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MUNDO

Previsiones económicas para el 2022: Controlar la inflación se convierte en el gran desafío

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Economía Global, por Alberto Gómez-R. //

2022 representará importantes retos para el mundo, tanto para los individuos como para los gobiernos y, debido a la oleada de inestabilidad e incertidumbre, la gente buscará seguridades y firmeza. Grandes cambios en la economía, las finanzas, la tecnología, la geo-política y el consumo, se verán acelerados en el año que recién inicia, y reconformarán al mundo como ahora lo conocemos.

El alza en las tasas de interés en Estados Unidos seguirá creando un efecto en cadena que afectará al resto de las economías mundiales, y esto, aunado al crecimiento de la inflación, provocará una recesión económica prolongada, que impactará en el posicionamiento de aquel país como potencia económica dominante.

Michael Burry advirtió que el aumento de la inflación en EE. UU. no es simplemente un subproducto de la economía que se está abriendo nuevamente después de las restricciones pandémicas, y asintió con el hecho de que predijo el aumento, en un tweet ahora eliminado a las pocas horas.

«La inflación… ya no está reabriendo, amigos», tuiteó. «No es que nadie pudiera haber visto venir esto», agregó con sarcasmo.

El inversionista que saltó a la fama por «The Big Short» (el filme sobre la crisis financiera mundial del 2008 iniciada en EE.UU.) compartió un gráfico que muestra la inflación mes a mes y la división entre los factores de reapertura y no reapertura subyacentes a los aumentos de precios.

La mayor inflación en mayo, junio y julio fue impulsada por aumentos más pronunciados de los precios de vehículos usados ​​y de arrendamiento, seguros de automóviles, alojamiento, tarifas aéreas y comidas en restaurantes a medida que la economía se reabrió, mostró el gráfico de Burry.

Mientras tanto, el aumento sostenido en el Índice de Precios al Consumidor los últimos meses del 2021 -su mayor aumento desde 2008- fue impulsado en gran medida por los precios más altos de la energía y sectores que no reabrieron. (markets.businessinsider.com)

En otras palabras, la inflación se disparó en el verano porque la gente volvió a conducir, reservar vuelos y hoteles, y comer fuera después de los cierres durante el brote de COVID-19 en 2020 y 2021. Pero los precios subieron a la tasa anual más rápida en casi cuarenta años en octubre y noviembre, porque otras partes de la economía se recalentaron, como los picos de demanda de productos de consumo, lo que generó una escasez de estos y que contribuyó a la llamada “crisis de los contenedores” –cuellos de botella en la logística internacional-.

Burry, quien anticipó el colapso de la burbuja inmobiliaria de mediados de la década de 2000, destacó el riesgo de la inflación posterior a la reapertura ya en abril de 2020, semanas después de los primeros cierres en los EE. UU. debido a la pandemia.

Se puede comparar la trayectoria de inflación actual de Estados Unidos –que cerró con 6.8% en 2021- con el camino de la Alemania de Weimar hacia la hiperinflación en la década de 1920, luego de la derrota del Imperio alemán en la Primera Guerra Mundial, y la sobreimpresión de papel moneda para financiar la contienda; había una manía de mercado y una especulación desenfrenada entre los inversores de la nación europea antes de que los precios se elevaran incontrolablemente, un escenario muy similar al presente; en los últimos 20 meses el gobierno de Estados Unidos inyectó más de 11 billones de dólares entre estímulos para las empresas y cheques de ayuda para sus ciudadanos para aminorar el impacto en su economía por la pandemia del Covid-19, lo que incrementó el furor de las personas y las propias compañías por la compra de acciones y bonos, generando una espiral especulativa que ha elevado sus precios más allá de su valor real.

La hiperinflación de la República de Weimar (Alemania) ha sido considerada la mayor de la historia, pues durante la misma los precios de preguerra se llegaron a multiplicar por 14,000: una libra de pan llegó a costar 3000 millones de marcos; una libra de carne, 36 000 millones, y un vaso de cerveza, 4000 millones. Los salarios se cobraban en especie y los precios de los alimentos subían en muy poco tiempo: el de un café variaba entre el momento de pedirlo y el de pagarlo. (historia.nationalgeographic.com.es)

El gran reto que enfrentan actualmente los bancos centrales será el control de la inflación, que amenaza con disparase, en algunos casos a niveles impredecibles.

