OPINIÓN
Las contradicciones del Presidente: La confrontación, el signo del gobierno de la 4T

Comuna México, por Benjamín Mora Gómez //
Vivimos en medio de una crisis de comunidad, provocada por quien debería ser el principal promotor de la su unidad; lo grave y desesperanzador es que aquel quien nos divide no cambiará pues esa es su esencia que, además, le enorgullece.
Nos divide internamente y nos confronta con otros gobiernos nacionales como lo hace con el norteamericano en el caso de la detención del general Cienfuegos. Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores, ha manifestado el profundo descontento del gobierno mexicano –palabras duras en diplomacia- por no haber sido informado por el norteamericano de las acciones judiciales fraguadas más allá del Río Bravo.
Ebrard no intuye que quizá Trump y su gobierno no confían en la honestidad de López Obrador y su gobierno en temas de combate al narcotráfico.
Fiódor Dostoyevski fue uno de mis autores favoritos en mis años preuniversitarios; Crimen y Castigo fue el primero de sus libros que leí. De Fiódor recuerdo una frase que nos viene bien: Para callar hace falta mucho talento… ojalá, por las mañanas, le fuese regalado mayor talento el Presidente López Obrador, callando. Miente, injuria y se alimenta de su maledicencia. López Obrador no acepta que México es más grande que sus seis años de gobierno; lo intuye, quizá, pero se niega a reconocerlo, a comprenderlo y a interpretarlo y, por el contrario, le fastidia, frustra y enoja. No tardará en acusar al destino de ser parte de la mafia del poder. Se miente y engaña al romper con el viejo orden e imponer el suyo propio, de su 4T, de su sin sentido de vida y de su obnubilación sináptica.
Lo logros de López Obrador, como Presidente, son decepcionantes. Jamás la destrucción satisfizo a la gente de bien. La destrucción es identidad y obra del señor del averno. Los procedimientos del Presidente López Obrador me recuerdan a Nerón incendiando Roma para culpar a los cristianos; hoy AMLO incendia social, política y económicamente a México para culpar a quienes se oponen a él, a Morena y a su 4T. Nos dice que en el pasado están las culpas del presente por él enredado y la destrucción que él hace de nuestro futuro. ¡Absurdo y cobarde lavado de manos y responsabilidades al estilo Pilatos!
Hace unas semanas, FRENAAA logró reunir a más de 100 mil manifestantes en la Plaza de la Constitución y López Obrador hizo mofa de tal debilidad; este sábado 24 de octubre, gente de la 4T quiso mostrar mayor fuerza, convocando a un millón de amlovers y solo reunió a poco más de 5,700 manifestantes. Solo encuentro una respuesta posible: Ser amlover empieza a avergonzar. López Obrador llegó al poder por decepción social y con votos, y se irá por decepción social y por votos. La justicia inmanente sí existe.
La transformación nacional prometida por López Obrador, según advertimos por sus magros logros en sus dos primeros años de gobierno, es involutiva, enferma, muy enferma; centrada en sus delirios, enojos y caprichos que nos conducen a ser una nación y patria dormida; AMLO es semejante a Hipnos, dios griego del sueño. Hoy despertamos a sobresaltos en medio de esta pesadilla que se agravará en esta larga noche de seis años. Ayer, hoy y mañana, la 4T seguirá sumida en su propia oscuridad como sucedía en la cueva de Hipnos en dónde el sol no lograba brillar.
