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OPINIÓN

La violencia contra mujeres en aumento: Día Internacional de la Mujer

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Educación, por Isabel Venegas //

Una de las cosas buenas que nos trajo esta pandemia fue la de dar tiempo y espacio para escucharnos de manera diferente; este 8 de marzo “Día Internacional de la Mujer” tal vez no haya marchas multitudinarias, ni mítines abarrotados, pero debe haber foros suficientes para que las ideas, los reclamos y las demandas de las mujeres se escuchen con fuerza y claridad.

La potencia de una lucha de décadas debe estar ahora en el diálogo; la comunicación de lo que viven las mujeres debe caber en el entendimiento de toda la sociedad, esto implica un esfuerzo de los mismos colectivos feministas a explorar nuevas formas de exponer sus ideas, así como a la sociedad abierta a escucharlas, porque es claro que éste es un problema tan complejo que no puede ser reducido a un -hombres vs. Mujeres-.

El movimiento feminista es un ejercicio de muchos años el cual ha representado grandes transformaciones, pero todavía sigue lejos de llegar al punto de equilibrio en el que las ellas se sientan libres, seguras y plenas, en tanto que a la sociedad en conjunto le hace falta fortalecer los vínculos de sana convivencia y armonía en general, sin estigmatizar al movimiento, ni minimizar sus demandas.

Hoy ya no es la discusión de las mujeres que necesitaban permiso especial para poder entrar a una universidad, o que preferían recluirse en un convento en lugar de tomar la opción de un matrimonio forzado (con sus asegunes en algunas zonas del país); el voto y la participación en espacios que significan la toma de decisiones, se ha ido abriendo cada vez más, pero al mismo tiempo nuevos dispositivos de control y dominación fueron emergiendo, ya no de manera formal sino en el currículum oculto, en lo que sucede fuera de la normatividad pero que opera con una fuerza igual, sigilosa y velada, que confunde y que imposibilita la acción clara de la ley y la justicia. Si bien es cierto que este movimiento ya no debiera identificarse con el término de “lucha” sino con el de “organización”, también es verdad que los apremios son enormes.

Para una mujer sigue siendo muy complicado identificarse como igual dentro de esquemas privilegiados para hombres, donde los puestos directivos y ejecutivos siguen tomando las decisiones en reuniones fuera de los espacios y horarios laborales, o donde no se habilitan instrumentos para que los vínculos familiares no se deterioren. Un gran porcentaje de mujeres siguen siendo quienes se hacen responsables tanto de sus trabajos (por los cuales se les paga un sueldo), como de las labores del hogar (administración, higiene, educación de los hijos, etc. en donde no se retribuye económicamente). Para muchas de ellas, el empoderamiento ha significado contraer más trabajo del que antes se tenía, y con ello los costos de un desgaste físico y emocional suelen saltar a la vista.

El equilibrio en los hogares mexicanos es la gran carencia de nuestra época, y ante la decadencia de las relaciones afectivas sólidas que son la base para proveer una madurez psico-emocional de los niños se observa una pista: tenemos pendiente el desarrollo de ambientes en los que puedan convivir tanto con papá como con mamá, desgraciadamente esta es una de las realidades que ya dejan ver sus consecuencias, puesto que varios estudios muestran que las generaciones de parejas jóvenes están queriendo volver a los esquemas de las décadas pasadas donde la madre se quedaba en casa para asegurar el cuidado y formación de los hijos, nuevas masculinidades que no se alcanzaron a forjar antes de dar marcha atrás.

Aunado a eso, la violencia contra las mujeres ha ido en aumento y tal parece que para muchas de ellas el término “lucha” sí se entiende como una guerra actual, como una disputa en la que la mayoría de las veces la factura termina siendo la vida misma. Historias desgarradoras donde ya no importa si los hijos están de frente a la tragedia, donde el odio se ha ido magnificando y la descomposición social se ve reflejada en ataques todos los días, a todas horas, en todos los ámbitos sociales.

Desde el 2016 la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) ya arrojaba datos muy preocupantes: el 44% de las mujeres habían sufrido violencia por parte de su actual o más reciente pareja; a esas cifras el confinamiento de casi todo el 2020 agregó la desesperación por la reducción de los ingresos económicos, pérdida de empleo, enfermedad, angustia y todos los agravantes que se dejan ver por aterradoras estadísticas. La Organización de las Naciones Unidas, ONU Mujeres, hizo las siguientes recomendaciones tras haber elaborado su análisis regional atendiendo la crisis sanitaria y las preocupantes cifras de nuestro país:

1.- Poner a las mujeres y niñas al centro de la respuesta a la emergencia y en la construcción de una solución duradera, con perspectiva de género y tomando en consideración el interés superior de la infancia.

2. Fortalecer las medidas de prevención, atención y protección a las mujeres y niñas víctimas de violencia, como parte central de las acciones para hacer frente a la emergencia que enfrenta el país a causa de la propagación del COVID-19.

3. Reforzar las acciones de prevención e insistir en la necesidad de construir nuevas relaciones sociales y familiares más igualitarias, que incluyan masculinidades positivas.

4. Asegurar que la recolección de datos se haga con desagregación por sexo y con perspectiva de género para poder atender de manera más eficiente la problemática.

5. Incluir a las mujeres, movimientos de mujeres y organizaciones de la sociedad civil en la construcción de la respuesta frente a la crisis generada por el COVID-19.

Trabajar en cada uno de estos ejes representa la preocupación por recuperar la sana conveniencia tanto para hombres como para mujeres, para los jóvenes, los niños y las niñas. Entre todas y todos debemos activar mecanismos para reducir los niveles de violencia, priorizar la formación de lazos fraternos y sanos desde el núcleo familiar, y habilitar instrumentos suficientes para que las denuncias por agresiones sean cada vez menos, y atendidas con mayor seriedad.

Este 8 de marzo es para reconocer el enorme talento de las mujeres en el deporte, la política, mujeres líderes empresariales, activistas, educadoras, médicas, enfermeras, agricultoras, afanadoras; mujeres que han decidido salir en búsqueda de sus sueños, conseguir la materialización de sus ideas, mientras seguimos trabajando en apoyar a aquellas que se han quedado con la ilusión de reconvertir sus historias, pero que no han contado con las oportunidades suficientes ante una serie de carencias individuales y estructurales.

Que sea este el momento para un ejercicio de auténtica empatía entre unos y otros; a estas alturas ya hemos demostrado que las mujeres no somos más débiles, ni tampoco más honestas, no somos más lindas, ni tampoco somos más manipulables, somos tan productivas, brillantes, fuertes y frágiles como los hombres, pero así como ellos, con la capacidad de desarrollar talentos de acuerdo a cada historia y formación, ahora es importante armonizar la individualidad y la colectividad. No todos los hombres tienen la competencia del liderazgo positivo, y no todos son capaces de subirse a un poste a reparar la electricidad. No son todos iguales, así como nosotras tampoco, esto se trata de estar en la libertad de desarrollar nuestro máximo potencial, sin descuidar los lazos afectivos que a la larga son el fundamento de cualquier sociedad.

Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar

E.mail: isa_venegas@hotmail.com

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