«La inflación que obtuvimos no es en absoluto la inflación que estábamos buscando», dijo el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell, en su conferencia de prensa después de que el comité de política monetaria de la Fed decidiera acelerar la ‘reducción’ de sus compras de bonos hasta finalizar el programa en marzo de 2022 y sugiriese que comenzará a subir su tasa de interés de política (la tasa de ‘fondos federales’) desde cero poco después de esa fecha.

En un análisis rápido sobre las declaraciones hechas a lo largo del 2021 de los bancos centrales de las principales economías del mundo, todas las proyecciones se han quedado cortas, incluyendo las del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial acerca del crecimiento económico global.

En este espacio de análisis se expuso hace meses lo que ahora se ve a todas luces: una rampante inflación mundial, que se agravará en 2022, lo que generará una mayor profundidad en el período recesivo del ciclo económico al acelerarse la caída de la aún reinante moneda de reserva, agudizado por la dolarización de muchas economías domésticas,.

El avance de China en el terreno geopolítico, tecnológico, militar y económico, pondrán a prueba las capacidades de su principal rival: Estados Unidos. El presidente Joe Biden tendrá que matizar su discurso respecto al gigante asiático, para intentar buscar un acercamiento que suavice las fuertes tensiones políticas iniciadas por su antecesor, Donald Trump.

El gobierno de Biden deberá tener mucho cuidado con sus próximos pasos hacia China, ya que el tema de Taiwán podría generar un conflicto bélico a gran escala, un escenario que nadie desea ver, pero que probablemente pueda suscitarse en algún momento antes del 2025 dadas las declaraciones del líder Xi Jinping acerca de la inminente “reunificación” de la isla al gobierno del Partido Comunista Chino, una guerra que, de presentarse, Estados Unidos perdería indudablemente por el declive de su poder militar ante la enorme capacidad armamentística china, y su insolvencia financiera para soportar un enfrentamiento de tal magnitud.

La dependencia de Estados Unidos y muchos de sus aliados a China, representa una gran fortaleza para el gobierno de Xi Jinping; el desarrollo de la tecnología 5G, la incorporación de los más avanzados logros tecnológicos a su aparato militar, así como la manufactura de la mayor cantidad de mercancías de consumo en los mercados occidentales, y ser ahora el más atractivo mercado de consumo a nivel mundial, colocan a China en un lugar privilegiado, con gran poder de negociación para cualquier aliado o rival.

Hacia el mes de noviembre, cuando se lleve a cabo la 20ª convención del Partido Comunista Chino, Xi Jinping buscará refrendar su liderazgo al frente del gobierno. Ningún otro líder chino desde Mao Tse-Tung ha logrado acumular gran cantidad de poder.

En el otro hemisferio, el mismo mes de noviembre, en Estados Unidos habrán de llevarse a cabo las elecciones intermedias, en las que, según se proyectan las encuestas, los demócratas perderán la mayoría, tanto en el senado como en la cámara de representantes, lo que debilitará aún más a la actual administración de Joe Biden; esto en medio de una gran inestabilidad político-social que seguirá creciendo a los largo del 2022, y con graves problemas económicos acentuándose.

Las predicciones económicas para 2022 son variadas y en algunos casos contradictorias, dependiendo de sus autores e intereses, pero lo cierto es que el año que inicia será disímbolo para las distintas regiones del planeta; mientras que para algunos bloques geo-económicos será una dura prueba que superar, en otros –y en específico para ciertos países- representará grandes oportunidades de crecimiento económico que, si se saben aprovechar, pueden ser el detonador para su desarrollo sostenido a largo plazo.

ELECCIONES EN BRASIL Y COLOMBIA

Para zonas de economías emergentes como Latinoamérica, será una oportunidad de crecimiento al aprovechar la alta demanda de alimentos, insumos y productos de manufactura externa de los países desarrollados. El crecimiento de la región dependerá en gran medida del logro de cierta estabilidad político-social de cada país.

El probable nuevo avance de los partidos social-democrátas marcaría una nueva agenda para América Latina si logran llegar al poder político en Costa Rica, Colombia y Brasil, países en los que se llevarán a cabo elecciones presidenciales, siendo estos dos últimos de gran peso en la región, y de gran importancia geopolítica. Un factor de suma importancia para el avance de las economías latinoamericanas será sin duda el control sanitario de la pandemia, y evitar nuevos cierres de negocios.

