OPINIÓN
Cuando los niños volvieron a amar la escuela
Educación, por Isabel Venegas //
Este ciclo escolar sigue demandando mucho ingenio y creatividad por parte de toda la comunidad escolar. En la mayoría de los planteles se ha tenido que implementar el modelo de trabajo híbrido que permite tener a una fracción de alumnos en el salón, mientras que el resto puede trabajar a distancia.
En muchas de las escuelas se ha fraccionado a los grupos en dos o tres partes para que los temas sean vistos con una parte y luego con otra. Es de entenderse que el programa de estudios se cumplirá cuando mucho a la mitad, pero también están las posibilidades de que esos aprendizajes sean más sustanciales y que la calidad de la educación tenga una oportunidad de demostrar que en la motivación de los estudiantes, los ambientes idóneos y la precisión de los contenidos, se tiene un diferencial contra la idea de cantidad – horas clase como sinónimo de idoneidad educativa.
Que un niño de secundaria asista una semana de manera presencial y otra permanezca en casa, abre la posibilidad a que entre en dinámicas menos estresantes, que tenga un acompañamiento para ir motivando a la autogestión del conocimiento y que pueda reflexionar sobre lo que se vio en clase durante el tiempo en el que contó con un profesor como guía directo y del aprendizaje por desarrollo próximo a sus compañeros de grupo.
Ahora tenemos que estar atentos ante el peligro de querer volver a ver siempre “ocupados” a los niños bajo la rigurosidad de una clase tras otra, de la cantidad de tareas que le demandan el horario de entrada a las 7 de la mañana y salida 2 o 3 de la tarde; para muchos la implicación de trabajar con la plataforma durante el tiempo que están en casa es la forma de pensarlos “aprovechando” el recurso, pero eso debe considerar el riesgo de una interpretación que desconfía los alcances que puede tener una nueva forma de ver la escuela desde la perspectiva de la autogestión personal donde los niños se organizan con total libertad, recuperan lecciones, indagan sobre los temas que más les interesan, etc.
Necesitamos apropiarnos de la escuela para los nuevos tiempos, un lugar donde las emociones se conectan con el interés por descubrir cosas asombrosas para cada uno de los niños que no solo abren sus ojos al mundo que los rodea, sino a su propio interior lleno de talentos, capacidades y áreas por trabajar.
Hoy las escuelas públicas que tenían sobrepoblación ven la riqueza de manejarse con grupos reducidos, con la capacidad que da al profesor la observación de los procesos que sus viven sus alumnos, y conectar desde la creación de vínculos más sólidos y reales. El peligro está también en saturar a los profesores con la carga de atender al grupo fracción a presencial, a los que tuvieron rezago académico del ciclo escolar (que en este caso son casi todos) y además retomar las tareas administrativas que solo sirven para simular, para cumplir reportes o para documentar procesos que se reflejan en lo cuantitativo, pero que se alejan de las vivencias que requieren de toda la atención y concentración de las comunidades académicas.
Estamos ante una era que cuenta con un cúmulo de posibilidades, ojalá que cada espacio se apropie de ellas y las potencie como los talentos de la parábola, porque si por miedo al rigor del “administrador” solo se contabilizan, se cuantifican y se entierran para no perderlos, lo que en realidad se esfuma es la ocasión de multiplicarlos en cada uno de nuestros estudiantes. Amar la escuela es en cierto sentido, volver a generar en los niños la capacidad de amar a su comunidad, de entenderse en la implicación del otro y en la otredad regularse sin perder su identidad.
Mat. y M. en C. Isabel Alejandra María Venegas Salazar
E-mail: isa venegas@hotmail.com
