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CULTURA

Los viajeros y raíces: Silvia Murillo Reding invita a encontrar historias propias en sus esculturas

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Por Belisario Bourjac

En una noche cargada de emoción, la escultora Silvia Murillo Reding inauguró este viernes su exposición “Transformando bronce en sentimientos” en el icónico Patio Central del Palacio Municipal de Guadalajara.

Con el maestro José Luis Malo, como padrino, la artista compartió un conmovedor mensaje que fusiona su trayectoria vital con la esencia de su obra: piezas de bronce que nacen de emociones, memorias y preguntas personales, pero que invitan a cada espectador a reinterpretarlas con su propia historia.

“Esta exposición es un camino que se renueva con cada obra que nace de mí”, expresó Murillo Reding ante un público conmovido, que incluyó a su familia, amigos, colegas y a su compañero Jesús Alvizu , a quien dedicó palabras de gratitud por ser “mi fuerza, mi alegría y mi refugio”.

De la misma forma, agradeció también a los autores musicales de Guadalajara por su apoyo incondicional.

DEL ALMA ZACATECANA A LA REINVENCIÓN EN GUADALAJARA

Silvia Murillo Reding recordó sus raíces en Zacatecas, donde “aprendí a mirar desde el alma”, y cómo su vida en Guadalajara le ha regalado “experiencias nuevas, afectos sinceros y un espacio emocional” para crecer y crear.

“Trabajar el bronce me enseña a escuchar esta materia, a tener paciencia y fortaleza, a ser honesta conmigo misma”, confesó.

Cada escultura, explicó, surge de “una emoción, una memoria, una aventura o simplemente una pregunta” de su vida, convertida en forma perdurable.

La muestra convive con dos líneas temáticas centrales: los viajeros, que simbolizan “el impulso de avanzar incluso en la tempestad”, y las raíces, que hablan “de aquello que nos ata, nos define y permanece aun cuando cambiamos”.

Un diálogo silencioso: el arte como espejo personal

“Lo más hermoso del arte es que mi historia no es la única que está aquí”, subrayó la escultora. Su intención no es solo compartir una parte de sí misma, sino “abrir un espacio para que cada persona pueda encontrar algo propio”.

Las piezas, modeladas en plastilina, cera, barro y bronce, “tienen su propia voz” y se transforman al ser miradas: “Lo que yo esculpí con mis manos, deseo que cada espectador lo signifique, lo vuelva suyo, desde lo que siente, sus recuerdos y emociones”.

Ese “diálogo silencioso” entre lo que ella revivió al crear y lo que el público siente al contemplar, dijo, es “el verdadero sentido de esta exposición”.

Invitó a recorrerla “con calma, con empatía y, por qué no, con gratitud por sus propias historias”. “Ojalá que al mirar estas esculturas no solo descubran lo que yo quise expresar, sino también lo que ustedes necesitan escuchar”.

“Gracias por hacer de esta noche parte de su historia”

Murillo Reding cerró su mensaje con una invitación abierta: “Gracias por acompañarme, por estar aquí y por permitirme que esta noche sea también parte de su historia”.

La exposición, que permanecerá en el Palacio Municipal, promete ser un puente entre el bronce eterno y las emociones efímeras de quienes la visiten.

La artista, cuya obra ha sido moldeada por años de perseverancia, reiteró su gratitud al público: “Mi gratitud para cada uno de ustedes”.

TRANSFORMANDO BRONCE EN SENTIMIENTO

Por Mtra. Piedad Férnandez Cortés

En la obra de Silvia Murillo Reding, el bronce deja de ser un metal rígido para convertirse en un lenguaje emocional. Cada pieza nace desde una intuición que viaja de la materia al símbolo, transformando la firmeza del metal en formas que respiran, sienten y evocan vida. Su sensibilidad escultórica —que combina técnica, introspección y una escucha profunda del cuerpo humano— convierte a su taller en un espacio donde el fuego, la cera y el desgaste se vuelven metáforas de la experiencia interior.

Es oportuno recordar que Silvia Murillo se formó bajo la guía del maestro Juan Méndez, escultor jalisciense de amplia trayectoria, reconocido por su dominio del bronce y la fuerza orgánica de sus formas, cuya enseñanza sembró en ella una huella perdurable. De esa escuela heredó el rigor técnico, la disciplina en el proceso y el respeto por la tradición escultórica. Sin embargo, su voz artística se despliega desde un territorio muy personal: la búsqueda de lo esencial, lo íntimo y aquello que permanece más allá de la forma visible.

Dentro de esta exposición aparecen dos líneas de trabajo que se entrelazan sin imponerse una sobre la otra. Por un lado, están Los Viajeros, esas figuras compactas, redondeadas y sin rostro que avanzan sin prisa, cargadas de una ternura silenciosa. Su anonimato no es ausencia, sino posibilidad: cualquier observador puede reconocerse en ese cuerpo que camina aun sin destino claro. Son metáforas del tránsito humano, de la perseverancia cotidiana, del impulso vital que nos mueve incluso cuando no sabemos hacia dónde.

Por otro lado, emerge Raíces y un par de piezas de máscaras de gran formato, en las que la materia se abre, se entrelaza o se extiende como si algo profundo buscara llegar a la superficie. Las raíces evocan origen, memoria y sostén; las máscaras —aquí reunidas— remiten a lo ritual, a lo ancestral y a las identidades que se revelan o se resguardan. En conjunto, estas obras hablan de aquello que nos constituye: lo que heredamos, lo que escondemos y aquello que, de forma inevitable, aflora.

Originaria de Zacatecas, Silvia trabaja desde una mirada serena, reflexiva, profundamente humana. Con más de treinta años radicando en Guadalajara, su identidad artística se nutre de ambas raíces, tejiendo un diálogo profundo entre la memoria zacatecana y la vitalidad jalisciense, una dualidad que fortalece y complejiza su propio lenguaje escultórico. Cada pieza suya guarda la huella de un gesto meditado, la respiración del tiempo y la voluntad de dejar que la materia diga algo que las palabras no alcanzan.

Ambas líneas dialogan de manera natural dentro del universo de Silvia Murillo. Los Viajeros representan el movimiento; Raíces y las máscaras, el arraigo. Entre avanzar y recordar, entre caminar y sostenerse, la artista encuentra el punto exacto donde el bronce se vuelve emoción. Sus piezas palpitan. La materia parece contener no solo peso, sino memoria; no solo forma, sino respiración.

En este conjunto escultórico, la técnica se vuelve transparente: no busca imponerse, sino permitir que la esencia de cada pieza aflore con claridad. A través del fuego y el modelado, Silvia logra que el bronce —material tradicionalmente asociado a la firmeza— se vuelva poroso, sensible, casi orgánico. Todo en su obra invita a mirar más allá de la superficie para descubrir un pulso interior que conecta al espectador con sus propias experiencias.

Esta exposición propone detenerse ante ese pulso: mirar, escuchar la forma. Reconocer que, en manos de Silvia, el bronce deja de ser objeto para convertirse en un espejo de la condición humana. Porque en su obra no solo se esculpe el cuerpo: se esculpe la vida misma.


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