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La seguridad presidencial y los límites del “baño de pueblo”

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– Opinión, por Gerardo Rico

No es exagerado afirmar que, en cuestión de segundos, pudo cambiar la historia reciente del país. La confusión entre los llamados “baños de pueblo” y la seguridad personal de la mandataria mexicana pudo haber detonado una crisis política, tras lo ocurrido el 4 de noviembre, cuando la presidenta Claudia Sheinbaum caminaba por el centro de la Ciudad de México y un sujeto se le acercó, la abrazó y tocó distintas partes de su cuerpo.

Lo más preocupante fue que la propia mandataria atinó a separarlo de inmediato, mientras el jefe de la Ayudantía —quien grababa el momento— tardó algunos segundos en intervenir para apartar al individuo. Más sorprendente aún resultó que, sin preparación militar o de seguridad profesional, quienes se encontraban cerca de ella permitieran que el agresor se retirara sin ser detenido de inmediato.

De acuerdo con reportes policiales, el sujeto fue identificado como Uriel Rivera Martínez, quien se encontraba en estado de ebriedad al momento de los hechos. Posteriormente, fue detenido calles adelante por acosar sexualmente a otra mujer.

Más allá de los memes que circularon en redes sociales y de las expresiones de apoyo a la presidenta por el hecho de ser mujer —así como de los miles de comentarios divididos entre quienes consideran que se trató de un montaje y quienes lo ven como un fallo grave de seguridad—, el suceso resulta alarmante. Se trata nada menos que de la Jefa del Estado Mexicano, y la facilidad con la que el individuo logró tocarla pudo haber derivado en una tragedia nacional.

Este incidente debería ser una llamada de atención para la propia presidenta. Una cosa son los “baños de pueblo” que acostumbra durante sus giras por todo el país, y otra muy distinta es su seguridad personal. Vale recordar que su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, hacía lo mismo durante los primeros años de su sexenio, incluso viajando en líneas aéreas comerciales.

Sin embargo, de manera repentina, el entonces presidente López Obrador modificó sus itinerarios y comenzó a viajar en aviones militares. También sus recorridos por el país se realizaron cada vez más en instalaciones castrenses, y aunque continuó acercándose a sus simpatizantes, lo hacía en entornos cerrados y controlados por su Ayudantía y personal de seguridad.

Durante el primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum, se han propinado golpes importantes al crimen organizado: la extradición de 26 narcotraficantes de alto rango y la detención de cientos de cabecillas delincuenciales en todo el país. En los primeros seis meses de la actual administración federal fueron detenidas 17,258 personas relacionadas con delitos de alto impacto, lo que permitió desarticular diversas redes criminales.

Hace unos días, el titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), Omar García Harfuch, compareció ante el Senado de la República y destacó el decomiso de 140 toneladas de droga, así como de una tonelada y media de fentanilo y más de dos millones de pastillas de esa sustancia. Además, informó del aseguramiento de más de nueve mil armas de fuego.

En cuanto al tráfico de drogas hacia Estados Unidos, la propia presidenta presumió una reducción del 50% en el envío de fentanilo, dato que incluso fue reconocido por Donald Trump. Otra acción relevante ha sido el combate al huachicol, una red de tráfico de combustible supuestamente consolidada durante el sexenio anterior, donde también se han detenido a altos mandos de la Marina Armada de México implicados.

Como si todo esto no bastara, el incidente de acoso a la presidenta ocurrió apenas unas horas después del asesinato del alcalde de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo, hecho que ha tenido amplias repercusiones políticas y mediáticas.

El Estado Mayor Presidencial, integrado por militares y especialistas en seguridad, fue disuelto por el expresidente López Obrador en abril de 2019. En su lugar se creó la Ayudantía Presidencial, un grupo de hombres y mujeres —no necesariamente profesionales en materia de seguridad— encargados de acompañar y asistir al presidente en todo momento. La ayudantía de Sheinbaum es prácticamente la misma que la que acompañó a López Obrador en la parte final de su mandato.

En el caso de la actual presidenta, la Ayudantía está conformada por 13 personas: seis mujeres y siete hombres. Entre sus atribuciones se encuentran proporcionar apoyo personal e inmediato para el desarrollo de sus actividades públicas y privadas, acondicionar los escenarios donde participe y determinar las acciones necesarias para resguardar su integridad.

La seguridad presidencial no es un juego, sin importar quién ocupe el cargo ni a qué partido pertenezca. La presidenta mexicana y sus colaboradores deben replantear su esquema de protección personal. Es evidente que los miembros de la Ayudantía carecen de la preparación militar y logística necesaria para tareas de alto riesgo, por lo que se debería priorizar la participación de mandos militares y especialistas para salvaguardar la vida y la integridad de la Jefa del Ejecutivo Federal.

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