OPINIÓN
Circus maximus

Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //
El país enfrenta, y lo hará durante los próximos años, la peor crisis de su historia, pero la atención nacional está dirigida hacia las delaciones y confesiones de un corrupto. Sin duda es resultado del éxito de una narrativa impuesta desde el poder para recomponer la percepción negativa y disminuir el desacuerdo con el rumbo del gobierno.
Se requería un golpe espectacular, proporcional al tamaño de la crisis, para que el humor social se distraiga y la inconformidad no crezca ante la falta de resultados del gobierno, la ausencia de gobernanza y el exceso de autoritarismo. Nada más espectacular que sentar, aunque sea mediáticamente, en el banquillo de los acusados a un expresidente, o a dos si se puede, para desviar la discusión pública y cambiar el tema de los foros de discusión.
No se trata de discernir ahora si son culpables o no, sino de señalar la oportunidad y el manejo de los tiempos y las instituciones (¿independientes?), con fines evidentemente políticos, no de justicia.
Es de aplaudir que se aplique todo el rigor de la ley a quienes hayan abusado de su posición de privilegio para enriquecerse, para corromper, para envilecer la función pública, pero es censurable que esto se haga con criterios eminentemente políticos, más que jurídicos, y que además tenga un matiz claramente selectivo. Pareciera que la poco jurídica frase adjudicada a Benito Juárez, “a los amigos justicia y gracia, a los enemigos justicia a secas” está siendo aplicada con atingencia.
En el caso del corrupto, acusado y acusador, se ha ganado un trato de amigo por una taimada acción de su defensa, debido a la cual acusa sin probar y deja a la autoridad la responsabilidad de probar y acreditar jurídicamente sus temerarios dichos. No importa si al final, después de la batalla judicial, todo queda en infiernitos, la pólvora ya fue regada y él tiene asegurada una condición de privilegio. Poco importa que en su periodo como Director de Pemex, un subordinado suyo, que ahora cita como testigo, haya fundado el club del millón de dólares, como lo titula en su columna del 12 de agosto en El Universal, Mario Maldonado, mediante el cual los miembros aseguraban condiciones especiales en las adjudicaciones de contratos y otras turbias operaciones, al corrupto redomado hay que premiarlo a cambio de delaciones de dudosa procedencia.
Para un político y gobernante con su popularidad en declive y su gobierno en picada, la oportunidad de ofrecer al público la cabeza de un ex presidente es oro molido. Recuperar la narrativa sobre el combate a la corrupción, es una manera de exacerbar la irritación social que lo llevó al poder y una herramienta de comunicación política para la próxima campaña electoral del 2021, la cual, por los signos, girará otra vez sobre el tema corrupción y no sobre el pobre desempeño en el gobierno.
Durante el presente mes, han proliferado las noticias sobre investigaciones y detenciones contra funcionarios menores y filtraciones sobre la implicación de personalidades políticas. García Luna es personaje en las conferencias mañaneras junto con temas banales, mientras estamos por llegar a los 60 mil muertos por COVID19, el número de contagios aumenta por miles diarios y en ambos casos se acusa un sub registro, omisiones que nadie discute, así como la negligencia o ausencia de acciones para contener seriamente la pandemia. La economía y las finanzas nacionales se encuentran en el peor momento de los últimos 100 años, el desempleo en los niveles más altos, los ingresos familiares se reducen, los negocios cierran, la inseguridad y la presencia de organizaciones delictivas crecen, las instituciones y dependencias gubernamentales carecen de recursos para el desempeño de sus funciones, la inversión privada se retrae, la extranjera no llega, la presencia de los militares en la vida nacional se extiende a funciones fuera de sus atribuciones constitucionales, la Suprema Corte es lenta u omisa al resolver sobre controversias constitucionales y la constitucionalidad de leyes recientes. En pocas palabras, la peor crisis que haya experimentado México, pero los temas diarios alimentan el morbo, no la reflexión, buscan el aplauso inmediato y las loas al justiciero, mientras el país se deshace en sus manos.
Combatir la corrupción fue el principal compromiso del Presidente, y en dos años sólo estuvo presente en el discurso y no en las acciones. Hoy se retoma el compromiso y bien por eso, nadie quiere un México corrupto, pero tampoco un circo mediático para que la sanción se quede en los periódicos.
A los corruptos cárcel no canonjías, tampoco una administración de procesos e investigaciones para que coincidan con los tiempos electorales, eso es poco ético, oportunista y malicioso, un uso perverso de la ley para obtener una ganancia política. Ofrecer la cabeza de presuntos corruptos, sin juicio ni sentencia, es una reminiscencia romana de cuando la justicia la ejercían los leones.