Cada nueva elección -tuya, mía y de todos- es la oportunidad de abrirnos a algo mejor. La llegada AMLO irrumpe en un momento de crisis por corrupción grave dentro el gobierno y las instituciones de la República, y de algunos empresarios y grupos delincuenciales, por eso parecía positiva; sin embargo, desde el momento en que asumió la presidencia de la República, López Obrador y Morena dejaron de ser la Esperanza de México y se mostraron como la peor copia de un pasado represivo y abusivo gubernamental. No, no quiero decir que, en ese México de antes, todo fuera necesariamente malo. Fue un México, en verdad, intenso, de irrupción en la modernidad y apertura al mundo, preparándose para un futuro mejor; hubo, debemos decirlo, hechos que nos dolieron y avergonzaron como el 2 de octubre que me tocó vivir como generación, que hoy, AMLO retoma y alienta en Chihuahua, por dar un ejemplo. Dicta rumbo entre los suyos y ello lo vuelve pequeño dictador. Valdría investigar en quién favoreció las candidaturas del gobernador de Guerrero y el presidente de Iguala involucrados en Ayotzinapa y encontraremos a López Obrador.
La Cuarta Transformación es peligrosa porque desorienta ya que no tiene un oriente que le marque rumbo. Es una transformación que provoca más crisis; es una crisis en la que cada uno, mujer y hombre, se adentra solo. La 4T le apuesta a la orfandad de la persona y la destrucción de la unidad en común, de la comunidad. Mientras, el presidente pretende jugar a ser el dador único y omnipresente de bienes públicos y felicidad, entregando dádivas gubernamentales vacías de orden y reglas, de contenido e impactos medibles. La República agoniza en medio de una esquizofrenia política que elimina al fideicomiso para la salud y eleva impuestos al internet en días en que la educación viaja por internet. Regala lo que no es suyo y destruye lo que pertenece a la República, a la nación, a la patria y al pueblo.
El Estado de Derecho muere cuando la palabra de un solo hombre es ley y orden; cuando se convierte en dictadura. La 4T se alía con lo menos lustre, digno y probo de la patria. Limpia de culpas a delincuentes del pasado mafioso sin que haya arrepentimiento y exonera sin mediar juicio pues juicio es lo que más falta al entendimiento presidencial.
El empeño grotesco de destrucción institucional es la principal causa del hipertrófico afán de poder de AMLO. México está en el riesgo más alto de inflamarse. El resentimiento social que ha alimentado se le volteará y le abandonará como lo hizo en Coahuila, Hidalgo y el Zócalo en la marcha del millón que no llegó ni a seis mil. Cuidó su investidura presidencial ante Javier Sicilia y lo hace ante los gobernadores que le confrontan fiscalmente, pero se olvidó de ella ante don Chapo y su familia, concretamente su madre.
Apostemos por aquellos que entiendan a la política como arte y ciencia de lo posible desde el esfuerzo conjunto; capaces de discernir, entender e interpretar la realidad de forma responsable antes de actuar; que poseen pensamiento inferencial, conceptual, lateral, divergente y synvergente; que son asertivos. Los hay y están ocultos en el pajar social y político. Encontrémoslos e invitémoslos a ser gobierno y legisladores este 2021. No necesitamos de plataformas político-electorales de sueños e ideales sino de plataformas que nos digan cómo se harán realidad lo que ahí se contenga, y cómo seremos partícipes de su construcción y beneficios; de cómo serán sustentables; necesitamos intuir nuevos derechos civiles, económicos, ambientales, políticos, culturales y humanos, y conocer cómo se convertirán en realidades legislativas exigibles. Estamos ante un reto distinto porque el mundo cambió y México es diferente. Actuemos en comunidad, aunque AMLO se enoje.
CARTÓN POLÍTICO
Edición 804: Lo piden los expertos: Una nueva Corte de Justicia sin extremos ideológicos
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JALISCO
La transparencia del fiscalizador

– Los Juegos del Poder, por Gabriel Ibarra Bourjac
En Jalisco, la transparencia y la rendición de cuentas deberían ser principios innegociables. Sin embargo, la resistencia del auditor superior del Estado, Jorge Alejandro Ortiz Ramírez, a ser auditado por la Unidad de Vigilancia del Congreso revela una paradoja alarmante: el encargado de fiscalizar el gasto público evade la supervisión.
