MUNDO
El cierre del gobierno de EEUU, crisis con implicaciones políticas y económicas
– Actualidad, por Alberto Gómez R.
En los primeros días de noviembre de 2025, el gobierno federal de Estados Unidos se encuentra paralizado por un cierre parcial mientras enfrenta una de las pruebas más significativas de su estabilidad política y económica.
Esta crisis, desencadenada por la incapacidad de llegar a un acuerdo sobre el techo de deuda, que actualmente ronda los 38 billones de dólares, representa no solo una colisión entre las visiones fiscales contradictorias de demócratas y republicanos, sino una amenaza existencial para el movimiento MAGA y la presidencia de Donald Trump.
El escenario actual evoca fantasmas del pasado, pero desarrolla dinámicas completamente nuevas, donde los mismos votantes que llevaron a Trump al poder ahora cuestionan sus decisiones ante lo que perciben como una traición a sus principios fundamentales.
El cierre gubernamental ocurre cuando el Congreso no logra promulgar proyectos de ley de asignaciones que financien las operaciones de las agencias y programas federales, o cuando no aprueba una resolución continua que mantenga los niveles de financiación existentes. Simultáneamente, Estados Unidos ha alcanzado su límite de deuda estatutaria, ese tope legal al dinero que el país puede pedir prestado que se ha elevado en 78 ocasiones desde 1960 (sandiegouniontribune.com).
La secretaria del Tesoro, Janet Yellen, había advertido en enero de 2025 que su agencia comenzaría a tomar “medidas extraordinarias” para evitar que la nación alcanzara este límite, incluyendo la suspensión de pagos a fondos de jubilación y beneficios de salud para empleados federales (apnews.com).
Estas maniobras contables proporcionaron un respiro temporal, pero una vez agotadas, el gobierno se arriesga a incurrir en un impago de su deuda pública, algo sin precedentes en la historia estadounidense.
Lo que distingue esta crisis es la combinación inusual de un cierre por apropiaciones con la crisis del techo de deuda —dos mecanismos que tradicionalmente se manejaban por separado—, creando una tormenta perfecta donde el margen para soluciones convencionales se ha reducido dramáticamente.
Mientras que en episodios anteriores el Partido Republicano mantenía cierta unidad frente a los demócratas, la fractura actual se produce dentro del propio partido gobernante, con el presidente Trump actuando como un elemento disruptivo en las negociaciones en lugar de facilitar una solución.
El costo económico de un cierre gubernamental se manifiesta a través de múltiples canales, siendo el más inmediato el efecto en los 800 mil empleados federales afectados, de los cuales 420 mil deben trabajar sin pago mientras el resto es enviado a casa sin remuneración.
Un estudio sobre el cierre de 2013 reveló que esto generaba una disminución inmediata de casi 10% en el gasto familiar promedio entre los hogares de empleados federales, quienes redujeron drásticamente sus gastos en restaurantes, ropa y electrónica apenas unos días después de que su salario fuera retenido. (theconversation.com)
Quienes más recortaron —entre 15% y 20%— fueron los empleados furloughed (licenciados temporalmente sin goce de sueldo), quienes no solo carecían de ingresos, sino que disponían de más tiempo para llevar a cabo actividades que reducían sus gastos, como cocinar en casa y cuidar personalmente a sus hijos. Este comportamiento propaga los efectos económicos del cierre mucho más allá de Washington D.C., afectando a negocios locales y economías regionales con alta concentración de trabajadores federales.
La Congressional Budget Office estima que el cierre de 2018-2019 —el más largo registrado con 35 días— costó a la economía estadounidense $11 mil millones de dólares (escobar.house.gov).
La actual promete superar estas cifras, considerando la combinación con la crisis de deuda. Históricamente, estos impactos se revertían en parte cuando los empleados recibían el pago retroactivo tras reanudarse las operaciones gubernamentales, pero en el contexto actual no existe garantía de que esto ocurra, especialmente para los trabajadores no esenciales.
Donald Trump ha adoptado una posición peculiarmente contradictoria en esta crisis. Aunque en el pasado había pedido la eliminación del techo de deuda estatutario, su intervención más reciente ha complicado significativamente la posición de negociación de su partido. A través de Truth Social, Trump instó a los republicanos a invocar la «opción nuclear» —eliminar el filibusterismo y el umbral de 60 votos en el Senado— para permitir la aprobación de medidas por votación de línea partidista. (cnn.com)
Esta posición, aparentemente alineada con los objetivos republicanos, resultó profundamente contraproducente para la estrategia de los líderes de su partido. Como señaló un analista de CNN, la propuesta de Trump «legitimiza el punto de conversación de los demócratas de que los republicanos podrían poner fin a este cierre en cualquier momento que quisieran», dificultando que los republicanos eviten ser señalados como los principales responsables.
Senadores republicanos como John Thune han defendido el filibusterismo (técnica específica de obstruccionismo parlamentario) como «un baluarte contra muchas cosas realmente malas que le podrían suceder al país», mientras el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, advirtió que eliminarlo significaría que «no habría obstáculos para convertirnos en un país comunista».
