MUNDO
Papa León XIV denuncia las prácticas usureras usadas en contra del sur global
Por Mario Lettieri y Paolo Raimondi (Desde Roma)
En la reciente audiencia con el Consejo Nacional Antiusura, que celebró su trigésimo aniversario, el Papa León XIV recordó la difícil situación de aquellos que son víctimas del devastador efecto de la usura: individuos, familias y pueblos enteros.
Quizá el Pontífice haya sorprendido a muchos cuando afirmó: “la dinámica negativa de la usura se manifiesta en varios niveles…Lo que inicialmente parece ser una ayuda, en realidad, se revierte en un tormento a largo plazo. Y esto acontece en el ámbito de las naciones alrededor del mundo.
Por desgracia, los sistemas financieros usureros pueden llevar a poblaciones enteras a la ruina. De la misma manera, no podemos ignorar ‘aquellos que, en el comercio, emplean prácticas usureras y mercantiles causantes de hambre y muerte de sus hermanos y hermanas en la humanidad’ (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 2269: sus responsabilidades son graves y alimentan estructuras inicuas de pecado”).
El Papa Prevost, sin duda, fue testigo de estas prácticas predatorias contra Estados y pueblos durante sus casi 20 años de estancia en Perú, país de los más afligidos y atormentados por las políticas usureras practicadas por actores extranjeros, tanto públicos como privados.
Cuando llegó a Perú por primera vez, en 1985, la tasa de inflación era de 158.3%. Solamente Argentina y Nicaragua tenían una situación peor. En 1990, llegó al 7 649.65%! En 1989, la deuda externa equivalía al 420% de los ingresos por exportaciones y al 100% del Producto Interno Bruto (PIB). Los intereses de la deuda representaban más de un tercio del total de las exportaciones.
Una de las causas, tal vez la principal, pero frecuentemente soslayada, de las crisis de deuda en los países en desarrollo fue la política monetaria de la Reserva Federal estadounidense, la cual, en 1979, para lidiar con la creciente inflación en el país, aumentó drásticamente la tasa básica de interés, llegando al 20% en 1981. Es posible imaginar el efecto negativo y desestabilizador sobre la deuda e inflación en los países del sur global, entrelazados y dependientes del dólar.
Después de su primera elección, el presidente peruano Alan García, posteriormente acusado de múltiples delitos, declaró inmediatamente que no podía dejar pasar hambre al pueblo a causa de la deuda y anunció la intención del gobierno de limitar los pagos de intereses a un máximo de 10% de las exportaciones. La iniciativa fue ferozmente combatida por todos, comenzando por los bancos de EUA y por el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Lo que ocurrió en Perú se repitió en todos los países de América Latina y de otros continentes del hoy llamado sur global.
A esto debe agregarse, como apunta el Papa, las “prácticas usureras en el comercio”, toda vez que los precios de las mercancías exportadas de los países del Sur eran y son ampliamente determinados por los mercados de “commodities” de Chicago y de Nueva York, en obvio interés de los compradores. Debemos agregar también las actividades especulativas de instituciones financieras sin escrúpulos, que, muchas veces, en diferentes momentos, manipulan al alza o a la baja los precios, generando hambre y desesperación en poblaciones enteras.
En el sector agroalimentario, la especulación al alza se transmite en inflación de los precios de los alimentos y, por consecuencia, al hambre para los segmentos más pobres de la población, mientras que la especulación a la baja causa la quiebra de pequeños productores de bienes de primera necesidad y, por consiguiente, a la escasez de alimentos.
Los contratos a futuro han desempeñado un significativo papel en las tendencias de los precios de las “commodities”, incluyendo los precios de los alimentos. Estos son contratos financieros que permiten compras a un precio fijo con entregas distribuidas a lo largo del tiempo. Se estima que apenas el 2% de todos los contratos a futuro resultan en movimiento real de las mercancías. Casi todas son liquidadas antes del vencimiento con un pago entre las partes contratantes por la diferencia de precios. Pero, en cuanto a esto, la enorme masa de contratos hace que los precios se disparen, dependiendo de si la oferta es hacia el alza o hacia la baja.
El resultado ha sido verdaderas crisis alimentarias, causando hambre y desnutrición y desatando los llamados “tumultos del pan”, de 2007-08, afectando a todos los países del sur global, particularmente a los de África. Tampoco podemos olvidar los efectos inflacionarios de 2010-11, igualmente devastadores para muchas poblaciones.
En estas cuestiones globales, León XIV sigue el camino trillado por Francisco. Se espera, obviamente, que los líderes políticos y económicos internacionales, siempre presentes en las celebraciones en la Plaza de San Pedro para presumir sus fotografías con el Pontífice, atiendan sus llamados y promuevan profundas reformas en un sistema económico y financiero global profundamente desigual e injusto.



