OPINIÓN
Diplomacia rupestre y cuestionada
																								
												
												
											Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //
Aprendí que la política es ciencia, arte y diplomacia que no está hecha para todos; sin embargo, una gran mayoría la aprende comiendo de todo sin hacer gestos; en ello está la gracia o la desgracia de las naciones y sus pueblos, así como la alta valía que muy pocos poseen.
Sucedió que un escorpión tenía la necesidad de cruzar un amplio y caudaloso rio en un país muy lejano. Para darnos una idea del referido rio diré que era semejante al Grijalva en Tabasco. Llevaba así 18 días de espera que le parecían 18 años. Entonces llegó una rana que se disponía a cruzar el rio a nado. El escorpión supo que su oportunidad al fin le había llegado. De prisa se acercó a la rana quien, conociendo el peligro que representaba para su vida el escorpión, dio tres brincos tan grandes como pudo, alejándose y guardando distancia, y pidió al escorpión la dejase seguir su camino. El escorpión le suplicó a la rana le ayudase a cruzar el rio y le prometió que no le atacaría con su aguijón, argumentando, con toda razón de que, si la mataba, él también moriría ahogado. La rana, tras reflexionar, se dejó convencer y aceptó. El escorpión se subió a su lomo y la rana empezó a nadar. Cuando iban a mitad del rio, el escorpión clavó su aguijón en la cabeza de la rana. Ésta sintió que la vida se le escapaba y le dijo a su asesino: “¿Qué has hecho, ahora los dos moriremos, yo por tu veneno y tú ahogado?” El escorpión solo alcanzó a decir: “No pude evitarlo, soy escorpión y esa es mi naturaleza”.
Hace más de tres años, y al día siguiente de que Andrés López Obrador ganase la elección que lo haría presidente, nos ofreció un discurso de triunfo y conciliación en la Plaza de la Constitución. Parecía que todo nos sería bueno por seis años… la realidad hoy es otra… es aquella que muchos temimos sufrir. Él fue constante en sus mentiras durante su campaña prometiendo lo que sabía le sería imposible cumplir; y mintió al ganar queriendo engañar.
La diplomacia es la expresión más elevada de la política y México siempre se distinguió por la inteligencia, gentileza, don de gente y saber de sus diplomáticos hasta que llegó la era cuaternaria del decaer nacional.
Tenemos a un presidente que aprendió que sus frustraciones políticas las podía apaciguar incendiando pozos petroleros en su natal Tabasco, y así se siguió, tomando el Paseo de la Reforma de la Ciudad de México y ahora, socavando las instituciones de la República. Es primitivo, es inmaduro; es, simplemente él mismo, siempre él mismo… siempre el mismo.
Sin entender la verdad que encierra la máxima de don Jesús Reyes Heroles sobre la forma y fondo en política, López Obrador propuso a Pedro Agustín Salmerón Sanginés como su embajador ante el pueblo y gobierno de Panamá; su canciller, Érika Mouynes, lo rechazó por razones de dignidad nacional. Panamá merece un mexicano o mexicana de mayor nivel y prestigio; alguien incuestionado en su vida personal. Ahora, el presidente tiene a Jesusa Rodríguez como su letra de cambio; Jesusa es una mujer de limitada inteligencia y muy pobre vivencia personal que rebaja el nivel de nuestro Senado, promotora de aquello que fumaba la cucaracha y le impedía caminar y del peyote.
Corren muchas versiones del porqué del rechazo hacia Pedro Salmerón, pero, desde luego, ninguna cercana a las sin razones de la Santa Inquisición que sugiriera el presidente López Obrador. No, no puedo imaginar a una mujer del nivel de Érika Mouynes: licenciada en Derecho y Ciencias Políticas, maestra en Derecho Corporativo por la Universidad de Nueva York y en Derecho Internacional por la Universidad de Berkeley, perdiéndose en juicios simples y caprichosos. Es una mujer de la mayor calidad humana.
El presidente López Obrador exige a Panamá respeto a sus caprichos diplomáticos. Pedro Salmerón fue acusado de acoso sexual por diversos grupos feministas, y pregunto si podría una feminista como Érika Mouynes, no tomar en cuenta a sus hermanas mexicanas. ¡Imposible! La ministra de Relaciones Exteriores panameña merece todo nuestro respeto no solo por su condición de mujer sino, sobre todo, por su alta investidura diplomática y trayectoria profesional.
Dicen que el pez muere por su propia boca y el presidente se extralimita en sus decires. Hacer públicos sus nombramientos diplomáticos sin contar con el beneplácito del país de destino es un gravísimo error de forma y fondo con graves consecuencias. Don Isidro Fabela, dijo: “Ningún Estado, por grande que sea, tiene derecho a provocar la degeneración de un pueblo pequeño que ama su dignidad y quiere ser libre”. Ante el mundo, nuestro presidente quedó mal parado y mostró el nivel de su soberbia; eso nos daña como nación. Genaro Estrada, Isidro Fabela y Bernardo Sepúlveda Amor, diplomáticos, deben estar muy dolidos.
El presidente López Obrador no entiende, ni quiere hacerlo, que toda relación humana está limitada por costumbres y leyes, igual que sucede en las relaciones diplomáticas.
Me encantaría que el presidente aprendiera a callar lo que falta a la verdad o es inoportuno, pero lo veo imposible; no fue formado para ser gentil y educado. Hace poco escuché a una comentarista de televisión decir con orgullo que ella es barrio y por ello es picapleitos. El presidente también lo es; clavará su aguijón, aunque ello lo hunda y a nosotros nos ahogue.
