OPINIÓN
A tres años y un decretazo
 
																								
												
												
											Metástasis, por Flavio Mendoza //
La concentración en el Zócalo de la Ciudad de México, más allá de analizarlo desde el marco de las regulaciones sanitarias por la pandemia Covid-19, el autodenominado Zócalo Democrático fue nuevamente el escenario favorito de Andrés Manuel López Obrador para el culto a su persona, desde el cual desarrolló su clásica rutina de la mañanera en un formato vespertino, sin periodistas incómodos y con un público a modo.
Un nuevo informe de gobierno, su informe con sus ya acostumbrados “otros datos”, que describen a una potencia en desarrollo, un paraíso al que no le falta nada y que está en una transformación que trae el bienestar de todos, con sus ya acostumbradas frases “como nunca antes”, aunque los datos, los reales, comprobables y medibles digan exactamente lo contrario.
La historia de México parece repetirse, en un sexenio donde el presidencialismo tiene prácticamente el control de todos los poderes del Estado, pero, además, tiene subordinadas a las fuerzas armadas de México, cuyos mandos recibieron una mención especial en el discurso del presidente, destacando lo que ha sido una prioridad del actual gobierno, mantener activas a las fuerzas armadas a través de diversos proyectos de políticas públicas civiles, fuera de la estrategia nacional de seguridad. En otras palabras, la militarización del país.
Entre lo que más destacó, fue que a tres años de gobierno ya se sentaron las bases de la Cuarta Transformación del País, pero sobre todo, con ello la transformación de la mentalidad, dijo en su discurso, el que no podrán cambiar en un futuro, a lo que llamó una revolución de las conciencias. Al presidente se le veía cómodo, con un escenario similar a cuando era opositor, por momentos disfrutó emitir juicios contra sus opositores, culpando de todos los males a los presidentes del que él encasilla en el periodo neoliberal, para posteriormente decretar que la única solución de todo es la Cuarta Transformación.
Mientras el presidente habla de avances en materia de seguridad, el país cada vez más se tiñe de sangre, mientras dice que se invierte como nunca en educación y que terminó con la mal llamada reforma educativa, las escuelas están prácticamente en el abandono y el magisterio vive uno de los periodos con mayor incertidumbre, mientras presume la creación del Insabi y terminar con la corrupción en las compras de medicamento, pero el desabasto es el pan de cada día en las unidades médicas, principalmente en áreas de especialidades y aquellas enfermedades crónicas-degenerativas, mientras dice que el peso no se devalúa, los índices inflacionarios que emitió el INEGI dicen lo contrario, mientras el peso frente al dólar no deja de perder valor y sigue celebrando que las remesas estén en aumento, una contradicción a sus principios de gobierno, pues lejos de ser un logro de gobierno, son producto del esfuerzo de millones de mexicanos que se exiliaron de su patria para trabajar en un país emblemático del neoliberalismo, es decir, dinero producto de las oportunidades que da el neoliberalismo a nuestros paisanos.
El presidente presume las obras del gobierno de la Repúblico como la salvación económica del país, cambiando fechas de arranque como si fuese la fecha promesa de siempre, así mismo con los costos de inversión en ello, mientras decreta la opacidad de dicha inversión con el argumento de seguridad nacional, quizá sea lo único en materia de seguridad que protejan y resguarden. Ésta, una decisión que quizá aun no dimensionamos los mexicanos, que bien podría considerarse una acción digna de la autocracia validada por la oclocracia, porque lo que diferencia a este presidencialismo de anteriores es precisamente el gran respaldo que sigue teniendo del pueblo, manifiesto en esta convocatoria de recuentro en el Zócalo.
Pero quizá no vemos aún lo que es capaz de hacer el presidente a nombre del pueblo, sin emitir juicios o descalificaciones, me parece que uno de los momentos donde se puede empoderar aún más la figura presidencial sin duda será posterior al resultado del proceso de revocación del mandato, al que llamó a participar a todo el pueblo de México y del que si el resultado le favorece quizá veremos en la segunda mitad del sexenio a un presidente imparable, capaz de llevar a cabo cualquiera de sus más grandes anhelos o aspiraciones personales incluso por encima de la constitución.

