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OPINIÓN

Aparentar

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

Corría el año de 1907 en nuestro país, se vivía la época porfiriana que ya presentaba varias problemáticas de estabilidad, hay que recordar que en enero de aquel año tuvo lugar la Huelga de Río Blanco, donde los obreros exigían mejores condiciones para trabajar (lo hacían alrededor de 13 horas diarias por sueldos míseros).

El resultado fue de cientos de obreros asesinados por el régimen existente, la tienda de raya fue quemada por los trabajadores y finalmente, cuando se reestableció el orden por las fuerzas militares, el gobierno de Porfirio Díaz a manera de compensación ofreció un banquete por el agravio… a los empresarios extranjeros propietarios de las fábricas afectadas por la huelga.

Ese año fue específicamente complicado para la economía mexicana, nuestro vecino del norte también presentaba problemas. En Estados Unidos, durante 1907 se dio el llamado “Pánico Financiero” cuando la bolsa de Nueva York cayó 51%, lógicamente esto afectó a nuestra golpeada economía. Bajo este complejo escenario, se dio la visita de Elihu Root a nuestro país, quien fungía como Secretario de Estado Norteamericano, durante la administración de Theodore Roosevelt. El gobierno mexicano, buscando dar una mejor imagen internacional, tomó una serie de medidas para aparentar que nuestro país tenía mayor opulencia de la existente. Esto nos remite a una interesante anécdota:

En aquella época, la élite gobernante consideraba que la vestimenta estaba directamente relacionada a la riqueza y al concepto de civilización; estaban convencidos de que era una necesidad imperante “civilizar a los indígenas” que eran la población más pobre, para ello consideraron retirarles el uso del tradicional calzón de manta que vestían y cambiarlo por algo más acorde a la época que se vivía. Así fue como las políticas de combate a la pobreza de aquel entonces, se enfocaron en “empantalonar” a la población masculina indígena, pues se creía que el uso forzoso de esta prenda los beneficiaría, ya que, al verse obligados a llevarlo, consumirían en su compra lo que antes gastaban en alcohol y por lo tanto serían más productivos.

En vísperas de la visita de Elihu Root a la capital mexicana, las autoridades regalaron 5,000 pantalones a los indígenas que vagaban o comerciaban en las calles, esto con la idea de aparentar riqueza y avances culturales ante el invitado de honor. En ese momento se creó un mercado negro, pues la mayoría de esas prendas de regalo fueron cambiadas por alimentos e insumos para el hogar, fallando así el engaño a nuestro visitante norteamericano. Evidentemente para la población marginada era mucho más importante comer que vestir pantalones. Así, un “programa social” que no entendía la cultura y las necesidades básicas de los más pobres, terminó fracasando.

Desde aquella triste anécdota, han pasado 114 años, pero parece que no hemos aprendido. Se siguen creando programas sociales electoreros que poco ayudan a combatir la marginación, planes que intentan solucionar la pobreza regalando dinero, sin combatir las causas de esta. Se siguen promoviendo sorteos y rifas para recaudar dinero en vez de eficientar la recaudación de impuestos y el manejo de los recursos financieros del estado. Nos seguimos endeudando para impulsar planes de reactivación económica que producen una baja cantidad empleos. A más de 18 meses de comenzar la pandemia se siguen tomando medidas a medias, contradictorias o que no ayudan a prevenir el contagio, pero sí afectan el desarrollo económico de nuestras comunidades. Al igual que en 1907 queremos solucionar los problemas aparentando.

La filosofía popular nos dice que el que no conoce la historia está condenado a repetirla. Esperemos que los actuales gobiernos y los que están por entrar, nos presenten soluciones de fondo a las problemáticas que enfrentamos diariamente, que se olviden de aparentar o de crear obras de relumbrón y se solucionen temas como el desabasto de agua, falta de drenaje, movilidad, contaminación, desigualdad, pobreza, violencia, etc.

Los pendientes son muchos y para afrontarlos, necesitamos buenos líderes con conocimiento del pasado y visión de futuro. Como diría Churchill: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones.”

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