OPINIÓN
La ‘versión incluyente’ del clásico: El Principito y la Principesa
																								
												
												
											Educación, por Isabel Venegas //
«Eres responsable para siempre de lo que has domesticado»
Esta semana escuchaba en el noticiero matutino el anuncio: ¡se prepara la nueva versión de “El principito” en su versión incluyente! Me pareció extraño porque ya en el 2018 se había hecho el lanzamiento de una edición de la obra de Antoine de Saint-Exupéry en un lenguaje femenino, de hecho desde esas fechas se registraba un gran rechazo por una amplia comunidad de admiradores a la obra original, y con ello se abría un debate al cual parece, todavía no le hemos entrado como se debe.
Si estamos hablando de un noticiero que dio una nota vieja (me he dado cuenta que resulta más frecuente de lo que parece), nos referimos entonces a lo que la editorial española Espejos Literarios hizo con la intención de «reformular las obras maestras de la literatura para dotar de significado a su carácter universal».
Una adaptación que convierte al protagonista en un personaje femenino, junto con la otra mitad de sus actores; la propia editorial se refiere a la obra: La Principesa es más que una simple traducción de género: es una obra reescrita a través de un nuevo universo de personajes que respeta lo esencial de la obra original; eso que, para Saint-Exupéry, es invisible a los ojos.
Desde mayo de 2018 cuando se lanzó la obra, las redes sociales comenzaron a registrar una serie de reacciones centradas en básicamente tres puntos: quienes no estaban de acuerdo en pensar la equidad de género a través de la conversión de personajes masculinos a femeninos; quienes se quejaron de la modificación a la narrativa original, estimando que se pierde el sentido filosófico y lo deja solo en una categoría cuentista, y quienes no compartían la visión de que para hacer menos violenta la estructura de la historia había que eliminar algunos fragmentos o personajes. Quitar escenas como la de la boa devorando a un elefante, o cambiar al cordero por una ternera ¿es determinante o en qué sentido lo es, cuando lo que se pretende es fortalecer la agenda por la equidad humana?
Comparto la crítica y lo hago como defensora de los derechos de las mujeres, habiendo vivido cada uno de los espacios de mi formación como una conquista que atesoro porque no solo ha sido un esfuerzo personal, sino el crecimiento de una sociedad en conjunto, que si bien es cierto tiene muy solidificadas conductas y comportamientos que van en menoscabo de las mujeres –principalmente-, también es verdad que hay avances, logros de quienes reconocieron la trascendencia y coordinaron sus acciones de manera efectiva.
Es precisamente por el querer dar valor a un movimiento al que todavía le falta mucho trabajo por hacer, que no se debe abordar con malas tácticas o incluso con estrategias pobres; hay un dicho que reza “de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”, y es especialmente cierto cuando en lugar de afrontar los grandes retos que tiene el movimiento de equidad de género, se distrae con ejercicios superfluos que solo hacen que se regodeen quienes los motivaron y que ven culminada su obra con la publicación de textos que no generan una conciencia mayor.
Más allá de la buena o mala lectura de lo que podría ser un simple refrito, y de estimar la estrategia por parecer una “venta de ganancia a la segura”, se encuentra la profundidad de las acciones que demanda una transformación social, como por ejemplo, cuando hemos visto que el “todos y todas” o el “todes” no solo distrae la atención de temas nucleares, sino que se convierte en una paradoja que termina siendo tan excluyente como lo que pretendía reducir en sus orígenes.
En su momento el libro del “Principito” logró romper esquemas porque abría la posibilidad de adentrarse a una reflexión filosófica desde un modo sencillo, operable para la mayoría de la sociedad; pensar que su conversión a un texto adaptado impactaría en los compromisos de la agenda de género, no parece haber funcionado como se pensaba.
Hay elementos que podemos considerar como vinculantes de la acción: con la pandemia se pudo observar que los índices de violencia al interior de los hogares se incrementaron, significa que si estábamos dejando de pelear era solo porque no estábamos en casa, pero las agresiones siguen ahí.
El concepto de “macho” sigue siendo el de aquel que es grande, fuerte y exitoso en la medida en la que “posee” muchas mujeres, y eso de poseer a las personas, tiene implicaciones de aniquilamiento en lo que el otro desea, anhela y puede hacer con su vida: esclavitud moderna, esclavitud que se perpetua. Las violaciones sexuales, los abusos físicos, en el ciberespacio o en el ámbito laboral, siguen teniendo latencia y operan de formas diversas.
La problemática es sumamente grave y cuando se maquillan con medidas estéticas, nos hacen olvidar la urgencia de atenderlas de fondo. De ahí que la convocatoria requiera de la movilización de las instituciones, la sociedad civil y todas las instrumentaciones posibles para poder articular de manera efectiva una revolución social. Pensemos en: ¿Cómo incide el sistema educativo ante esta problemática? Los libros y las publicaciones en general, son el principal instrumento socializador de reflexiones y discusiones a fondo; más allá de ser material didáctico diseñado para la escuela, los textos son oportunidades para articular la reflexión histórica, el análisis del presente y la planeación del futuro.
Reproducir obras literarias de todos los tiempos y reescribirlas con perspectiva de género debe lanzar a la reflexión profunda, porque si el principito dice: “eres responsable para siempre de lo que has domesticado”, se refiere más a los lazos que se han creado. La relación con la que se ha establecido un compromiso en defensa de la equidad de género implica estar al pendiente del proceso, de la coincidencia con el planteamiento de las intenciones, pero sobretodo de las percepciones que permanecen a pesar de los esfuerzos o que por el contrario, se afianzan en forma de rebeldía velada.
Hoy estamos viendo un movimiento (y no solo con el tema de la equidad de género) que no se reta a sí mismo, que debe hermanar fuerzas con otras corrientes de lucha humanitaria y que no se puede contentar fácilmente con elementos que no provoquen una transformación profunda y sustantiva. Todos estamos involucrados, somos parte del problema y víctimas del sistema, así que es urgente colaborar desde todas las trincheras posibles. Afortunadamente en el estado de Jalisco se está trabajando de manera sólida desde varios frentes, como por ejemplo el grupo del que formo parte – Colectivo 50+1 Jalisco-, espacio de diálogo abierto, reflexión y aportación. Te invito a que participes en este o en cualquiera de los ámbitos en que te encuentres; luchar por asegurar un mundo más justo y equitativo es un reto que nos asegura muchas cosas buenas por el puro hecho de luchar, en palabras del principito: “El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa_venegas@hotmail.com 
