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OPINIÓN

Ataques sistemáticos contra instituciones: Los mensajes de odio en la democracia de internet

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Educación, por Isabel Venegas //

Resulta interesante la forma en que se está tejiendo una red de lucha en contra de los mensajes de odio, mensajes que además nutren a una industria muy rentable. El negocio de hacer enojar a las personas o de sacar lo peor de ellas aprovechándose de una serie de componentes como la ignorancia, los momentos de crisis y angustia, el poder de convocatoria, etc. van generando un malestar del que es muy difícil luego identificar el origen y contener su difusión.

Y es que pareciera que en un sentido de empoderamiento equivocado, la misión del buen ciudadano es opinar, pero no solo expresando un punto de vista, sino haciendo la labor de educar al ignorante, al menos-válido y para ello no importa que se emitan ofensas, que se lastime o que se vulnere la dignidad del otro, la verdad lo merece; más allá de la pasión que cada tema implica, yo encuentro una correlación en dos ámbitos: el primero se refiere a la temática y el segundo al medio.

Curiosamente la temática que hoy se aborda con mucha animadversión en las redes gira principalmente en torno a las instituciones, es decir, hace referencia a los partidos, la educación, las religiones y la familia.

Las publicaciones suelen juzgar el sistema entero, emiten comentarios que se orientan a la totalidad ¡Todos los partidos políticos son una porquería! O en el caso de las religiones, ¡Todos los cristianos son unos ignorantes! Incluso en el caso de movimientos que, si bien no conforman una institución en el sentido del registro como tal, sí son un constructo social sólido y evolucionado: ¡Las feministas son unas locas!

Cualquier frase lanzada inocentemente en una red como twitter aderezada tal vez con un controversial meme, puede ser todo un evento que mueve los más profundos sentimientos y nos tiene ahí, como zonzos, queriendo contestar, defender, convencer de que no es así; una inmadurez en la inteligencia emocional colectiva que no nos permite identificar cuando se está hablando con una persona, con un boot o cuando ni siquiera vale la pena hablar. La situación de estar detrás de una pantalla permite que las respuestas vayan aumentando tanto en el tono como en el número de participaciones y reacciones, mecanismo que tiene su crítica aparte y que ya lleva rato puesto sobre la mesa: ¿El número de likes que observas en una publicación puede determinar el valor respecto al contenido o al emisor?

Las publicaciones de este tipo se vuelven virales muy fácilmente y por lo tanto establecen un vínculo estrecho con la mercadotecnia. La velada participación de empresas a las que les conviene este tipo de estrategias no necesita mucha investigación, pero más allá de que sean patrocinados, artificiosos o naturales, los mensajes de odio están ahí, nacen, crecen, se multiplican… pero no se mueren, se quedan en la red sin que la mayoría sean borrados, intervenidos o replanteados desde una óptica más sobria.

Eso es por el lado del contenido, pero también está el medio implicado. Plataformas como la de twitter nacieron precisamente como una reacción en contra de las instituciones; lugar donde no hay reglas, sin límites, permitiendo la libre expresión y participación de todos los miembros, y constituyendo con esa misma figura una crítica a los organismos cuya personalidad sí obliga a la definición de reglas, normas y leyes, y en la que prevalece la identificación de cada individuo para su membresía.

Ese escenario choca con el de la realidad y sus limitaciones funcionales. La religión, por ejemplo presupone la libre participación de sus miembros; a pesar de la carga estructural que significan las herencias y la cultura, siempre se está en posibilidades de tener una participación más menos activa, incluso de exentarse del grupo en tanto que integrarse a otro implica la manifestación expresa de ese deseo. La movilización de la espiritualidad, interiorización muy personal e individualista, se bidirecciona hacia el exterior; una relación que pone en contacto la interioridad con una fraternidad, y en la que obligatoriamente se establecen reglas, objetivos y misiones con las cuales se manifiesta la coherencia entre esa reflexión personal y la mirada colectiva.

Cierto es que muchas de esas estructuras se van volviendo cada vez más rígidas, que dan menos posibilidad a sus miembros de mantener una participación congruente al espíritu con el que nació. Otro ejemplo pueden ser los partidos políticos, organizaciones que no se relacionan con el terreno espiritual, que son más estratégicas y materiales, en cuya génesis se encuentran necesidades y representaciones a grupos que no participan tanto de la vida política pero que requieren de ser tomados en cuenta al momento de construir más leyes, recursos o programas de gobierno. Esos grupos políticos son fácilmente atacados con mensajes de odio, e identificarse con alguno de ellos va a requerir de un blindaje emocional que muchas veces raya en ignorar todo lo que se diga alrededor “yo ya no pongo atención a las redes sociales, nada más dicen cosas ofensivas, que lastiman, ni me conocen y aun así me ofenden”.

