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JALISCO

Los valores que la política olvidó: el llamado del cardenal Robles contra el odio y el “mito del bienestar”

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Por Francisco Junco

Transcripción de texto a voz

 

El cardenal José Francisco Robles Ortega aprovechó su mensaje de Navidad para lanzar una reflexión profunda, y también una advertencia, sobre la deriva ética de la política en México.

Con un tono pastoral pero firme, recordó que “este acontecimiento nos trajo muchos valores que nosotros no debiéramos descuidar, no debiéramos olvidar. Al contrario, tendríamos que hacerlos valer no solo con nuestras palabras… sino sobre todo con los gestos y actitudes en nuestra vida”.

Desde el inicio puso el acento en que esos valores no pertenecen solo al ámbito religioso y agregó que “estos valores no solo tienen que ver con la vida clerical… son valores que tienen que ver con todas las profesiones y actividades de la vida humana. Tienen que ver con la familia, tienen que ver con la actividad política, económica…”. Su preocupación se centró en el deterioro moral que percibe en la vida pública.

Habló sin rodeos sobre la forma en que hoy se ejerce el poder y subrayó que “percibimos que la actividad política hoy parece cerrada en sí misma, sin principios éticos… no se rige por el espíritu de servicio desinteresado, no se rige por la preocupación de la integridad en su acción, no se preocupa de la nobleza que significa servir al bien común”, y remató que muchas veces tampoco se rige por la transparencia.

El Cardenal de Guadalajara advirtió que, pese a ese abandono ético, “las necesidades de los hombres a los que debieran servir permanecen”, y enumeró una por una las carencias humanas que la política debería atender: “que coma el hambriento… que el necesitado tenga que vestir… que tenga un trabajo digno… que tenga un lugar digno donde habitar”. Pero en vez de eso, dijo, se ha instalado una narrativa engañosa.

Fue ahí donde introdujo uno de los conceptos más duros de toda su intervención y dijo que “la política quiere responder muchas veces con el mito del bienestar”. Y explicó con contundencia que “no se puede decir que porque una persona recibe una dádiva, por útil que le sea, no quiere decir que alcanzó su grado pleno de bienestar… No admitamos que el servicio de la política nos haga creer que hemos alcanzado la plenitud del bienestar. Es un atrevimiento, es una burla”.

Para Robles Ortega, ese “mito del bienestar” funciona mientras la política se reduce a administrar necesidades y no a promover dignidad. “Las necesidades no solo son materiales… la actividad política debiera promover también esa condición interior, la más profunda del ser humano, para que se experimente en toda su dignidad”, y señaló que ese ámbito espiritual casi nunca es considerado porque “la mayoría de las veces se rigen por lo material”.

El arzobispo también hizo una crítica abierta al uso del poder para perpetuarse, y puntualizó que “la política dicta las reglas, es decir, las leyes, pero muchas veces estas reglas miran a su interés… por ejemplo, a garantizar que ellos permanecerán para siempre en el poder.

Dictan sus normas para someter, no para promover. Dictan sus leyes y las promueven para mantener sumisos, sometidos”, un señalamiento directo a la tentación autoritaria.

A lo largo de su mensaje insistió en que todo el ejercicio político debería sostenerse en el valor más grande que deja la Encarnación de Dios, que es “la fraternidad”. Recordó: “El Hijo de Dios se hizo Hombre para ser nuestro hermano… para que nosotros nos reconociéramos y nos llamáramos de verdad hijos de Dios… Por eso somos hermanos”.

Y advirtió contra su enemigo más corrosivo, que actualmente las autoridades se escudan que es el discurso del odio, y afirmó que “el odio no construye relaciones fraternas… el odio no resuelve, el odio agrava”, alertando sobre líderes y discursos que dividen entre buenos y malos, o entre quienes apoyan y quienes se oponen.

“Esa también es una clase de desigualdad, que no podemos promover ni consentir… tenemos que denunciar y anunciar que la verdadera fraternidad se construye en la libertad, en la igualdad, en la dignidad y en el bien común”, subrayó en su mensaje.

Al final, pidió que esa fraternidad no se reduzca a un ideal abstracto, sino que se convierta en misión concreta, especialmente frente a un mundo que ha normalizado el egoísmo. “Celebremos con gozo este misterio de la encarnación… y hagámoslos vigentes en medio de un mundo egoísta, en medio de un mundo que no quiere vivir en la paz, en la fraternidad”, invitó.

Y dirigió un agradecimiento especial a los comunicadores por ejercer, desde su oficio, un testimonio de servicio y verdad en medio del ruido público.

 

 


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