Esta actitud, denunciada por David Rubén Ocampo Uribe, titular de la Unidad, y el diputado Alberto Alfaro García, presidente de la Comisión de Vigilancia, no solo cuestiona la integridad de la Auditoría Superior del Estado de Jalisco (ASEJ), sino que amenaza la confianza en el sistema democrático.
Desde el 10 de julio de 2025, cuando Ocampo asumió su cargo, Ortiz Ramírez ha bloqueado cualquier intento de revisión. Solicitudes de expedientes laborales, nóminas y contratos han sido ignoradas, y un encuentro institucional propuesto para el 19 de agosto quedó en el vacío. “Quería saber si todo está en regla. La respuesta fue negativa. Pedí una reunión pública con agenda común, y tampoco hubo respuesta”, relató Ocampo a Conciencia Pública.
Incluso se le prohibió a personal de la ASEJ pasarle llamadas, limitando el diálogo al secretario técnico, un subordinado que no puede sustituir al titular.
El diputado Alfaro, de Morena, califica esta resistencia como un desafío al Congreso y a la sociedad. “El auditor se siente intocable, como si fuera gobernador. Durante ocho años operó sin contralor, pero ahora que lo hay, se niega a colaborar”, afirmó.
Con el respaldo de 29 de 32 deputados al nombramiento de Ocampo, su legitimidad es incuestionable. “Sabe que abriremos la Caja de Pandora”, añadió, sugiriendo que Ortiz Ramírez teme revelar irregularidades.
La Constitución de Jalisco y la Ley de Rendición de Cuentas otorgan a la Unidad de Vigilancia facultades plenas para revisar la ASEJ sin necesidad de acuerdos previos de la Comisión de Vigilancia, como argumenta Ortiz Ramírez.
Esta interpretación “tecnicista” es, para Ocampo, un escudo para evadir la fiscalización. La pregunta es inevitable: ¿qué oculta el auditor? Denuncias internas apuntan a aviadores, nóminas infladas, “moches” por laudos laborales y tolerancia a incapacidades falsas avaladas por el IMSS.
Una figura clave en estas acusaciones es Sandra Verónica Márquez González, de la Dirección Jurídica, señalada por mantener personal inexistente en nómina y exigir pagos ilegales, prácticas que arrastra desde su paso por el Tribunal de Arbitraje y la Fiscalía, donde se le vinculó al “Clan Trevi” por cobros indebidos.
La ASEJ es un pilar estratégico del gobierno de Jalisco, con autonomía técnica y de gestión para garantizar imparcialidad en la fiscalización de un presupuesto cercano a los 200 mil millones de pesos. Su rol como contrapeso es crucial para generar confianza ciudadana.
Sin embargo, la resistencia de Ortiz Ramírez recuerda épocas oscuras de la Contaduría Mayor de Hacienda, antecesora de la ASEJ, donde se rumoraba que las cuentas públicas se “lavaban” mediante acuerdos entre bancadas legislativas. Funcionarios corruptos encontraban en estos arreglos una vía para encubrir irregularidades, otorgando un poder desmedido al titular del organismo.
Hoy, la ASEJ debería ser un modelo de integridad. El Plan Estatal de Desarrollo y Gobernanza 2024-2030, liderado por Cynthia Cantero Pacheco, establece la transparencia y la participación ciudadana como ejes rectores de la gestión pública. Este plan, construido con la voz de más de 675,000 jaliscienses, vincula el presupuesto a resultados medibles, exigiendo apertura y rendición de cuentas.
La opacidad de Ortiz Ramírez contradice este espíritu, debilitando la credibilidad de una institución que debería ser ejemplo.
La pasividad de otros actores institucionales agrava el problema. El silencio del Congreso en pleno y la inacción de la Fiscalía Anticorrupción alimentan percepciones de complicidad o indiferencia. Mientras, rumores de una posible reelección de Ortiz Ramírez, tras ocho años en el cargo, generan rechazo. “Un gobernador dura seis años y se va. Este señor pretende quedarse otros ocho. Es inadmisible”, sentenció Alfaro.