No es casual que el fenómeno de las candidaturas independientes haya tenido tal auge en las pasadas elecciones precisamente por no tener la figura institucional, aunque parece que ese es un gusto que dura poco porque si eres un líder social, buscas un grupo de amigos que te acompañe, establecen mecanismos de participación, metas, visión, misión, etc. Te puedes llamar candidato independiente, pero en cosa de tres minutos ya serás un “señor partido” o algo bastante parecido.

Internet está siendo evaluado desde una mirada juiciosa en la que no queda más remedio que regular. Ese rico espacio en el que parecía que podía instaurarse algo que si bien no terminábamos de entender mucho, nos encantaba ¡La Democracia!, ese ambiente artificioso donde la mitad son expresiones reales y la otra mitad son boots, algoritmos diseñados para contestar de manera automatizada a ciertos comentarios o a temáticas específicas.

Alguien decía que ahora ya todos somos reporteros con tener un celular en la mano y una cuenta de red social, sin embargo, quienes son reporteros de profesión saben que no se puede sacar una nota sin haber verificado la fuente, que deben cotejar las referencias y triangular los datos para no caer en contradicciones cuando la nota se publique; que además deben considerar que un evento no se analiza con un video de dos minutos y que el contexto lleva implicaciones complejas; pues así, con ese deleite por ignorar las reglas, nos hemos tomado el cuento de que somos políticos, ecónomos, reporteros y analistas de religión.

No se trata de denostar la personalidad de la ciudadanía participativa que se involucra en la mayoría de los temas porque no le son ajenos, le implican de cierto modo; sin embargo, en el mundo real la censura, la reglamentación y las normas son impuestas y operadas por personas, en internet son algoritmos los que deben identificar una palabra grosera, mensajes racistas o expresiones de categoría violenta para suspender la cuenta, sin analizar el sentido del mensaje, dejando pasar otros más graves o sin permitir un momento de reflexión para quien lo emitió. Estamos perdiendo el terreno en donde sólo los seres humanos teníamos jurisdicción: el de la comunicación.

En este partido de futbol nos estamos metiendo un autogol, nosotros mismos somos los que estamos derribando un instrumento de participación ciudadana muy rico, por no respetar las leyes que vivimos en la cotidianidad cuando nos mudamos al ámbito virtual; algunas redes ya están trabajando en la evaluación de sus modos y medios de control, porque te recuerdo que todas tienen dueño, todas tienen intereses, y muchas de ellas ya saben cuál es su fecha de caducidad.

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E-mail: isa venegas@hotmail.com

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JALISCO

Un comienzo con luces y sombras de Lemus en tragedia de desaparecidos

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Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac //

La crisis de desapariciones en México, y particularmente en Jalisco, es una herida abierta que refleja la descomposición del tejido social y la incapacidad del Estado para garantizar la seguridad y la justicia con gobernantes que han evadido su responsabilidad, minimizando el grave problema.

La llegada de Pablo Lemus al Gobierno de Jalisco despierta una mezcla de esperanza y escepticismo en un estado que carga con la vergüenza de ser líder nacional en desapariciones, con más de 15,000 personas perdidas en las sombras.

Lemus ha dado pasos iniciales que, al menos en el discurso, reconocen la gravedad del problema, algo que su predecesor, Enrique Alfaro, evitó con frases desafortunadas que culpaban a las víctimas, culpando a los medios de magnificar el problema.

La creación de la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de Personas Desaparecidas, aprobada en octubre de 2024 y jefaturada por Edna Montoya Sánchez, es una señal de intenciones. Promete centralizar esfuerzos, integrar tecnología forense y coordinarse con colectivos de buscadores, como Guerreros Buscadores de Jalisco. Reuniones con líderes como Indira Navarro, quien ha encontrado más fosas que muchas fiscalías, muestran una apertura que contrasta con el cerco de la administración anterior.

Sin embargo, las promesas no son nuevas. En 2018, Alfaro también anunció una “estrategia integral” que nunca llegó a puerto. La secretaría de Lemus, aunque bien intencionada, nace con dudas: el presupuesto de 65 millones 200 mil pesos se ve muy bajo si se trata de enfrentar y buscar solución al principal problema de Jalisco.

¿Evitará la burocracia que asfixia a la Comisión de Búsqueda? El anuncio de mesas de trabajo con la Universidad de Guadalajara y la FEU es positivo, pero suena a eco de iniciativas pasadas que se diluyeron en foros sin impacto.

Más preocupante es la falta de claridad sobre cómo enfrentará a la criminalidad tan poderosa en la entidad. Su respaldo a la investigación federal sobre el campo de entrenamiento y supuesto crematorio en el Izaguirre Ranch de Teuchitlán en marzo de 2025 sugiere disposición a colaborar con la Federación, pero delegar responsabilidades no basta en un estado donde la complicidad local es un secreto a voces.

