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ENTREVISTAS

Jaime Hernández denuncia censura previa y pensamiento único en Morena: «De la esperanza de izquierda al centralismo presidencialista”

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– Por Gabriel Ibarra Bourjac

En el panorama político mexicano actual, el partido Morena se posiciona como una fuerza dominante que surgió con la promesa de transformar el país desde sus raíces, rompiendo con las prácticas del viejo régimen.

Fundado en 2014 como un movimiento de izquierda que capitalizó el descontento popular contra la corrupción y el autoritarismo de partidos tradicionales, Morena llegó al poder en 2018 bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, prometiendo una «cuarta transformación» equivalente a hitos históricos como la Independencia o la Reforma.

Sin embargo, a seis años de gobierno federal y con Claudia Sheinbaum como presidenta, voces internas comienzan a cuestionar si este partido ha mantenido su esencia democrática o si, por el contrario, ha sucumbido a las tentaciones del poder centralizado.

Jaime Hernández, académico y abogado especialista en derecho electoral de la Universidad de Guadalajara, representa una de esas voces críticas desde dentro. Como militante fundador de Morena desde 2013, Hernández ha dedicado tiempo, recursos y esfuerzo a la construcción del partido, participando incluso en su Asamblea Constituyente en Jalisco.

Su trayectoria lo convierte en un testigo privilegiado de la evolución —o involución— interna de la organización. En los últimos meses, ha liderado impugnaciones jurídicas ante tribunales electorales para exigir el cumplimiento de los estatutos partidistas, enfocándose en la renovación periódica de estructuras y la defensa de la libertad de expresión entre militantes.

En esta entrevista realizada con Conciencia Pública, Hernández desglosa tres recursos legales pendientes en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). Estos casos no solo abordan prórrogas indebidas de mandatos, sino que revelan una resistencia sistémica de la dirigencia nacional a la democracia interna.

El diálogo expone tensiones entre el discurso oficial de renovación y las prácticas que, según el entrevistado, reproducen vicios autoritarios del pasado, como la censura previa y el pensamiento único.

Más allá de lo jurídico, la conversación transita por la decepción ideológica: ¿sigue Morena siendo un partido de izquierda? ¿Ha cumplido con sus promesas de horizontalidad y combate a la corrupción?

Jaime Hernández ofrece un análisis crudo sobre el pragmatismo que ha desplazado los ideales fundacionales, el centralismo presidencialista y los retrocesos en indicadores sociales y económicos.

Gabriel Ibarra Bourjac (GIB): Jaime, en los últimos meses has presentado impugnaciones ante la justicia electoral por irregularidades en Morena. Explícanos el origen de estas acciones.

Jaime Hernández (JH): Junto con otros militantes, hemos iniciado una ruta jurídica para que Morena respete su estatuto en tiempos y mecanismos de renovación interna. Desde junio, presentamos juicios de protección de derechos ciudadanos contra la prórroga de consejeros nacionales, que se auto-otorgaron sin base democrática.

Encontramos obstáculos constantes: el partido prefiere la pasividad a la renovación efectiva. Actualmente, tres recursos están en la Sala Superior. Primero: la renovación del presidente del Instituto de Formación Política, a cargo de Rafael Barajas («El Fisgón»), con siete años en el puesto; el Consejo Nacional debió emitir convocatoria el 18 de agosto de 2024, pero la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia los declara extemporáneos o sin interés jurídico.

Segundo: impugnamos una disposición en el reglamento de ética que obliga a militantes a pedir permiso a dirigencias para criticar públicamente decisiones, lo que implica censura previa y viola libertades de expresión y disenso.

Tercero: exigimos renovación de todos los comités ejecutivos estatales, prorrogados irregularmente dos años más allá de los tres permitidos por estatuto, contrariando el séptimo Congreso Nacional de septiembre pasado, que solo autorizó prórrogas para consejeros. Estos casos invocan no solo el estatuto, sino la Ley General de Partidos Políticos y de Instituciones Electorales. Esperamos resoluciones imparciales del TEPJF, sin favoritismos, pese a preocupaciones por magistrados afines al partido.

“NO DESCARTO REPRESALIAS”

GIB: ¿No temes expulsión o represalias? Las dirigencias son poderosas estructuras.

JH: No descarto represalias; sería natural en un partido intolerante con prácticas autoritarias que creíamos superadas. Muchas bases temen marginación o expulsión por cuestionar decisiones. Si actúan contra mí, demostrarían querer militantes dóciles, como súbditos, no ciudadanos críticos. Recurrir a tribunales afianza los documentos básicos, no los trastoca.

Confío en que no tomen medidas, pues hablaría mal del partido. La censura previa en uno de los juicios representa un retroceso democrático grave; he visto proyectos de resolución que lo advierten. Es legítimo disentir en democracia; los dirigentes son funcionarios públicos expuestos a crítica.

GIB: ¿Qué te llevó a ingresar a Morena?

JH: Una visión utópica de crear un país distinto, con democracia liberal y una cuarta república vía reforma constitucional radical. Como fundador en 2013, participé en la Asamblea Constituyente de Jalisco; dediqué tiempo, dinero y esfuerzo. Hoy veo con tristeza un partido centralizado, presidencialista y pragmático, que abandona ideales originarios y resiste renovación democrática.

Soy militante, pero primero ciudadano que ejerce libertad de expresión, aunque incomode. Se impone pensamiento único, con segregación y tolerancia cero a disidentes.

GIB: ¿Te ha decepcionado lo vivido en Morena?

JH: En política hay que mantener la cabeza fría; no hablo de decepción concreta, sino de desilusión posible. El partido puede recomponerse si escucha a bases, pero ahora no lo veo. Abusa de frases como «el pueblo manda», pero procesos internos no son democráticos: dirigentes que combatíamos ahora son nuestros, vía mutatis mutandis regresiva. Es vertical, no horizontal; decisiones centralizadas, sin asambleas locales para deliberar. En Jalisco, procesos pasados ocultaron selección por violencia o mecanismos opacos; llegan no militantes como consejeros. Confío en retorno a orígenes, con realismo: discurso y hechos divergen.

GIB: Morena nació como esperanza de izquierda en oposición; hoy gobierna. ¿Esperabas algo diferente?

JH: No sé si hoy es de izquierda; lo veo de centro, con discurso izquierdista pero pragmatismo dominante. Incluye colores azul, naranja, tricolor bajo guinda. Mensajes presidenciales enfocan programas sociales como «estado de bienestar» —concepto de los cuarenta, no invento morenista, surgido en New Deal estadounidense para cobertura social contra corporaciones. En México, no genera fuerza izquierdista real. Para serlo, debe practicar democracia permanente (no lo hace) y honestidad a prueba (ningún pez gordo en cárcel). Discurso sí, práctica no.

GIB: ¿Esperabas más de este partido de gobierno?

JH: Esperaba horizontalidad, no acaparar poder aplastando contrapesos, independencia o autonomía. Estamos lejos de cuarta transformación; no entiendo su alcance, repetido sacralmente. Ni cimientos visibles: nueva constitución para sociedad renovada. En cambio, introducimos control e injerencia judicial monárquica. Lo correcto: transitar a democracias occidentales con contrapesos fuertes.

GIB: ¿Cómo cierras esta entrevista?

JH: Preocupa el estado de cosas en un partido que prometía diferencias; hoy es similar al viejo régimen. Como militantes, insistiremos con voz crítica y medios legales para el cambio. Con modestia, acciones pasadas recondujeron al partido; esperamos más vías éticas jurídicas.

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