¿Cómo puede hablarse de rendición de cuentas si el fiscalizador se coloca por encima de la ley? La resistencia de Ortiz Ramírez no es un simple desencuentro burocrático; es una afrenta al sistema de pesos y contrapesos.
“La opacidad reina en la Auditoría. Si el auditor desconoce la ley, ¿cómo fiscaliza al estado?”, cuestiona Ocampo. La sociedad, cada vez más vigilante, exige respuestas. Ortiz Ramírez tiene una oportunidad: abrir las puertas de la ASEJ, entregar la información solicitada y demostrar que no hay nada que ocultar. De lo contrario, su silencio seguirá alimentando sospechas de irregularidades.
La transparencia no es negociable, y Jalisco merece una Auditoría Superior que predique con el ejemplo. Es hora de que el fiscalizador rinda cuentas.
JALISCO
MC: espejismos de unidad y fractura a la vista

– Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco
Movimiento Ciudadano en Jalisco ya abrió el telón de su renovación interna con la elección de 64 nuevos coordinadores municipales en la vieja casona de Av. La Paz. En apariencia, un ejercicio de normalidad partidista: discursos de unidad, promesas de cercanía con la gente, rostros nuevos para el escaparate y la certeza de que el partido naranja seguirá marcando la pauta en la política local.
Una postal impecable para las páginas de los diarios amigos… pero un espejismo apenas capaz de ocultar las fracturas internas que corroen al partido naranja. Pues, bajo el barniz del entusiasmo, se esconde un mapa con claroscuros que la dirigencia difícilmente podrá negar.
Los números de la elección de 2024 fueron generosos en sus bastiones metropolitanos: Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco volvieron a confirmar la hegemonía emecista. En la capital, 308 mil votos aseguraron la continuidad; Zapopan, con 323 mil sufragios, consolidó la plaza más codiciada del estado; y Tlajomulco refrendó, una vez más, su condición de vivero político del grupo alfarista con 94 mil papeletas a su favor. Una trinidad metropolitana que otorga poder y recursos, pero que no resuelve la fragilidad en el resto del estado.
Porque más allá del brillo urbano, MC perdió terreno en Puerto Vallarta —joya turística entregada al PVEM en sociedad con Morena—, cedió Ciudad Guzmán, enclave agroindustrial del sur, y vio escaparse Tepatitlán, bastión alteño que durante años se pensó inmune a los embates opositores. En Tlaquepaque y Tonalá, el retroceso fue aún más doloroso: en el primero, los 109 mil votos no alcanzaron para retener la presidencia municipal; en el segundo, apenas 47 mil sufragios lo relegaron a un segundo lugar incómodo detrás de Morena. Un tropiezo estratégico en el oriente metropolitano que desnuda la vulnerabilidad del proyecto.
Mirza Flores, encargada de administrar esta renovación interna, habla de “liderazgos de territorio, cercanos a la gente”. El discurso suena bien, pero la tarea es monumental: reconstruir la cohesión de un partido que, en su expansión, ha multiplicado corrientes, intereses y pleitos internos. Porque el problema no es solo perder municipios: es perderlos mientras el partido se enreda en disputas de candidaturas, pugnas entre cuadros y una dirigencia que debe demostrar que puede arbitrar sin fracturar.
Los números distritales tampoco ayudan: de 20 distritos locales, MC apenas ganó 6; de los federales, ninguno y los plurinominales fueron para los exfuncionarios que necesitaban fuero y los “liderazgos” escogidos. Esto significa que, aunque controla alcaldías claves, su voz legislativa es reducida y carece de peso real en el Congreso federal.
