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Deserción escolar tras la pandemia: Estiman que alcanza 2.8 millones
Educación, por Isabel Venegas //
Estaban en la obra los albañiles, era un grupo como de 5 o 6 hombres de entre 35 y 50 años, acompañados por un adolescente como de 13 al que todos regañaban; le gritaban con mucho enojo porque no la armaba de chalán. Ciertamente José no sabía cómo hacer la mezcla, no había acomodado los ladrillos, ni podía subir –en dos patadas- el saco de cemento a la carretilla como lo hacía el resto de la cuadrilla.
Y es que él, apenas unas semanas atrás, había sido un joven estudiante de secundaria que si bien tenía una familia experta en trabajos de construcción, no se había puesto a hacerlo porque debía primero terminar el tercer grado. Sus papás estaban decididos a que él lograra (como pocos en la familia) terminar la preparatoria, y por esa razón no lo habían puesto a hacer trabajos pesados para no distraerlo de su formación.
Sucede –según me cuenta él mismo- que ya no pudo más, que sus papás fueron quienes le dijeron que eso de las clases en línea no servía para nada, así que mejor iba a dejar de estudiar lo que restaba del ciclo escolar para volver a inscribirse hasta el año siguiente, a ver si ya podía terminar la escuela como Dios manda.
Al igual que José, miles, cientos de miles… fueron millones, los niños y niñas que no pudieron con esta situación; no hubo computadoras o celulares suficientes y funcionales, faltó la red de internet o fue demasiado el dinero que se gastó en ponerle saldo casi cada dos días en recargas que se consumían los datos con una o dos videoconferencias. Copias e impresiones para la elaboración de fichas y tareas; muchos niños se enfrentaron a la carencia de un espacio físico adecuado para hacer la tarea o incluso del tiempo para poder atender todos los deberes.
Y es que el tiempo en la virtualidad se mide diferente, se avanza de otra forma, es más lento y tal parece que se aprende a través de un dinamismo que tampoco obedece de igual forma a cada asignatura y al modo en que estas estaban programadas; el diseño curricular debió atender a adecuaciones emergentes según las edades y los contextos.
Ciertamente no estábamos preparados, no sabíamos que un día el mundo escolar se iba a trastocar de esta manera y que íbamos a requerir de migrar a este escenario que nos retó de formas complejas; pero ya hemos cumplido todo un año y las cifras que presenta la plataforma “Statista” con respecto a la cantidad de estudiantes que abandonaron el ciclo escolar a raíz de la pandemia por Covid-19 son alarmantes.
Se estima el abandono escolar por nivel educativo en 2 millones 525 mil 330 estudiantes del nivel básico (preescolar, primaria, secundaria y bachillerato), así como 305 mil 089 del nivel superior (licenciaturas e ingenierías).
Los casos en los que se deja la escuela con la esperanza de retomarla al siguiente año no son un tema fácil de abordar, implica encontrar la relación con el trabajo infantil que ahora está fuera de control (algo que se suponía casi controlado en nuestro país); requiere también pensar que es muy probable que el regreso a clases presenciales deba ser escalonado, y al mantener tiempos demasiado cortos (dos horas al día, un día sí y otro no) para muchos padres de familia será más –conveniente- seguir dejando a los niños en pausa escolar. Para la mayoría de las empresas y de las instituciones el rigor de los horarios ya está volviendo a una muy complicada normalidad, pero obliga a pensar en la cantidad de casos en la que los tutores no tendrán capacidad de llevar a los niños y recogerlos a la salida.
El análisis de los datos arroja que la principal causa por la que muchos papás decidieron dar de baja a sus hijos, fue por la poca o nula funcionalidad de las clases a distancia. Se estima que esta cantidad representa al 10% de los niños inscritos en el sistema educativo.
Sin embargo, para el caso de la Secretaría de Educación Pública, un niño es considerado “dado de baja” solo cuando los padres o tutores han ido a recoger la documentación oficial tras haber hecho el pronunciamiento de voluntad, es decir, muchas escuelas siguen preocupadas por justificar calificaciones o mejorar las estadísticas de niños que dejaron de ir proponiendo remediales o exámenes extraordinarios, cuando en realidad ellos no están pensando en recuperar sus estudios sino hasta haber vuelto a su modo antiguo, de la forma en la que ellos lo conocieron. ¿Qué sucedería si eso no pasa en todo el ciclo escolar que viene?
La esperanza sigue siendo la vacunación, y al parecer el gobierno federal ya tiene listo el esquema para comenzar con la comunidad docente, para ello ha comprado un lote de vacunas de única aplicación. Se ha programado por semana a los diferentes estados de la República Mexicana dando prioridad según el semáforo de saturación hospitalaria; el deseo es que entre mayo y junio ya esté completado el esquema, mientras que al mismo tiempo se termina de vacunar con la primera y segunda aplicación a los adultos mayores.
Por otro lado, también se espera pasar al esquema de atención para los ciudadanos que tienen entre 50 y 59 años, y así sucesivamente se irá atendiendo a la población en su totalidad. Esos son los anhelos, pero los tiempos, los recursos y las reacciones irán marcando la pauta, hará falta conocer la capacidad real que se tiene para abastecer las vacunas, tanto del gobierno mexicano como de las farmacéuticas proveedoras, se necesita considerar también el porcentaje de personas que no se quieren vacunar por diversas razones, y las probabilidades de que en medio de todo este proceso no haya mutaciones que nos hagan partir nuevamente del punto cero.
Las cifras que estima Statista son al cierre del ciclo escolar pasado –agosto 2020-, estimaciones del INEGI a estas fechas ya suman un millón de estudiantes más, y centran su atención en las niñas y adolescentes que en situaciones de precariedad, ven con mayor índice de probabilidad la incidencia de no recuperar sus estudios.
Según el banco mundial, en su resumen ejecutivo del año pasado COVID19, enuncia: La deserción escolar aumentará y se concentrará en los grupos vulnerables. Cuando las escuelas reabrieron luego de cerca de un año académico de cierre debido a la crisis del ébola en Sierra Leona, la probabilidad de que las niñas fueran a la escuela era de 16 puntos porcentuales menos. Es probable que la mayor tasa de deserción sea acompañada por un aumento en el trabajo infantil y en los matrimonios infantiles de niños y adolescentes.
Finalmente será bueno considerar una estrategia como recurso particular que atienda esta realidad, porque de no dar una correcta lectura, es altamente probable que los niños que hoy dejan su escuela –principalmente en la adolescencia- creyendo que el siguiente año ya lo van a retomar, no tengan los recursos, ni las condiciones, ni el entusiasmo para volver al aula. Si los estudiantes abandonan la escuela para siempre ¿Cómo podríamos pensar en un México con menos injusticias y posibilidades reales de recuperación económica?
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa_venegas@hotmail.com