Recursos, pero con condiciones

Jalisco no es cualquier estado. Con un presupuesto de 174 mil millones de pesos en 2024 y una economía pujante, Lemus tiene los medios para marcar una diferencia, pero solo si los usa con audacia. Puede transformar la Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas, hoy un elefante blanco, con investigadores capacitados y libres de nexos con el crimen.

Puede invertir en un Centro Regional de Identificación Humana, como el de Coahuila, para procesar los restos de las más de 1,000 fosas clandestinas halladas en el estado desde 2018. Puede, también, liderar un esfuerzo legislativo que garantice derechos a las familias de los desaparecidos, desde permisos laborales hasta fondos de reparación, algo que estados como Chihuahua han implementado con éxito.

Un plan sin excusas

Si Pablo quiere ser recordado como el gobernador que enfrentó la crisis de desaparecidos, debe actuar con medidas concretas y medibles, no con discursos. Primero, dotar a la Secretaría de Inteligencia y Búsqueda de al menos 500 millones de pesos anuales, suficientes para contratar forenses, analistas de inteligencia y equipo de geolocalización. Esta secretaría debe rendir cuentas trimestrales, con metas claras: localizar 1,000 personas vivas o restos identificados en dos años. Los colectivos, que han hecho el trabajo del Estado, deben tener un asiento permanente en su consejo asesor, no solo reuniones protocolarias.

Auditar la Fiscalía Estatal y la Comisión de Búsqueda. Casos como el de Teuchitlán, donde colectivos hallaron restos ignorados por las autoridades, son una bofetada a la confianza ciudadana. Depurar a funcionarios corruptos o negligentes es impostergable.

Crear un fondo estatal de 100 millones de pesos para las familias de los desaparecidos, cubriendo asistencia psicológica, legal y económica, como lo pidió Blanca Yolanda, cuyo caso sigue sin respuesta desde 2024.

Las buscadoras, como Indira Navarro, necesitan escoltas en zonas de riesgo, tras episodios como la emboscada de Tlajomulco en 2023 que dejó seis policías muertos. Quinto, impulsar una campaña estatal que use estadios, escuelas y medios para educar y movilizar. Los Charros de Jalisco podrían dedicar juegos a las víctimas, y los artistas locales, como Alejandro Fernández, podrían sumarse a un mensaje de unidad.

El papel de la sociedad

La sociedad también tiene un rol. He visto cómo la indiferencia ciudadana perpetúa estas tragedias. Lemus debe convocar a los jaliscienses a romper el silencio, denunciando anónimamente fosas o apoyando a colectivos. Pero no puede cargar solo con la responsabilidad: la Comisión Estatal de Derechos Humanos, que dirige Luz del Carmen Godínez, designada en los tiempos del gobernador Enrique Alfaro, que ha sido tibia en el tema de los desaparecidos, debe asumir una actitud responsable y comprometida con las víctimas y un rol más protagónico, ya que se requiere su voz a favor de la justicia y poner un alto a esta tragedia que tanto dolor ha ocasionado entre las familias jaliscienses.

Pablo tiene mucho por hacer y sin duda este tema de los desaparecidos es su principal desafío: si logra resolverlo pasará a la historia como el mejor gobernador de los nuevos tiempos, un gobernador comprometido y responsable. Eso es lo que anhelan los jaliscienses, que hable menos y actúe con más determinación, con metas y resultados tangibles y medibles.

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JALISCO

Simulación vestida de protocolo: Los balcones del poder y la tragedia de los desaparecidos

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

Nada más ridículo, nada más infame, que la simulación vestida de protocolo. El jueves 10 de abril, mientras 20 rostros de estudiantes desaparecidos clamaban justicia desde las fichas pegadas en los muros del centro de Guadalajara, el equipo de comunicación del gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, montó su propio espectáculo desde el balcón del Palacio de Gobierno. No fue un acto de Estado. Fue un montaje. Un burdo teatro de crisis con telón de fondo, luces naturales y actores de reparto con cargo académico.

Allí estaban: la rectora general de la Universidad de Guadalajara, Karla Planter Pérez; la presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios, Zoé García Romero; y el secretario general universitario, César Barba Delgadillo. Todos ellos en fila, al sol, como si el guion les exigiera mostrar compromiso a base de insolación y sonrisa. Abajo, el dolor; arriba, la pose.

