OPINIÓN
Mas allá de la corrupción: Justicia sin perspectiva y sin contexto no es justicia
A título personal, por Armando Morquecho Camacho //
Como ya lo he comentado anteriormente en este espacio, trabajar por un sistema de justicia autónomo, eficiente, transparente y sólido debe ser la prioridad de cualquier país democrático y de libertades, esto debido a que la fuerza de una democracia no solamente se mide en base al nivel de participación ciudadana en los asuntos públicos, sino que también se mide en base a la fortaleza de sus órganos encargados de impartir justicia.
Sin justicia, no hay Estado de derecho, y sin Estado de derecho, no hay gobernanza, y sin gobernanza, la tarea del gobierno no solo se vuelve más complicada, sino que se vuelve casi imposible.
Por ello, un gran número de países invierten mucho tiempo y mucho dinero en buscar estrategias para fortalecer y eficientizar el trabajo de los impartidores de justicia, y no es para menos, al final de cuentas, esos servidores públicos tienen la responsabilidad de garantizarle al ciudadano certeza y seguridad jurídica.
En el caso de nuestro país, aunque ciertamente hace falta muchísimo que mejorar en una gran variedad de rubros, probablemente uno de los más importantes y que urge poner en el centro de atención del debate público es el que atañe a nuestro sistema de justicia.
Aunque en los últimos años se han socializado y promovido reformas importantes y ambiciosas al Poder Judicial de la Federación, con las que se busca ponerle fin a la corrupción y al influyentísimo que tanto daño hace a esta labor tan importante, me atrevo a decir que aún falta mucho por hacer.
Ciertamente, la corrupción es un mal endémico, y al igual que al influyentísimo, debemos erradicarla por completo de nuestra sociedad, no obstante, en los últimos años hemos cometido el error de creer que el único problema alrededor de la impartición de justicia en México es la corrupción, y no es así, la corrupción como tal, es uno de los males que forma parte de todo un problema estructural que debe ser atendido de manera integral.
Como país, podemos acabar con la corrupción, y ciertamente, nada me haría más feliz que eso, pero aun así, es importante reconocer y tener presentes que todos los problemas alrededor de este tema no desaparecerán tan fácil, ya que no todos emanan de la corrupción per se.
Cuando discutimos sobre las reformas que necesita el Poder Judicial o bien, el sistema de impartición de justicia en México, tendemos a enfocar el debate en los jueces corruptos y en las instituciones deterioradas por el mal actuar de los servidores públicos, pero olvidamos por completo que uno de los pilares más importantes de este sistema en particular no son los jueces como tal, sino el cuerpo normativo, ya que es justamente de los ordenamientos, leyes, códigos, reglamentos, etc. de donde parte el actuar de las autoridades que dan sentido a las instituciones.
Es así, que así como se habla de eliminar la corrupción y garantizar la imparcialidad y autonomía de la impartición de justicia, también es necesario hablar de que las leyes, no solamente son herramientas para imponer sanciones o establecer derecho y obligaciones, sino que también, son herramientas para mostrar de una forma u otra, una serie de valores y principios que rigen a una sociedad en particular.
De igual forma, las leyes, también sirven como un parámetro moral para medir y juzgar el comportamiento de las personas dentro de una comunidad, esto, para garantizar que el actuar de los individuos se apague a una serie de valores predominantes, y que en caso de que no sea así, se sancione de manera ejemplar a quien no se apegue a estos parámetros.
Ahora, el detalle con este punto, es que los valores y la moral como tal no son estáticos, sino que estos avanzan, se desarrollan y se actualizan conforme la sociedad avanza.
En ese sentido, poniendo el caso de México, evidentemente la moral y los valores de nuestra sociedad en 1940 o 1950, son totalmente diferentes a los que predominaban en 1990.
En los casos anteriores, los preceptos y principios legales se lograron adecuar, aunque con algunas fallas, a la realidad histórica y social de la época que acontecía.
No obstante, tanto México como el mundo han cambiado demasiado en los últimos 10 años y esto ha generado demasiados problemas y demasiados choques toda vez que nuestro sistema actual ha sido, hasta cierto punto, incapaz de adecuarse o contextualizar al desarrollo que nos ha ayudado a cambiar por completo nuestra forma de ver el mundo.
Es por ello, que el hecho de que en los últimos años, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, haya emprendido una agenda que incluye temas como el matrimonio igualitario, el aborto o la legalización de la marihuana, haciéndole así la chamba al legislativo, no solamente manda un mensaje de progresividad, sino que también manda un mensaje muy claro para aquellas personas encargas de crear y reformar leyes, este es: se están quedando atrás.
En México, en los últimos años, se ha invertido mucho tiempo y algo de dinero en hablar sobre los reformas que requiere el Poder Judicial para poder alcanzar su total transformación, pero dentro de ese discurso, en ningún momento se habla del papel tan importante que tienen los legisladores en la tarea de transformar el sistema de justicia repensando, rediseñando y orientando los ordenamientos y los valores que rigen nuestra vida en sociedad, para así lograr determinar si estos se adecuan a nuestra realidad.
Hablar de la búsqueda de un sistema de justicia eficiente va más allá de cuestionar el trabajo de los impartidores de justicia. Este ejercicio de reflexión también debe cuestionar la utilidad social y moral de las mismas normas.
