CULTURA
El maestro del apocalipsis: László Krasznahorkai, Premio Nobel de Literatura 2025
– Conciencia en la Cultura, por Luis Ignacio Arias
László Krasznahorkai ganó el premio nobel de literatura 2025. El anuncio se realizó el jueves 9 de octubre y la ceremonia de entrega se llevará a cabo el próximo 10 de diciembre en Oslo, Suecia. El premio le fue otorgado “por su fascinante y visionaria obra que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”. Así lo dio a conocer la academia en sus redes sociales.
Krasznahorkai de 71 años es el escritor número 123 en recibir el reconcomiendo de la Academia Sueca, el cual consiste en una medalla de oro, un diploma y una suma económica de 11 millones de coronas suecas, equivalente a 1,156,652.86 millones de dólares o 21,517,155.00 pesos.
László Krasznahorkai nació en 1954, en Gyula, una ciudad discreta al sur de Hungría, y desde entonces su vida pareció moverse entre el olvido y el derrumbe. Creció en un entorno de aislamiento y vigilancia, quizás por eso, aprendió temprano a mirar el mundo desde sus grietas. Estudió derecho y letras, pero, como muchos otros, se decidió por la literatura. Durante los años ochenta trabajó como editor y traductor, mientras escribía en silencio, hasta la publicación de Sátántangó en 1985 convirtiéndose desde entonces en una referencia de la literatura húngara.
Su obra se caracteriza por un barroco exagerado y distópico, se mueve entre la esperanza y la decepción en sociedades que han caído en decadencia esperando que llegue un salvador. En su obra, el desastre es el motor de la narración, de la acción; todo el aparente orden se desmorona con el leve toque del cambio. Un elemento nuevo, diferente o incapaz de integrarse trastoca toda la frágil estructura de la realidad que tanto se trata de proteger. No hay dioses o destino a los cuales culpar, es la naturaleza del hombre.
Entre sus libros destacan Sátántangó donde un pueblo devastado por el fin del comunismo es visitado por dos hombres que prometen redimirlos, pero cuya aparición sólo profundiza la miseria y la desconfianza. La historia, de tono bíblico, despliega una crítica feroz a la ilusión de salvación y a la repetición infinita del fracaso colectivo. La melancolía de la resistencia (1989) repite la escena del desastre bajo otra forma: un circo que exhibe una ballena muerta desata el caos en un pueblo que se hunde en el miedo y la violencia, donde el orden social no es más que una ilusión a punto de caer.
En Guerra y guerra (1999), la decadencia se traslada al interior del individuo: un archivero, convencido de haber hallado un manuscrito que contiene la verdad del mundo, viaja a Nueva York para publicarlo en internet, persiguiendo una trascendencia imposible. En Bárbaros, un relato de civilización (2016), un viejo noble regresa a su pueblo buscando reconciliación, y sólo encuentra la indiferencia y la ruina.
Así, de un libro a otro, Krasznahorkai reitera una visión del mundo que se deshace, una humanidad que espera un milagro que nunca llega, y un lenguaje que, en su exceso y su lucidez, se convierte en la última forma posible de resistencia.
Característica de su escritura son sus inusuales frases largas, las cuales pueden abarcar varias páginas. Este estilo crea una sensación de movimiento continuo, como si el lector estuviera dentro del pensamiento del personaje o siguiendo el flujo ininterrumpido de la realidad. Las oraciones parecen avanzar sin pausa, reflejando el caos y la confusión de los mundos que describe. Algo similar ocurre en los libros de José Saramago, quien también usa frases extensas y pocos signos de puntuación.
Sin embargo, mientras Saramago lo hace para dar un tono más cercano, conversacional y humano a sus historias, Krasznahorkai lleva esa técnica a un extremo más intenso, sus frases buscan envolver al lector en una especie de trance, haciéndolo sentir el peso del tiempo, la desesperanza y la vulnerabilidad que hay en sus personajes. Krasznahorkai, utiliza esta escritura extensa, profunda e incluso caótica para mostrar cómo el mundo se desmorona en el interior de sus personajes.
Krasznahorkai se nutre del trabajo de Kafka, así como de Bernhard Shaw, entre otros. Los sistemas opresivos, burocratizados y deshumanizados de Kafka, también se encuentran la obra de Krasznahorkai. Un esfuerzo desesperado por mantener un orden impuesto que se sostiene a base de violencia, aunque salte a la vista el sinsentido de todo.
La influencia de Thomas Bernhard Shaw se percibe sobre todo en la repetición obsesiva y la intensidad de la crítica a la estupidez humana. Al igual que Shaw, construye frases que vuelven sobre sí mismas, amplificando la frustración y la ironía ante un mundo que parece condenado a la mediocridad y al fracaso. Esta técnica genera un ritmo casi hipnótico que refleja la obsesión de sus personajes y la imposibilidad de escapar de su entorno, convirtiendo la repetición en un instrumento tanto de tensión narrativa como de reflexión filosófica.
Con la premiación de Krasznahorkai la academia parece haber dado con la tecla este año. La crítica comparte el merecimiento artístico y social del autor, y además se da difusión a la obra de un escritor no tan conocido entre el grueso de los lectores. Esto contrasta con otros años, en los que las premiaciones han generado desacuerdos y polémica, tanto en el interior de la propia academia como con la crítica, como ocurrió en 2004, con la escritora Elfriede Jelinek, en 2016 con el cantante y compositor Bob Dylan o 2022 con la también escritora Annie Ernaux.
