MUNDO
Clones, avatares y órganos eternos: Eternidad artificial, la revolución que ya comenzó
Política Global, por Jorge López Portillo Basave
Vivimos una era de enorme emoción científica. Soy fan de estos avances: desde las investigaciones sobre inyecciones capaces de regenerar nervios atrofiados —como lo ha reportado el Instituto Tecnológico de Massachusetts— hasta el desarrollo de medicamentos personalizados según el perfil genético de cada paciente. Pero surge la pregunta inevitable: ¿cuál es el límite?
En medio de esta revolución, aparecen propuestas que hace apenas unos años parecían ciencia ficción: clonar a seres queridos, recrear mascotas fallecidas o editar embriones para evitar enfermedades congénitas. La humanidad avanza en la ciencia, pero cada paso trae consigo consecuencias y responsabilidades éticas profundas.
Revisaremos algunos ejemplos vinculados al ingeniero Sam Altman, fundador de OpenAI, y a su esposo, el también ingeniero Oliver Mulherin, quien impulsó la inversión en la empresa Preventive, dedicada a la edición embrionaria para prevenir enfermedades crónicas. Un proyecto tan prometedor como polémico.
Y si ya hablamos de edición genética, no falta quien imagine la posibilidad de modificar también rasgos físicos. Por ahora, la edición genética en embriones está prohibida en Estados Unidos y Reino Unido. Sin embargo, ¿quién podrá detenerla en otros países, o incluso en los mismos países que hoy la prohíben, cuando el argumento sea “prevenir enfermedades”?
A esto se suma el caso del superdeportista Tom Brady, quien decidió clonar a su amado perro para “tenerlo de nuevo”. La empresa Colossal Bioscience —en la que Brady también es inversionista— logró crear un cachorro genéticamente idéntico a partir de sangre almacenada de su mascota fallecida. Un verdadero gemelo genético.
En la misma línea, la empresa 2wai, fundada por Calum Worthy, ofrece filmar a familiares en vida o usar videos existentes para crear avatares mediante inteligencia artificial. Estos avatares pueden conversar, responder preguntas y “aconsejar” como si se tratara de un padre, madre o ser querido, incluso años después de su muerte.
Muchos de quienes apuestan por estas tecnologías están convencidos de que Dios no existe. Por otro lado, los jóvenes de Occidente pierden el deseo de tener hijos y algunos ven en la clonación o en la creación de avatares digitales un camino para mantener la presencia de sus padres por décadas, incluso después de que hayan fallecido.
Todo esto ocurre mientras líderes de Rusia, China y otras naciones discuten abiertamente, en foros como la cumbre de Asia, la posibilidad de alcanzar la inmortalidad mediante la clonación de órganos para prolongar la vida.
Así, si una persona muere, puede “consolarse” con un avatar que imite a su familiar, o incluso optar por una copia genética para “reponer” a un hijo o hermano fallecido. Otros quizá preferirán clonar órganos para vivir cien o doscientos años más. ¿Cuál es el límite? Solo Dios lo sabe.
Muchos defensores de estas tecnologías son ateos convencidos. Mientras tanto, en Occidente, cada vez más jóvenes renuncian a la idea de formar una familia. La clonación o los avatares perpetuos podrían convertirse en sustitutos afectivos: hijos que no se van nunca, o padres que siguen “aconsejando” desde un algoritmo, aun décadas después de morir.
Qué tiempos tan extraños. El socialismo reaparece con fuerza, la IA promete reemplazar trabajadores y los más ricos del planeta buscan ser eternos por medios artificiales. Y, sin embargo, olvidamos algo básico: si hubiera una crisis de energía, todo esto colapsaría. Muchos no sabrían cómo calentar agua, cortar un árbol o pescar para sobrevivir.
La contraparte de este panorama es el crecimiento de empleos técnicos y de servicios, pues los puestos sofisticados serán absorbidos por la IA y los robots —pronto accesibles por unos cuantos miles de dólares— realizarán tareas domésticas. Y surge otra reflexión ética: ¿para qué adoptar si es posible clonar? ¿Para qué vivir un duelo si podemos crear un avatar? ¿Para qué morir si podemos clonar órganos y vivir indefinidamente?
Incluso podríamos pedir la clonación de un santo, un visionario o un héroe; o encargar un avatar que los replique. Total: si comparten rasgos físicos y genes, ¿no serían iguales? ¿Eso somos: solo genes y apariencia? ¿O hay algo más?
Todo esto ya es una realidad, aunque aún no sea del todo pública. Pero pronto la veremos en todas partes.
Dios les bendiga y feliz semana.
