JALISCO
Gobernar: Tarea pendiente en Jalisco
– Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez
Cuando la peccata minuta (o tecata viruta, como dicen en Michoacán) crece y crece y crece, es cuando la confianza decrece, merma y hasta se desvanece.
Para “la gente” resulta incomprensible que un problema que parece menor siga poniendo en jaque a toda la población. Que un puñado de púberes tirando huevazos, o pedradas, a los camiones obligue a suspender todo un sistema de transporte público, dejando a la deriva a cientos de miles de personas.
En esencia, es un problema de seguridad pública. Una situación que se arrastra de años anteriores que, a la fecha, sigue menguando la confianza en las autoridades municipales y estatales de la Zona Metropolitana tapatía y Jalisco, respectivamente.
¿Por qué se menciona la confianza ciudadana? Porque la lógica popular indica que si no pueden con ese mini problema, ¿cómo se atreven a afirmar que van a resolver broncas como las de extorsión por cobros de piso a negocios y tiangueros? O que van a pacificar poblados como Teocaltiche, La Chona, Lagos de Moreno y, en la zona metropolitana, la del Cerro del Cuatro, Tlajomulco y Andares.
En las pequeñas acciones se nota lo que se puede hacer cuando son grandes las empresas.
Si el gobernador Lemus, el sempiterno Monraz y los cuerpos policiacos de la Zona Metropolitana de Guadalajara no pueden siquiera poner orden, cuidar y proteger al grueso de la población por las “celebraciones” de jalogüin de adolescentes descocados, desbocados, sueltos de las manos de sus padres y comportándose como verdaderos energúmenos, ¿qué se puede esperar que “hagan” en contra del crimen organizado y los delincuentes en general?
Si se ve desde el punto de vista sociológico, este grupúsculo de “jalogüineros” podría, incluso, tumbar un gobierno. Imaginemos que el propósito inicial de “joder” a la gente, al transporte y a las autoridades se centrara única y exclusivamente en boicotear al poder público. Imaginemos que surgiera un líder común, que unificara a los grupos de vándalos, y el enfoque fuera cambiado a perjudicar el “status quo”.
Tenga por seguro que el guante de seda que hasta ahora han empleado, con pésimos resultados, los gobiernos lo trastocarían en un puño de hierro. ¿Por qué? Porque a Lemus, Monraz, Claudia, Frangie, Laura Imelda, Sergio Chávez, Quirino y demás alcaldes o alcaldesas que gobiernan por estos lares les importa un bledo el transporte público y la “chusma” que lo utiliza.
Como se dijo anteriormente: en las pequeñas acciones se nota que se hace en las grandes empresas.
¿Qué tienen qué hacer? Su trabajo. Gobernar. Hace muchos años que, en Jalisco, particularmente en la Zona Metropolitana de Guadalajara, hay una ausencia notable de gendarmes, no se diga agentes de tránsito, policías investigadores y fiscales. Sobre todo de personal de seguridad pública que tenga como razón de ser el servicio a la comunidad.
Jalisco ha sobrevivido a estos notables abandonos de la gobernanza por la civilidad de la gente. No por las autoridades que cada día cubren menos espacios, que desprotegen a los ciudadanos o los dejan a su suerte y hacen como que hacen, pero lo único que hacen es hacerse…
Por ello, creer en las promesas de que se restablecerá la paz social en la entidad es como creer en Santa Claus.
El runrún de que se están atacando “negocios” de connotados emecistas en Guadalajara es una explicación del retiro de los llamados “Puntos Limpios”. Vienen otros cambios. El más cantado es retirar la impopular verificación vehicular. Ya hay una iniciativa en el Congreso del Estado para quitar la manera de “dizque ayudar” al saneamiento del medio ambiente.
Este sería otro de los negocios de personajes ligados al MC que lo impusieron en el sexenio de Enrique Alfaro Ramírez.
Si somos malpensados -debemos serlo- quitar este método para controlar las emisiones de contaminantes de los automóviles es lo que menos importa. Lo trascendente es arrebatarle el poder (económico y político) a quién o quiénes están verdaderamente detrás de este negocio y que ¡también! son del MC.
¿Y los bolardos… cuándo?, se pregunta “la ciudadanía”. ¿Y las extensiones sin ton ni son (para los ciudadanos) de los tianguis? ¿Cuánto dinero se allegarán los ayuntamientos sin reportarlo por hacerse que la virgen les habla cuando se apropian de calles extras quienes venden en los tianguis?
¿Hasta cuándo la Alianza de Camioneros dejará de ser el verdadero jefe de las dependencias del Transporte Público? ¿Hasta cuándo se contará con transporte colectivo seguro, digno y eficiente?
La responsabilidad de este rubro recae en los ayuntamientos y el gobierno del estado. Pero desde siempre han dejado en manos de particulares, este compromiso legal. Así tienen siempre varios y variados pretextos para “lamentar” y a veces despotricar en contra de los empresarios que dirigen y manejan el transporte público ya sea por ellos mismos o por interpósitos funcionarios.
Por eso, “la gente” no les cree a los gobernantes. Porque no resuelven nada; porque todo lo minimizan cuando se trata de los grupos sociales mayoritarios.
Y, mientras tanto… a seguir padeciendo el pésimo transporte público; a pagar precios de oro de taxis y autos “de plataforma” porque los “traviesos jóvenes” se divierten vandalizando unidades.
¡Queremos jalogüin! ¡Queremos jalogüin!
