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ENTREVISTAS

El periodismo abre ventanas donde el poder cierra puertas: «La impunidad mata antes que el crimen»

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Por Gabriel Ibarra Bourjac

En el panorama del periodismo jalisciense, pocos nombres resuenan con la fuerza crítica y la capacidad de confrontación de Elsa Martha Gutiérrez. Reportera de largo aliento, ha convertido el dolor ajeno en un espejo incómodo para el poder.

Su trayectoria no responde a la búsqueda del titular sensacionalista, sino a la voluntad de excavar en las grietas del sistema para revelar aquello que instituciones, familias y sociedad prefieren callar: la violencia sistemática contra las mujeres. Desde feminicidios resueltos a medias hasta desapariciones adolescentes atrapadas en burocracias inertes, Gutiérrez ha convertido la nota roja en un acto de memoria colectiva.

Su motivación no proviene de una vocación heroica, sino de una certeza tan simple como devastadora: la seguridad pública empieza después de la muerte. Mientras las autoridades cuentan cuerpos, ella cuenta historias que comienzan mucho antes del crimen.

En Jalisco, donde desaparece una adolescente en promedio cada 48 horas y donde las órdenes de protección suelen convertirse en papel mojado, su trabajo recuerda que el silencio institucional puede matar tanto como la violencia directa.

Ha entrevistado a feminicidas con heridas frescas en el rostro, a madres que buscan a sus hijas en fosas clandestinas y a estudiantes que se enfrentan a agresores protegidos por la impunidad universitaria.

Lo que distingue a Elsa Martha no es solo su valentía en campo —cubriendo zonas controladas por el crimen organizado o desafiando la opacidad institucional—, sino su ética del cuidado. Antes de encender la grabadora, escucha, acompaña y se pone en los zapatos de quien perdió todo. Ese cuidado no es debilidad: es la única forma de hacer periodismo sin revictimizar.

En un estado donde la Universidad de Guadalajara (UdeG) encubre agresores y las fiscalías especializadas justifican su inacción, su trabajo es un acto de resistencia doble: contra el crimen y contra la indiferencia.

Esta entrevista para Conciencia Pública busca desentrañar no solo los casos que han marcado su carrera, sino los obstáculos emocionales y estructurales que enfrenta quien decide contar lo que nadie quiere escuchar. Desde el cinismo de un feminicida sentenciado a 38 años que salió libre a los 10, hasta el viacrucis de familias que buscan a sus hijas entre protocolos fallidos, Elsa Martha Gutiérrez recuerda que el periodismo crítico no es opcional: es la última línea de defensa para quienes el Estado abandona.

LA ENTREVISTA

Gabriel Ibarra Bourjac (GIB). ¿Qué te motivó a cubrir temas de violencia, acoso y agresiones contra mujeres?

Elsa Martha (EM): Siempre he pensado que la nota en materia de seguridad comienza después de la muerte. Empecé contando historias que parecían quedarse en lo privado o en el silencio. En Jalisco he visto a mujeres, madres y adolescentes enfrentarse a instituciones que no les creen, que minimizan sus denuncias o que responden cuando ya es demasiado tarde.

Para mí, el periodismo es una forma de abrir una ventana donde todo se quiere mantener cerrado. No es vocación heroica; es necesidad. Si no contamos estas historias, nadie lo hará.

LOS CASOS QUE LA HAN MARCADO

GIB. ¿Qué casos han marcado tu trabajo periodístico?

EM: Muchos, pero hay algunos que se quedan conmigo. El feminicidio de Heidi Jurado, en 2009. Entrevisté a su esposo, Eugenio Ladra, y cuando le pregunté qué opinaba de que la Procuraduría lo investigara, respondió con un cinismo brutal: “Pues es obvio, ¿no? Me tienen que investigar porque soy el esposo”.

Estaba nervioso, con una herida en la barbilla porque, según dijo, se había rasurado muy rápido. Esa mezcla de frialdad y miedo me dejó claro cómo opera la violencia intrafamiliar. Eugenio fue sentenciado a 38 años; solo cumplió 10 y salió en libertad en 2019.

También me marcó el caso de Daniela, estudiante del CUCS, quien no solo enfrentó a sus agresores, sino a una estructura institucional que debió protegerla y no lo hizo. Ahí confirmé que las violencias normalizadas —en escuelas, trabajos, hogares— también pueden matar.

Y las desapariciones de adolescentes, especialmente mujeres entre 15 y 19 años. Cada familia enfrenta un viacrucis burocrático sin protocolos sólidos ni análisis de riesgo.

Otro caso imborrable: el feminicidio de Valeria, transmitido en vivo. Una muestra de la brutalidad extrema y de la incapacidad institucional para detener a los responsables.

OBSTÁCULOS EN LA COBERTURA

GIB. ¿Qué obstáculos has enfrentado como periodista al cubrir estos temas?

EM: Obstáculos hay en todos los niveles.

  • Opacidad institucional: dependencias que niegan información o dan versiones contradictorias.

  • Revictimización: desde el Protocolo Alba hasta las fiscalías especializadas, he visto cómo justifican su inacción o responsabilizan a la víctima.

  • Riesgo en campo: cubrir desapariciones, fosas o zonas controladas por el crimen organizado.

  • Entornos cerrados: como la UDG, donde víctimas temen denunciar.

  • Desgaste emocional: escuchar una y otra vez historias de impunidad te atraviesa.

CUIDAR A LAS VÍCTIMAS

GIB. ¿Cómo cuidas a las víctimas en tus entrevistas y coberturas?

EM: Con tiempo, silencio y cuidado. Explico siempre qué pasará con su testimonio. Que hablen cuando estén listas, no cuando yo necesite la nota. A veces significa apagar la grabadora y solo escuchar. A veces, no publicar un nombre aunque periodísticamente duela.

El cuidado no es debilidad; es la única forma de hacer periodismo sin revictimizar.

EL DESGASTE EMOCIONAL

GIB. ¿Cómo manejas emocionalmente tu cobertura?

EM: No es sencillo. Hay entrevistas que te acompañan semanas. Como la de Heidi Jurado: entrevistar al hombre que terminaría siendo su feminicida me provocó rabia e incredulidad.

He aprendido a detenerme cuando es necesario, a compartir con colegas y a escribir para desahogarme, aunque esos textos no se publiquen. Y, sobre todo, me recuerdo por qué lo hago: porque alguien tiene que contar lo que pasa después de que las cámaras se van.

A LAS INSTITUCIONES LES FALTA VOLUNTAD REAL

GIB. ¿Qué falta por hacer desde las instituciones y desde el periodismo?

EM: Falta voluntad real. Las instituciones deben aplicar análisis de riesgo genuinos, investigar con perspectiva de género, evitar la revictimización y transparentar procesos.

El periodismo, por su parte, debe dejar de ver casos aislados: necesitamos conectar patrones, entender cómo inciden el crimen organizado, las fallas policiales, los encubrimientos en universidades y las omisiones de las fiscalías.

Y debemos cuidarnos más: a nosotras, entre nosotras y a quienes entrevistamos.

MENSAJE A LAS NUEVAS PERIODISTAS

GIB. ¿Qué le dirías a otras periodistas que cubren estos temas?

EM: Que estos temas duelen, pero importan. Que acuerpen a las víctimas, pero también a sí mismas. Que pidan apoyo cuando lo necesiten. Que compartan información de seguridad. Y que no pierdan la sensibilidad: esa también es una forma de resistencia.

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