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OPINIÓN

Decadencia cívica

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Por Benjamín Mora ///

Soy de esos hombres que al escuchar el Himno Nacional mexicano se ponen de pie y lo escucho con amor y respeto, orgulloso de todo su significado y de la historia que celoso guarda. Nuestro Himno Nacional es reconocido como uno de los himnos nacionales más hermosos del mundo.

En días pasados, en la ceremonia oficial federal por el Día de la Bandera, varios funcionarios del Gobierno federal fueron video grabados cuando, al entonarse el Himno Nacional, permanecieron sin rendir los honores a nuestra Bandera e Himno como lo ordena la Ley de la materia. Paco Ignacio Taibo II, por quien se cambió una ley para darle chamba de gobierno, se atrevió, en vez de saludar, a levantar su mano con la V de la Victoria… ¡Qué afrenta, qué vergüenza, que atrevimiento, qué incivilidad! Entre los secretarios de Estado se encontraba la señora Olga Sánchez Cordero, de Gobernación y ex ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, quien tampoco atinó a hacer lo correcto. El presidente Andrés Manuel López Obrador, al parecer, no saludó a la Bandera; esto no lo comprendo.

Había soldados presentes y ninguno, entiendo, expresó enojo ni ofensa ni defendió el honor de nuestra Bandera Nacional. Quizá se siente demasiado lejano el tiempo en que se daba la vida por nuestra Bandera mexicana. El gran Quinto Horacio Flaco, poeta lírico y sátiro en lengua latina, dijo: «Dulce et decorum est pro patria mori” (Dulce y honorable es morir por la patria).

Coincido con Joseph Wood Krutch, quien alguna vez señaló: “Cada vez que nace un valor, la existencia adquiere un nuevo significado; cada vez que uno muere, una parte de ese significado se desvanece”, ¿Qué de nuestra identidad nacional murió o se desdeñó con semejantes conductas irreverentes y antipatrióticas de quienes se eligió, entre millones de mexicanos, para encabezar la Cuarta Transformación?

Estoy convencido de que México debe evolucionar hacia otros estadios de vida política y comunitaria desde la realidad, la prudencia y la habilidad de sus gobernantes, empresarios, catedráticos e investigadores sociales, sociedad civil, ciudadanos, hombres y mujeres de todas las edades y de todos los rincones de México y en el extranjero; sin embargo, la Cuarta Transformación podría naufragar si sus conductores designados no tienen claro cómo se hace gobierno o, como en el caso de Taibo II, lo hace tan imprudencialmente.

Para servir desde el gobierno a un pueblo y una nación como México no basta con autoproclamarse poseedores de la verdad y del bien, limpios de conciencia; es menester entender el alto significado de entregarse: Hidalgo y los insurgentes nos dieron nación; Juárez y los liberales del siglo XIX nos dieron sentido de Patria; los revolucionarios nos dieron entendimiento de la Justicia Social y la Democracia.

Entonces, qué podemos esperar de estos funcionarios público de cara al futuro. Pareciera que “los neo juaristas del gobierno federal de hoy” no entienden ni saben qué significa el Oriente doctrinario ni del sentido de dignidad nacional.

 

Son monedas carentes de valor de cambio. En muchos casos, la real politik les permanece oculta y las estrategias que asumen se contraponen con la realidad nacional e internacional; y, en esos muchos casos, difícilmente aprenderán a ser buenos líderes pues no escuchan con atención lo que el pueblo tiene que decirles, demostrando ingratitud, falta de gentileza y pericia diplomática.

La anhelada transformación que México solo será posible si se gobierna con sabiduría. Por desgracia, la Cuarta Transformación se sustenta en la dádiva sin una visión clara y compartida del destino elegido. Que quede claro, el destino no está en solo acabar con la corrupción; ésta, tan importante, es solo tanto como quitar piedritas que estorban al andar.

Para servir a México, desde el sentir juarista, los funcionarios públicos deben dejar de lado toda voluntad caprichosa y sujetarse a las leyes, como lo señalara Benito Juárez García el 2 de julio de 1852 ante la X Legislatura Oaxaqueña. El arrebato de Paco Ignacio Taibo II de levantar la mano con la V de la Victoria es muestra evidente de una forma de ser inadmisible por caprichosa, y el desconocimiento mostrado de los demás funcionarios federales de cómo se entona el Himno Nacional y saluda a la Bandera son una delicada muestra de falta de cultura cívica.

Entendamos que el ejemplo, bueno o malo, define. Si se pretende tener a Juárez como modelo a seguir, es menester saber de su vida y convicciones; no hacerlo y proclamarse juarista es también un acto de corrupción, por mentiroso. Goethe dijo: “No hay nada más terrible que ver la ignorancia en movimiento” y hoy la ignorancia corre y se tropieza a cada rato. Ignorancia en la que se asoman el engaño y la vacuidad de funcionarios públicos. La pretendida Cuarta Transformación NO podrá realizarse, insisto, si quienes la implementen, desconocen el pasado nacional, el pensamiento de los hombres y mujeres que nos dieron las tres primeras transformaciones y no tienen bases cívicas. En el vacío nada es posible.

Hoy, creamos o no en la Cuarta Transformación, debemos dialogar y lograr empatías sobre nuestras aspiraciones colectivas al entender que éstas no pueden ceñirse a pronunciamientos simplistas como un “No a la Corrupción”, o un “No a la Sociedad Civil”, o un “No a las Estancias Infantiles” para terminar repartiendo, sin ton ni son, recursos públicos recaudados de quienes lo ganaron trabajando.

Las acciones “distributivas” que hoy emprende el Gobierno federal no abonan a lo colectivo y sí a un individualismo peligroso y quienes reciban tales recursos federales quizá –lo señalo- no logren medir las consecuencias de hacerse dependientes de gobernante. El presidente “hace ganar un ‘sueldo’ a quienes no trabajan por él” y eso a nada bueno conducirá. Desde hace días, hay quienes abandonan sus trabajos pues, sin esforzarse, ganan más que trabajando.

Estoy convencido de que crear flojos es otra forma de explotar al hombre y la mujer por el gobierno. El castigo para aquellos será depender del gobierno, y el castigo para éste será no recaudar lo suficiente, vía impuestos, para comprar tantas conciencias y voluntades; pero México también tendrá su castigo: Dejará de crecer y de competir, y dejará su lugar, en el concierto nacional e internacional, a otras naciones y otros pueblos.

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