Un contraste brutal: músculo en los municipios, anemia en las cámaras. Y esa asimetría no se corrige con discursos ni asambleas, sino con operación política en campo, con la capacidad de seducir al votante rural, al comerciante alteño, al campesino del sur que aún ve en el naranja una marca citadina, aburguesada y distante.
Pero lo verdaderamente corrosivo no está en las urnas, sino en los pasillos. La disputa Alfaro–Lemus ha dejado de ser un rumor y se ha convertido en un hecho palpable. Enrique Alfaro se resiste a entregar el control de candidaturas y cuadros, mientras Pablo Lemus mueve sus piezas con paciencia quirúrgica, tejiendo su propia red de operadores que responden solo a él. Entre ambos, Mirza Flores aparece como árbitro incómodo, obligada a conciliar lo irreconciliable: mantener la disciplina de un ejército que ya no reconoce un solo general.
El grupo Alfaro–Lemus sabe que esta es su última gran prueba antes de 2027. Si logran ordenar candidaturas y mantener la paz interna, MC llegará con posibilidades de sostener el gobierno estatal. Pero si insisten en los métodos de imposición y en los arreglos de cúpula, el costo será alto: perderán distritos clave, y con ellos, la capacidad de negociar en el Congreso y de sostener el control territorial.
Los cuadros históricos, los que alguna vez creyeron en la “ola naranja” como una alternativa fresca, se encuentran marginados o desplazados por nuevas caras que responden a intereses de grupo. La operación interna dejó cicatrices: candidaturas impuestas, militantes que sienten haber sido utilizados y un éxodo silencioso hacia Morena y el PVEM que ya se empieza a notar en las regiones.
En política, decía siempre la vieja guardia, no basta con administrar victorias: hay que blindarlas. Movimiento Ciudadano gobierna hoy con holgura en las ciudades, pero su debilidad en la periferia y en el interior del estado es evidente. Las plazas que perdió en 2024 son recordatorio de que el poder es un animal volátil: se escurre por las rendijas más pequeñas y muerde cuando menos se le espera.
La renovación municipal, que en el discurso se vende como ejercicio democrático, en los hechos es un intento de tapar grietas con retórica. En lugar de cohesión, lo que se advierte es una carrera por controlar posiciones rumbo al 2027. Cada comité local es, en realidad, una ficha en el tablero de negociación entre Alfaro y Lemus.
La batalla del 2027 no se jugará únicamente en los edificios de avenida Hidalgo o en los mítines de funcionarios públicos en la Casa Ciudadana. Se librará en los tianguis de Tonalá -donde el Ayuntamiento ha prendido focos rojos-, en los talleres de Arandas -Cuando se habla de la inseguridad que hay en las carreteras de la zona-, en los mercados de Lagos de Moreno -Al momento de hablar de un nuevo ejecutado o desaparecido- y en las colonias populares de Tlaquepaque -Explicando por qué el SIAPA no otorga el servicio que cobra: agua-. Ahí, donde los discursos sobran y lo que cuenta son los servicios públicos, la seguridad y la cercanía real de quienes gobiernan.
La verdadera batalla de 2027 no será contra Morena ni contra el PVEM. Será contra sí mismo. Porque, como tantas veces en la historia política de este país, los partidos no caen por la fuerza del adversario, sino por la podredumbre que incuban dentro.
Hoy MC es un cascarón brillante en la superficie, pero carcomido por dentro. Se vende como movimiento fresco, pero huele ya a partido viejo: facciones enfrentadas, candidaturas negociadas en lo oscurito y un liderazgo que se desgasta en administrar pleitos en lugar de ganar territorios.
Si no corrigen el rumbo, el espejismo de unidad que hoy pregonan se desmoronará al primer soplo de la contienda. Y entonces, la historia no hablará de una derrota electoral, sino de un suicidio político en cámara lenta. Una crónica que, como tantas en la política mexicana, no se escribirá con tinta… sino con epitafios.
En X: @DEPACHECOS