Esta no es la primera vez que Trump complica las negociaciones presupuestarias. En 2018, contradijo la declaración de su propia portavoz apoyando una resolución continua a corto plazo, haciendo una demanda de último minuto para eliminar la extensión del Programa de Seguro Médico para Niños.
Unas semanas después, cambió nuevamente de posición para exigir concesiones migratorias que no habían sido parte focal de los esfuerzos de los líderes. En diciembre de 2024, Trump y Elon Musk actuaron como «incendiarios legislativos» nuevamente cuando los líderes republicanos habían negociado un acuerdo bipartidista para evitar un cierre.
FRACTURAS EN LA COALICIÓN MAGA Y CRISIS DE CONFIANZA
El movimiento MAGA enfrenta su prueba más severa desde su formación. La base de apoyo de Trump, anteriormente inquebrantable, muestra signos de fractura sin precedentes. La desilusión se ha intensificado particularmente después de que el Departamento de Justicia emitiera un memorando de dos páginas declarando que no existe una «lista de clientes» de Jeffrey Epstein, y Trump urgiera a sus seguidores a «seguir adelante» con el asunto. (proof.csmonitor.com)
La respuesta fue inmediata y contundente: en una publicación de Truth Social donde Trump recordaba a sus seguidores que MAGA es «un equipo» y no debían «malgastar tiempo y energía en Jeffrey Epstein», el presidente fue inusualmente «ratioed» (término de una publicación en redes sociales que ha recibido más respuestas o comentarios negativos que «me gusta»). «Esta declaración rompe mi corazón, señor presidente», escribió un usuario. «Todos los que conozco están molestos por esto y matará a MAGA», escribió otro. (proof.csmonitor.com)
Este descontento representa una ruptura fundamental con la dinámica anterior, donde los seguidores de Trump mantenían una lealtad inquebrantable. El comentarista conservador Steve Bannon sugirió que este tema podría costar «10% del movimiento MAGA» y hasta 40 escaños del Congreso en 2026. La representante Marjorie Taylor Greene advirtió sobre reverberaciones «significativas» en el movimiento MAGA, describiendo el caso Epstein como «una línea roja» para muchos votantes.
PERSPECTIVAS HISTÓRICAS
Estados Unidos ha experimentado cierres gubernamentales antes, pero el actual presenta características distintivas preocupantes. El cierre de 2013, que duró poco más de dos semanas, permitió eventualmente el pago retroactivo a los trabajadores y una recuperación económica relativamente rápida. El de 2018-2019, el más largo registrado con 35 días, costó $11 mil millones, pero se resolvió antes de que se agotaran completamente las medidas extraordinarias del Tesoro.
El episodio actual combina simultáneamente múltiples factores de riesgo: la crisis de apropiaciones, el techo de deuda alcanzado y una fractura interna en el partido gobernante que complica enormemente la posibilidad de compromiso.
La advertencia de 2023 sobre lo que significaría un impago total —»jugar con fuego y poner en riesgo la posición de EE. UU. como prestatario sin riesgo en los mercados de crédito globales»— resuena ahora con urgencia renovada.
El paralelo más preocupante viene de 1979, cuando un error administrativo causó un impago parcial que elevó los costos de financiamiento en $40 mil millones en valor actual. En el enfrentamiento de 2011 durante la presidencia de Obama, la confrontación generó «la mayor incertidumbre en los mercados financieros desde la crisis de 2008», resultando en un aumento de $1,300 millones en los gastos de financiación para ese año, según la Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno, y llevó a Standard & Poor’s a rebajar la calificación crediticia del país desde «AAA» a «AA+». (www.sandiegouniontribune.com)
El cierre gubernamental de 2025 representa mucho más que una disputa presupuestaria: es una prueba existencial para el trumpismo como fuerza política gobernante. La paradoja fundamental es que Trump, habiéndose convertido en el establishment que prometió desmantelar, ahora enfrenta el escepticismo de quienes alguna vez fueron sus seguidores más leales (nytimes.com). Como resume la experta Shelley Kais: «Ves a gente diciendo cosas como ‘¿Acaso Trump finalmente ha sido comprado por el estado profundo?’ Está creando sospecha, y con la sospecha se va la confianza».
La resolución de esta crisis —ya sea mediante un acuerdo tradicional, medidas extraordinarias o una capitulación— determinará no solo la estabilidad económica inmediata de Estados Unidos, sino la viabilidad futura del proyecto MAGA.
El movimiento que se construyó sobre la promesa de desmantelar las élites tradicionales descubre que, una vez en el poder, debe enfrentar las mismas realidades institucionales y limitaciones fiscales que antes criticaba. El resultado redefinirá el contrato entre Trump y su base, y posiblemente altere el panorama político estadounidense para la próxima década.
La pregunta que flota sobre Washington ya no es simplemente cuándo terminará este cierre, sino si el movimiento que llevó a Trump al poder puede sobrevivir a la contradicción fundamental de haber devenido en el mismo «estado profundo» que juró erradicar. Como reflexiona el historiador Matt Dallek: “Dado que ha abrazado a su base con tanta pasión durante casi una década, con tantas teorías conspirativas y tantas promesas hechas, en cierto modo quizás ahora le esté llegando la hora de pagar las consecuencias”.
