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El adiós de Gertz Manero: Adán Augusto, el operador invisible del relevo en la FGR

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Cónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco

Adán Augusto volvió al centro del escenario sin levantar la voz. No hizo falta. Bastó con verlo entrar y salir de las oficinas del Senado, presidir una Jucopo atrincherada y, al final del día, pararse frente a las cámaras para negar precisamente lo que todo el edificio olía desde un día antes: que hubo operación política para sacar a Alejandro Gertz Manero de la Fiscalía General de la República.

Ahí está el corazón del asunto: el hombre que mueve las piezas jura que el tablero está quieto.

Desde la mañana, la Junta de Coordinación Política, encabezada por Adán Augusto López, se encerró a revisar la “ruta crítica” de una renuncia que todavía no existía en papel, pero que ya se daba por hecha en los pasillos. Los reporteros fuimos detenidos en seco: Senado blindado, accesos restringidos, información a cuentagotas. Adentro, los coordinadores parlamentarios discutían cómo vestir de legalidad un movimiento decidido en otra parte.

Horas después apareció el documento: Alejandro Gertz Manero, fiscal incómodo pero útil durante seis años, comunicaba al Senado su retiro anticipado de la FGR, invocando como “causa grave” la invitación de Claudia Sheinbaum para enviarlo a una embajada. Tres años antes de terminar su periodo, el fiscal se iba con pasaporte diplomático y sin rendir cuentas por los casos que deformaron su gestión.

El pleno, con los votos de Morena y aliados, calificó de urgente y “de causa grave” la renuncia. El procedimiento se despachó en cuestión de horas: se acepta la dimisión, se abre convocatoria para nuevo titular y, como tiro de gracia, se oficializa que Ernestina Godoy queda al frente de la casa mientras se nombra al nuevo inquilino. Todo perfectamente encuadrado en la ley… siempre que uno sea generoso con la interpretación.

¿Quién apareció una y otra vez en la orilla de cada uno de esos pasos? Adán Augusto.

Fue él quien presidió la Jucopo que definió la estrategia, él quien administró los tiempos del Senado y, ya consumado el movimiento, él quien salió a negar que hubiera operación alguna, a descalificar como “imaginación desbordada” la versión de que se presionó al fiscal.

El operador de confianza repite la consigna: aquí no pasó nada.

Enfrenta a los reporteros en el “chacaleo”, sonríe de lado, contesta todas las preguntas, luego se da tiempo para hablar de futbol con una de las reporteras. La clase de operación política ha terminado.

Claudia Sheinbaum jugó su parte con fino cálculo. A mediodía todavía decía que Gertz no le había comunicado formalmente su renuncia y que apenas revisaba documentos sobre la Fiscalía. Por la tarde ya circulaba la carta donde el propio fiscal reconocía que fue la presidenta quien le ofreció la embajada, y que por eso dejaba el cargo. El mensaje es claro: la decisión salió de Palacio, el Senado solo la procesó.

En esa coreografía, Adán Augusto no es un extra: es la bisagra. Sheinbaum se reúne regularmente con él para revisar la agenda legislativa; él controla la mayoría en la Cámara Alta y pone fecha para la revisión de perfiles que aspiren a la FGR. El engranaje ya está en marcha antes incluso de que el cuerpo del viejo fiscal enfríe la silla.

No es la primera vez que el tabasqueño juega ese papel. Como secretario de Gobernación de López Obrador, se ganó fama de bombero rudo: apagar incendios con mano pesada, regañar oposiciones, disciplinar gobernadores. Hoy, reciclado como senador y jefe de la Jucopo, regresa a su hábitat natural: la política de pasillo, la llamada a tiempo, el mensaje salido de Palacio traducido en mayoría legislativa.

Pero ahora hay un matiz nuevo: Sheinbaum necesita a alguien que convierta decisiones presidenciales en votos, acuerdos y nombramientos. Y ese alguien, de nuevo, se llama Adán Augusto.

La salida de Gertz no es un simple movimiento administrativo. Cierra un ciclo y abre otro. El primer fiscal general se va arrastrando una cadena de expedientes mal resueltos: Ayotzinapa, Odebrecht, Lozoya, venganzas familiares convertidas en asuntos de Estado. Su permanencia ya era insostenible en términos de legitimidad, pero útil mientras servía de muro de contención para ciertos intereses.

La nueva administración necesita otra cosa: una Fiscalía alineada, capaz de coordinarse con estados, pero también de no convertirse en foco de escándalos que erosionen el discurso de “nueva etapa”. El relevo en la FGR es, en realidad, un ajuste fino del aparato de poder: se retira a un fiscal desgastado con el premio de una embajada y se prepara la llegada de una figura más confiable, más cercana al proyecto de la 4T versión Sheinbaum.

El mensaje se traduce en los hechos:

– Se acepta la renuncia por “causa grave”, aunque la causa sea en realidad una promoción diplomática.

– Se acomoda a Ernestina Godoy como encargada, garante de continuidad política.

– Se cierra la pinza desde el Senado, con una convocatoria hecha a la medida de una mayoría oficialista.

Todo ello administrado por el mismo personaje que aparece, sonriente, diciendo que aquí no hubo maniobra. Es en esa doble condición donde se dibuja la verdadera radiografía de Adán Augusto López:

  1. Coordinador institucional: Presidente de la Jucopo, conductor de la agenda, arquitecto de la ruta procedimental para procesar una renuncia, abrir una convocatoria, fijar fechas y requisitos.

  2. Negador oficial de la operación: Frente a la prensa, se presenta como simple testigo de los hechos. Niega presiones, minimiza versiones, habla de decisiones personales y procesos ordinarios.

Mientras la oposición habla de “golpe a la autonomía”, de uso torcido de la categoría de “causa grave” y de un Senado convertido en oficialía de partes del Ejecutivo, Morena y sus aliados repiten el libreto: normalidad institucional, retiro voluntario, simple relevo generacional. En medio de ese ruido, la figura de Adán Augusto funciona como amortiguador: absorbe la crítica sin romper con la narrativa oficial.

En la vieja crónica parlamentaria se solía decir que el verdadero poder no siempre se sienta en la Mesa Directiva, sino que cruza las bancadas, se detiene en las puertas de cristal y se pierde en las oficinas de coordinación. Hoy, en el Senado, ese poder tiene nombre y rostro tabasqueño.

Adán Augusto reapareció donde mejor sabe: en el pasillo donde se decide quién se queda y quién se va. Condujo el relevo de un fiscal cuestionado, abrió el camino para el nuevo titular, protegió la narrativa de Palacio y, de paso, volvió a recordarle al sistema político que sigue siendo el hombre al que se recurre cuando hay que hacer el trabajo quirúrgico… pero sin que se note.

Esa es la tensión que atraviesa el caso Gertz: una operación impecable que oficialmente nunca existió, dirigida por un operador que insiste en que él solo pasaba por ahí…

En X: @DEPACHECOS


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