OPINIÓN
La inquisición de las redes

Opinión, por Miguel Ángel Anaya //
El concepto de libertad es complejo, se puede entender como la facultad o capacidad del ser humano de actuar según sus valores, criterios y voluntad, sin mayores limitaciones que el respeto a la libertad de los demás; por su parte, la libertad de expresión es un derecho fundamental que protege la difusión de ideas por parte de individuos o colectivos sin temor a sufrir censuras o represalias, ésta se encuentra protegida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos -artículo 19- y en los artículos 6 y 7 de la Constitución Mexicana.
Tal vez el primer personaje histórico que luchó a favor de la libertad de expresión fue el inglés John Milton (1608-1674). Milton tuvo un matrimonio fallido en 1642 y a partir de esto, publicó la Doctrina y Disciplina del Divorcio en 1643, en este texto daba sus argumentos a favor de la separación marital por incompatibilidad de personalidades ¡Imaginen el escándalo en aquella época! No conforme con esto, Milton amplió sus postulados y en 1644 hizo una nueva publicación al respecto. Los ensayos intentaron ser censurados por el clero y el parlamento, así que John, (que cómo nos damos cuenta, era complicadito) escribió el ensayo La Areopagítica, donde hace referencia a algunos autores griegos, resaltando la importancia de la libertad de expresión y dónde se posicionaba a favor de la libertad de prensa.
Pasaron muchos años y en un transitar que ha sido por demás difícil, diversos autores, periodistas, escritores, divulgadores científicos, etc. se fueron abriendo camino hasta lograr una prensa más o menos libre. Después de muchos años se ha logrado garantizar que las y los ciudadanos de los países occidentales cuenten con un alto nivel de libertad de expresión… o así era hasta que llegaron las benditas redes sociales.
Las redes sociales han permitido que cualquier persona, desde cualquier parte del mundo, pueda mandar un mensaje que en cuestión de minutos logre viralizarse. Hoy, bajo el cobijo de la libertad de expresión, cualquier individuo puede opinar de medicina sin haberla estudiado, es capaz de emitir opiniones políticas sin tener idea de lo que habla o puede popularizarse con un tuit o comentario referente a economía sin tener conocimiento sobre ella.
Esto parece no representar problema para la comunidad digital, que nos invita (prácticamente nos obliga) a aceptar y compartir la opinión de cualquier persona, aunque carezca de argumentos científicos, históricos o del más mínimo sentido común.
En un hecho totalmente contradictorio, en el mundo actual, una serie de algoritmos o personas que regulan las redes sociales, pueden censurar cuentas de empresas o personas que incluyan algún tipo de lenguaje que se considere ofensivo, en estos tiempos alguien puede decir que la tierra es plana, que las vacunas son un sistema para instalarnos un chip, vender “productos milagrosos”, etc. Casi todo es permitido, pero si se señala algún error o imprecisión utilizando criterios científicos y el señalado se incomoda, se corre el riesgo ser censurado.
Esto nos lleva a un cuestionamiento ¿Por qué la libertad de expresión, protegida en la declaración de derechos humanos y en nuestra constitución política puede ser vulnerada por una plataforma digital? La respuesta podría ser que al registrarnos en una plataforma nos comprometemos a aceptar sus reglamentos, pero ¿acaso los reglamentos están por encima de los mandatos constitucionales? En este mundo digitalizado las redes sociales son casi monopólicas y se ha demostrado su participación en elecciones gubernamentales y en la definición de patrones de consumo y comportamiento de los ciudadanos y todo esto nos parece normal.
Las redes sociales, que en teoría deberían tender puentes de diálogo, que deberían ser un espacio para conocer distintos puntos de vista y practicar la tolerancia, en muchas ocasiones se vuelven el lugar donde se señala, se critica y casi se crucifica a quien piense distinto respecto de algunos temas sociales delicados, pareciera que sin darnos cuenta estamos envueltos en una distopía orwelliana. Seamos conscientes, de lo que compartimos en redes, pero también seamos cuidadosos de respetar y tolerar los puntos de vista del otro, no promovamos la polarización, no formemos parte de la inquisición de las redes sociales.
Sergio A Anaya Martinez
27 de septiembre de 2021 at 18:54
Definitivamente se tiene que legislar en redes sociales para asegurar libertad de expresión. Será complejo por ser de facto una de las expresiones más poderosas del 4o poder