La escena no fue casual, fue deliberada. Y como suele ocurrir con las puestas en escena del poder, el tiempo fue el mejor cómplice. La cita originalmente pactada entre la rectora y el gobernador se iba a realizar en Casa Jalisco a las 11:30. Pero –¡oh divina coincidencia! – el encuentro se trasladó a Palacio de Gobierno a las 13:00 horas: justo cuando los estudiantes y familiares, con lágrimas y pancartas, tenían planeada su concentración frente al mismo edificio… ¡pura coincidencia!

¿Quién cree en coincidencias en política? Nadie con tres neuronas activas. Lo que vimos no fue la interrupción de una reunión para atender una protesta, sino la escenificación planeada de una falsa atención.

Lemus salió al balcón solo después de que los gritos desde la plaza lo obligaran. “¡gobernador, escúchanos, por favor!”, “¡somos estudiantes, no somos delincuentes!”, clamaban. Pero Lemus no se bajó a la plaza. En cambio, montó una mesa de trabajo a cielo abierto, en pleno balcón, como si los rayos del sol purificaran la hipocresía. ¿A quién carajos se le ocurrió ese patético espectáculo?

¿Y qué resultó de ese bochornoso espectáculo? La promesa de que habrá mesas de trabajo. Que habrá información. Que habrá coordinación con los tres niveles de gobierno. Palabrería hueca, reciclada de las promesas que no han impedido que Jalisco sea epicentro nacional de desapariciones. Que lo diga Teuchitlán. Que lo griten las familias que ya no duermen, que buscan en fosas y hospitales, en redes sociales y servicios forenses sobrepasados de cuerpos.

Lo más triste no fue Lemus. Fue ver a la rectora Karla Planter, a la dirigente estudiantil Zoé García y al secretario César Barba prestarse para semejante pantomima. ¿Qué hace una rectora sentada en un balcón mientras sus estudiantes exigen respuestas desde la calle? ¿A quién representa una líder estudiantil que se deja retratar como ornamento de la simulación institucional? ¿Dónde está la autonomía universitaria si el rectorado y su representación estudiantil se convierten en comparsa del Ejecutivo?

Planter, en un tuit posterior, habló de “coincidencias”. García Romero no cuestionó el cambio de sede ni de hora. Barba, en silencio. Y mientras tanto, la FEU difundía en sus redes: “¡Nos faltan estudiantes!”. ¿Nos faltan? Sí. Pero también nos sobran funcionarios indiferentes y dirigentes estudiantiles obedientes.

Los manifestantes pedían justicia, no una sesión de fotos. Exigían presencia del Estado, no una escena grotesca de conciliación ficticia. Lemus, experto en manejar el escaparate político, hizo lo que mejor sabe: montarse en una crisis para aprovechar una oportunidad. Nada nuevo. Así gobernó Zapopan. Así deslumbró en Guadalajara. Así inaugura su sexenio en Jalisco: entre cortinas, cámaras y balcones.

El mensaje no fue para las familias. Fue para los likes, para los reels, para los medios. Lo que logró el equipo de comunicación del gobierno de Jalisco fue una producción de redes sociales disfrazada de política pública. Una respuesta oportunista a una crisis estructural.

Pero lo más ofensivo fue que todo ocurrió unos días antes de Semana Santa, cuando los estudiantes están de vacaciones, cuando las escuelas están cerradas, cuando los pasillos universitarios están vacíos.

Este es el fondo del problema: mientras el dolor se expresa con marchas, el poder responde con puestas en escena. Mientras los familiares pegan fichas de búsqueda, el equipo de comunicación del gobernador pega frases hechas. Mientras se juega con el sufrimiento ajeno, se manipula a los medios con imágenes producidas desde Casa Jalisco.

Y no se engañen. Esto no es un error de cálculo, ni una falla de protocolo. Es estrategia. Es una narrativa de control que busca normalizar el horror con mesas, actas, sillas al sol y comunicados institucionales.

Pero hay cosas que no se maquillan. La ausencia de 20 estudiantes no se borra con videos. La responsabilidad del Estado no se elude con balconazos. La dignidad de una universidad pública no se entrega por un lugar en la escenografía oficial, olvidando que el líder moral del Grupo Universidad prefirió morir antes que claudicar… precisamente aprovechando las vísperas de una Semana Santa.

La gran pregunta que queda es: ¿hasta dónde están dispuestos los actores universitarios a prestarse al juego del Ejecutivo? Porque hoy, frente a todo Jalisco, su papel no fue el de contrapeso, sino el de patiños. Y si ese será el tono de los próximos seis años, entonces el guion está claro: los balcones seguirán llenos de sonrisas vacías, mientras las calles se llenan de nombres, rostros y ausencias.

Y ahí sí, ni con todos los reflectores del mundo podrán ocultar el vacío.

En X @DEPACHECOS

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NACIONALES

Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

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Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //

Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.

Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.

Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.

Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.

La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.

El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.

Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.

Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.

Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.

Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.

Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.

Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.

Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.

A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.

 

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