MUNDO
El ocaso de la identidad: ¿Tolerancia o suicidio cultural?
– Política Global, por Jorge López Portillo Basave
Hemos venido escribiendo de lo que yo llamo el “complejo de Occidente” y otros llaman “empatía suicida”. Con actos que, en extremo opuesto a la xenofobia, homofobia y demás fobias o ismos, han creado en Occidente y, en particular, como lo he dicho, en los países de Europa y de América del Norte, una casi adicción o filia por conductas antes detestadas o sancionadas.
En fechas recientes, el gobierno de Alemania emitió un decreto en el que se indica que los asilos para algunas personas serán reducidos o cancelados. En la actualidad, millones de inmigrantes de países, principalmente musulmanes, han llenado las calles de Alemania, país que, por el trauma y la culpa de la Segunda Guerra Mundial, por décadas ha apostado a no tener fronteras reales. Hay ciudades enteras en las que ya no se escucha nada de alemán.
Es interesante el resultado de la unión de las dos Alemanias divididas que dejó la Segunda Guerra Mundial. Es irónico que el país que fue arruinado por la idea de “la raza superior” ahora sea arrodillado por la falta de una cohesión nacional, lo mismo que está sucediendo en casi todos los países de Europa, partes de los EEUU y Canadá. No es lo mismo querer identidad nacional que unanimidad racial.
Hace 100 años Alemania estaba en ruinas por pagar los estragos de la Primera Guerra y eso llevó al nazismo en contra de los judíos. Los judíos de la época, como los de hoy, aunque mantienen sus tradiciones, casi siempre hacen lo posible por aprender la lengua, las costumbres y tradiciones locales al grado de cambiar sus apellidos para que suenen más locales.
Hoy Alemania y casi todo Occidente, en especial los países del norte de América y de Europa, viven como pueblos con un trauma y complejo de culpa, por lo que han ido cediendo su soberanía a grupos culturales de otros países que llegaron en busca de una vida mejor.
Pero estos grupos llegan sin ganas de asimilar la cultura, como la alemana o la occidental, de la meritocracia, que ahora se apena de sí misma olvidando sus logros y solo recordando sus vergüenzas.
Así vemos que, por la pena de los malos actos de sus antepasados, millones de jóvenes, y en especial mujeres, prefieren soportar abusos que poner un freno. Incluso parecen vivir en una realidad alterna en la que parece que todo lo de fuera es mejor que lo local.
Si uno es de raza árabe o hispana o de religión musulmana o ateo y llega a Europa o a Norteamérica, no es necesario tratar de aprender la lengua local o de vivir como los locales. De hecho, uno puede perfectamente exigir que se le permita hacer casi todos los trámites de su vida, incluso la escuela en la lengua de su origen.
Lo que es visto como tolerancia a su vez ocasiona un daño no solo a la cohesión social, sino al propio “beneficiario”, ya que miles de jóvenes no se pueden titular por no saber escribir un trabajo de titulación.
Por otro lado, si usted es musulmán y llega a un país que se apena de su pasado, es natural que uno no quiera pertenecer a ese grupo. Digamos que Alemania, como ejemplo, pero Europa en su conjunto está por perder su identidad, porque ellos mismos se apenaron de ella. El asunto no solo se queda en la identidad nacional, sino que ha llegado a la identidad sexual en casos muy sonados en los que se promueve la transexualidad como algo común y deseable, incluso equiparable a la mujer.
En Estados Unidos una ministra de la Suprema Corte prefirió decir que “no podría definir lo que era una mujer” con tal de no ir en contra de la idea que invade a EUA, Canadá, Francia e Inglaterra en donde, mujer pude ser cualquier hombre que se identifique como una.
Si usted cree que esto es una locura, recuerde que hace 15 días la revista Glamour dio su propio premio a la “mujer del año” a nueve personas que hasta hace pocos años eran hombres, pero que ahora aparecen en la portada de la revista como mujeres. Lo mismo sucedió hace un par de años en Estados Unidos cuando la revista TIME le dio ese premio a una joven “influencer” que tres años antes se identificaba como hombre.
Otras publicaciones le dieron ese mismo galardón a un nadador que, al pasar a competir con las mujeres, ganó decenas de premios en competencias con mujeres, ya que ahora él ya se identifica como ella.
En este tiempo de tolerancia, hay que preguntar cuánta de esa misma tolerancia es en realidad locura o complejo de culpa que afectará no solo a los ahora tolerantes, sino a los ahora tolerados. El racismo y las fobias sexuales pueden estar ahora siendo expresadas en forma inversa, pero no dejan de ser racismo o fobias.
