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OPINIÓN

Indisciplina social

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

El gobierno federal, semanas atrás, dio a conocer una “cartilla moral”. Su contenido va, de lo ramplón a lo cursi, circulan en redes sociales mensajes con más contenido y profundidad que en ese folleto oficial. Encomiable y necesario el empeño gubernamental por incidir en la formación de principios éticos y morales, pero resulta ridículo el esfuerzo y muy limitada la altura del propósito de un gobierno que tiene a su disposición todo el sistema educativo nacional.

Es correcto pensar que es en la familia donde se inculcan los valores fundamentales, pero errado y hasta ingenuo asumir, a la luz del comportamiento social, cada vez más individualizado y egocéntrico, que a partir de una cartilla moral, podrán modificarse patrones de comportamiento dictados por un modelo de vida regido por la necesidad de subsistir entre tanta desigualdad y falta de oportunidades.

En el sistema educativo nacional hace tiempo que la ética y el civismo dejaron de ser parte de los planes de estudios, al igual que las nociones elementales del pacto social que rigen la convivencia y el respeto al estado de derecho.

Porciones importantes del país, cuando menos 4 estados, Chiapas, Oaxaca, Michoacán y parte del antes D.F., están en manos de secciones gremiales que predican con el ejemplo el anarquismo y nulo respeto al gobierno y sus leyes. En las escuelas normales rurales no son diferentes los fundamentos que adquieren los futuros maestros y en las escuelas públicas, el civismo, el respeto a los símbolos nacionales, a los mayores y la solidaridad social están virtualmente ausentes de la enseñanza diaria.

Puede haber, y las hay, excepciones, y se agradece a los nobles maestros con vocación que atienden a sus alumnos, pero en términos generales la educación ha fracasado en la formación de generaciones que se integren a la sociedad para generar condiciones de armonía social y no de salvaje individualismo.

En la pandemia que nos aqueja es notoria la falta de disciplina social que mueva al conjunto en una sola dirección para combatir y derrotar al flagelo. Nos hemos tenido que encerrar para proteger nuestra persona, porque muchos de nuestros semejantes y nuestros gobernantes, privilegian sus derechos individuales a la protección del colectivo.

Desde el gobierno mismo se niegan a instrumentar medidas drásticas de protección porque dan prioridad a la popularidad del gobernante que al beneficio social. En sociedades como la japonesa, rica en valores, el respeto al prójimo mueve al colectivo a la adopción de medidas de responsabilidad ante todos, no solo ante sí mismos. En otras, culturalmente diferentes, la imposición de sanciones a quienes arriesguen la salud de los demás y el incumplimiento de las disposiciones restrictivas, son posibles porque existe el respeto a la autoridad y existe un estado de derecho que hace cumplir las normas dictadas para proteger la salud en emergencia nacional como ésta. En ellas la prioridad es el beneficio colectivo antes que el particular y especialmente, antes que la imagen del gobernante y por ello no dudan en aplicar medidas coercitivas y penas.

Los resultados en consecuencia son diferentes a los nuestros, hay menos muertes, menos contagios y sobre todo menos palabrería diaria, basta un aviso y la sociedad responde disciplinadamente, consciente de su responsabilidad social. En cambio aquí, en casi un año y más de cien mil muertes, todavía la autoridad no intenta frenar los contagios, deja a la sociedad, ese núcleo desprovisto en su mayoría de disciplina y conciencia social la responsabilidad del confinamiento voluntario, la autoprotección como única medida, y de su parte, un ridículo número de pruebas, nulo o mínimo seguimiento a contagiados, remisión a sus domicilios para que la carga hospitalaria recaiga en la familia y se puedan presumir las camas vacías en los hospitales mientras los cementerios se saturan.

Y es ese gobierno el que ahora quiere dar lecciones de moral, leernos la cartilla para que sea transmitida a nietos y familiares. ¿Habremos visto mayor inmoralidad? Ante la ineptitud y la falta de disciplina social y solidaridad humana, apostamos al milagro de una vacuna y a la dudosa posibilidad de que el gobierno tenga eficiencia en su suministro. Un gobierno que no ha podido llevar medicinas ni vacunas oportunamente, ofrece que ésta sí llegará a tiempo y a todos. Ni gobierno ni sociedad han estado a la altura del reto que significa esta pandemia interminable que a pesar de su gravedad es un mal que desnuda los males mayores que aquejan a México, ni sociedad ni gobierno tenemos actualmente las condiciones que se requieren para ser un país a la altura de nuestras aspiraciones.

Tocaría al gobierno, transformar esta terca realidad y para ello no bastan las cartillas morales, se ha visto ingenuo y carente de profundidad en sus diagnósticos, obnubilado por fijaciones ideológicas sin vigencia, mientras la sociedad se bate entre sus propias carencias, supliendo como puede las ausencias del gobierno, sin disciplina ni concierto. Pero eso tenemos, un gobierno impreparado, ñoño y radical, y una sociedad dividida que no acierta a protegerse a sí misma.

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