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Monopolio e imposición: La FMF, el enemigo interno del futbol mexicano
Miscelánea Deportiva, por Esteban Trelles Meza
Resulta increíble que las decisiones del futbol mexicano se tomen en detrimento del propio balompié nacional. Este organismo privado, la FMF, se ha convertido en una institución autoritaria e impositiva que no permite el crecimiento de la disciplina, ni siquiera en el representativo nacional, plagado de extranjeros en los equipos locales, con siete en cancha y nueve registrados.
Como consecuencia, carecemos de identidad y de un estilo de juego propio, al no contar con la materia prima fundamental: los jugadores nacidos en este país. Y esto ocurre aun teniendo, hipotéticamente, al mejor director técnico del mundo.
Se asume que el jugador extranjero es infinitamente superior al mexicano y se le concede una plaza laboral y deportiva que desplaza al futbolista nacional. Luego entonces, nos quejamos de que no existe talento, capacidad ni cualidades en el futbolista mexicano, mientras exigimos como afición campeonatos en todos los frentes: CONCACAF, Copa Oro, Soccer League, Mundial de Clubes, Olimpiadas y Mundiales.
España es un ejemplo claro. Sus clubes contratan a algunos de los mejores extranjeros del mundo —Real Madrid, Barcelona, Atlético de Madrid—, pero durante décadas el país no figuró como potencia global. En los últimos años despertó y hoy es un referente competitivo a nivel de selecciones en Eurocopas, Olimpiadas y Mundiales.
En contraste, otras selecciones históricas vinieron a la baja: Checoslovaquia, hoy República Checa; Hungría; Portugal; Austria; e incluso la escuadra Azzurra, campeona del mundo, que ha quedado fuera de eliminatorias mundialistas, algo inconcebible para una potencia histórica.
Inglaterra, los ex súbditos de la reina Isabel y del Parlamento británico, presume para muchos la mejor Liga Premier del mundo. Sin embargo, su selección nacional apenas cuenta con un campeonato mundial, obtenido en 1966 y en casa, sin figurar de manera constante entre las grandes potencias.
“El club de Toby”, perdón, la FMF, permite tener siete jugadores extranjeros de once en cancha, anulando oportunidades para los mexicanos. Por ello, los talentos surgen a cuentagotas, lo mismo que los entrenadores nacionales, quienes en su propio país no encuentran espacio para desarrollarse.
La moda actual de jugadores y técnicos extranjeros representa un auténtico “harakiri”. No digo que surjan Gilbertos Mora en abundancia, pero sin duda existiría un mejor nivel y más prospectos. En fuerzas básicas se demuestra talento y capacidad; en el profesionalismo se pierden por falta de oportunidades, confianza y paciencia, algo que al extranjero sí se le concede como titular hasta consolidarse.
Fuimos campeones mundiales Sub 17, tuvimos logros en Sub 20 y Sub 23, ganamos el oro olímpico en Londres 2012 y el bronce en Tokio 2020-21, con directores técnicos mexicanos. En esa generación destacaba un tridente ofensivo con Uriel Antuna, Henry Martín y Alexis Vega, además del brillante Sebastián Córdova en el medio campo. Sin embargo, en la selección mayor no se consolidaron, pese a sus condiciones, y paulatinamente fueron desapareciendo.
El colmo de la imposición es la reincorporación de los “Potros de Hierro” del Atlante. Fueron un buen equipo de Primera División, pero su franquicia perdió identidad en Cancún, vegetando en la antigua Segunda División, luego Ascenso y hoy Liga de Expansión.
Permanecen maniatados por la inexistencia del ascenso, mientras federativos dueños de equipos buscan fortalecer a la CDMX y sumar otro invitado al “Club de Toby”, dejando fuera al hijo pródigo Necaxa, que también perdió identidad y afición.
Todo esto obedece a un interés mezquino por intentar restar afición al “Rebaño Sagrado”, el equipo más popular y significativo del país, cuya mexicanidad es eterna. Su identidad religiosa, ligada a la devoción mariana de la Virgen de Guadalupe, se refleja incluso en su capilla, hoy en el Estadio Akron.
Pretenden vender al Atlante como “el equipo del pueblo”, cuando ninguno lo es salvo Guadalajara. Nadie le quitará ese título de arraigo e identidad con el pueblo mexicano.
“La puñalada trapera” será el decreto que permitirá nueve extranjeros en cancha en la próxima liguilla, bajo el pretexto de que los mejores mexicanos estarán concentrados casi sesenta días rumbo al Mundial 2026, para que Javier “Vasco” Aguirre tenga un plantel más engranado.
Resulta incomprensible la falta de identidad de Cruz Azul, nacido en Jasso, Hidalgo. Debería jugar en Pachuca, con estadio propio, y no vivir de arrimado entre el Azteca y otros inmuebles, renegando de su origen hidalguense.
Guadalajara albergó cinco equipos de Primera División: Guadalajara, Atlas, Jalisco, UdeG y UAG, algo que ni la capital del país ha logrado.
Si bien la cuna del futbol mexicano está en Orizaba y Pachuca, por la industria textil e minera impulsada por ingleses y españoles, hoy el problema no es histórico, sino estructural y de control.
La multipropiedad, iniciada por América con Necaxa y Atlante, evidenció el daño al arraigo. El propio América, basado históricamente en extranjeros, cambió identidad, mascota y símbolos para magnificar una “grandeza” sin raíces.
A ello se suma una Comisión de Arbitraje convertida en Santa Inquisición, intocable y sancionadora, donde jugadores y técnicos no pueden criticar sin enfrentar multas.
Es aún más grave que extranjeros como André-Pierre Gignac increpen constantemente a los árbitros dentro y fuera de la cancha, como ocurrió en la final ante Toluca, sin sanción ejemplar.
Por último, resulta absurdo imponer requisitos excesivos a equipos de menor poder económico, como estadios modernos o estructuras femeniles, cuando potencias europeas no enfrentan tales exigencias.
Conclusión: El monopolio empresarial, particularmente el de América a través de su televisora, tiene repercusiones profundas en el futbol mexicano, al acaparar derechos de transmisión, con una competencia limitada donde tampoco debería existir TV Azteca.
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