Asimismo, otro gran reto será el aumento en la factura por la importación de los alimentos que en 2021 afectó a los países en desarrollo, que gastaron en promedio 20 por ciento más por esas compras, indicó el último informe semestral de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Aunque el mercado global alimentario “muestra signos de una notable resistencia a las perturbaciones a lo largo de la pandemia covid-19”, según la FAO, el rápido aumento de los precios de los alimentos, de la energía y de la logística, plantea importantes problemas a los países más pobres y a los consumidores.

La cifra global de importación de alimentos alcanzó un récord en 2021, llegando a 1,75 billones (millones de millones) de dólares, un incremento de 14 por ciento respecto a 2020 y 12 por ciento más de lo que se estimó a finales del primer semestre del 2021.

El aumento se debe a la subida de los precios de los alimentos comercializados internacionalmente, y a que los costos de transporte se multiplicaron hasta por cinco.

Solo en el mes de octubre los precios de los alimentos subieron en conjunto tres por ciento y su alza anualizada se ubicó en 31,3 por ciento.

Por ejemplo, el precio internacional de los cereales aumentó 22,4 por ciento (trigo 38 por ciento) en un año, los lácteos 15,5 por ciento, el azúcar 40 por ciento y los aceites vegetales subieron hasta 9,6 por ciento en un solo mes.

Son aumentos difíciles de asumir por las regiones en desarrollo, que concentran 40 por ciento del total de las importaciones de alimentos, y la FAO calcula que gastaron en esas compras 20 por ciento más que en 2020. (rebelion.org)

Esos países enfrentan fuertes aumentos de los precios de alimentos básicos como cereales, grasas animales, aceites vegetales y semillas oleaginosas, mientras que alimentos como las frutas y las hortalizas, los productos de la pesca y las bebidas representan la mayor parte de los incrementos en las naciones desarrolladas.

Los análisis de la FAO muestran que un aumento en los precios de los insumos, como la energía, fertilizantes, plaguicidas, piensos y semillas, se traduce inmediatamente en precios más altos para los alimentos; lo anterior, aunado al cambio climático que provoca sequías prolongadas por un lado, y torrenciales lluvias que acaban con cientos de miles de áreas de cultivo, y la contaminación de las cuencas de ríos y sobreexplotación de reservas acuíferas, acentuarán con mayor severidad la escasez de alimentos, que ya se manifiesta de manera preocupante en algunas latitudes.

Los cambios en el mundo ocasionados por la pandemia del Covid-19 han acelerado los cambios hacia la economía digital; a nivel global, los trabajos a distancia se verán colapsar por el regreso a la presencialidad, lo que llevará a la instalación de modelos híbridos, casa-oficina, y probablemente a marcar más las diferencias laborales entre hombres y mujeres, ya que será mayoritaria la presencia física de los hombres en las oficinas, mientras que las mujeres preferirán continuar mayormente en la virtualidad según lo demuestran encuestas llevadas a cabo en distintos países del mundo; por otra parte, los empleadores prefieren tener a sus empleados la mayor parte del tiempo en la oficina, por lo que se tendrá que llegar a un punto medio en la nueva realidad laboral.

De 2022 en adelante cobrarán aún mayor importancia los empleos y sectores económicos referentes a la gestión del conocimiento, nuevas tecnologías (blockchain, IA, IoT, Big Data, Cybersecurity, Quantum Computing), finanzas descentralizadas (DeFi) y tecnología financiera (FinTech), ingeniería industrial, ciencias del comportamiento, neurociencias, marketing y supply chain.

En lo relativo a las DeFi, se expandirá el uso de Bitcoin como garantía para las finanzas tradicionales, y el uso de las criptomonedas seguirá creciendo a nivel global, a la par de ir avanzando su regulación en países de los cinco continentes, incluido México, en el que ha crecido de manera exponencial el interés por el mundo cripto, lo que seguirá impulsando la creación de un marco regulatorio.

2022 será sin duda alguna un año de grandes cambios gestándose desde inicios del 2020, que verán la luz en medio de un escenario global de alta incertidumbre y desconcierto, pero también de gran esperanza de mejoría para los ciudadanos del mundo.

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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