por los demás.
Cuando tomó la palabra el gobernador Pablo Lemus, retomó el hilo invisible de la noche. “En Jalisco somos solidarios. Nos echamos la mano, nos abrazamos, somos una misma familia”, dijo. Su mensaje fue claro para reconocer a la sociedad civil como motor del cambio.
El mandatario habló de un fondo de 90 millones de pesos para asociaciones civiles, que podría crecer a 120 millones el próximo año. Y subrayó que Jalisco es el primer estado del país en tener constitucionalmente el Día del Benefactor, iniciativa impulsada por el propio Banco de Alimentos.
“Muchas veces los gobiernos caen en la tentación de hacer el trabajo que la sociedad civil ya hace muy bien”, dijo Lemus. “Nosotros decidimos apoyar, no estorbar”. El público respondió con aplausos.
Al final, el gobernador se dirigió directamente a González Íñigo y le dijo, “¡Qué bonito poder trabajar contigo, José Luis! Así como tú decías, tú también eres un ejemplo para todos nosotros”.
El cierre fue un abrazo colectivo. Las luces se atenuaron, los aplausos no cesaban y las manos, esas mismas que la escultura inmortaliza, se alzaron al unísono. Era, más que una ceremonia, una declaración de fe en lo mejor del ser humano en Jalisco.

