MUNDO
Una guerra donde todos pierden: Rusia denuncia la amenaza bioterrorista de Ucrania y Estados Unidos
Opinión, por Cayetano Frías Frías //
El 24 de febrero la invasión rusa a Ucrania sorprendió a todo mundo, pero más a quienes experimentaban en una treintena de laboratorios con patógenos de la peste, ántrax, cólera y otras enfermedades mortales, dentro de un programa financiado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, con base en un convenio firmado desde 2005.
María Zajárova, secretaria de Estado adjunta para Asuntos Políticos de Rusia, lo describe así: “Desde los empleados de los laboratorios ucranianos se recibió la documentación sobre la destrucción de emergencia el 24 de febrero de patógenos especialmente peligrosos de la peste, ántrax, cólera y otras enfermedades mortales”.
En principio se denunció el hallazgo de 26 laboratorios, dentro de los cuales se encontró documentación sobre experimentos dirigidos a personas de nacionalidad rusa, sin que a la fecha se haya aclarado el objetivo final, aunque las autoridades norteamericanas han aceptado que se investigaban algunos coronavirus.
Las versiones sobre la gravedad de estos experimentos no se hicieron esperar. Ígor Konashénkov, portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, declaró que en los laboratorios de Ucrania a los cuales se les han destinado por lo menos 200 millones de dólares, se estaban desarrollando componentes de armas biológicas y después del inicio de la operación militar, norteamericano y ucranianos habrían destruido las evidencias de un programa de armas biológicas.
Zhao Lijian, ministro de Relaciones Exteriores de China, denunció luego que las fuerzas armadas de EU no solo tienen 26 laboratorios de este tipo en Ucrania, sino que alrededor del mundo suman por lo menos 336 ubicados en 30 de sus países aliados. El martes pasado, dijo que solicitaron a EU revelara detalles sobre los laboratorios biológicos en territorio ucraniano, de manera particular, que hiciera pública la información sobre los tipos de virus que almacenan y las investigaciones que llevan a cabo esas entidades.
«No estamos desarrollando armas biológicas o químicas dentro de Ucrania. Eso no está ocurriendo», respondió John Kirby, vocero del Pentágono en una conferencia de prensa, para luego tachar de ridículas y absurdas las denuncias de Rusia y China.
Ante la negativa para aclarar los objetivos de dichos laboratorios, Rusia convocó a una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), la cual se verificó el viernes pasado, con nulos resultados y cero explicaciones por parte de los indignados representantes de Estados Unidos.
Más patética la postura de la burocracia de la ONU, cuyo portavoz Stéphane Dujarric, declaró a la prensa al concluir esta reunión que no tienen la obligación de realizar una investigación sobre este tema, a menos que la Asamblea se los ordene.
Marco jurídico
Lo cierto es que la ONU tiene herramientas de sobra para investigar y aclarar estos hechos tan graves que tienen alcance mundial y directamente pueden causar mortandad en por lo menos 30 países, que es donde Estados Unidos tiene instalados este tipo de laboratorios. Desde Liberia, Camerún, Irak, Vietnam, Afganistán, Pakistán, es necesario que surjan explicaciones del porqué operan esos laboratorios de alta peligrosidad.
El mecanismo más idóneo es el tutelado en diciembre de 2011 a través de la Convención sobre la prohibición del desarrollo, la producción y el almacenamiento de armas bacteriológicas (biológicas) y toxicas y sobre su destrucción. También es soporte la Conferencia que reconoce el Protocolo de Ginebra de 1925, que prohíbe el empleo en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos.
Está además la Resolución 1540 del Consejo de Seguridad de la ONU, el cual afirma su apoyo a los tratados multilaterales que tienen por objeto eliminar o prevenir la proliferación de armas nucleares, químicas o biológicas, así como la Convención que prohíbe la producción y almacenamiento de las armas biológicas, la cual entró en vigor en marzo de 1976.
El Convenio de 2011 establece la obligación de los Estados que realicen experimentos o investigaciones con patógenos peligrosos, de presentar informes anuales sobre sus trabajos, los cuales siempre deben estar encaminados hacia la prevención y defensa, pues se establece claramente que a todos los firmantes les está prohibido la creación de armas biológicas. En este caso, ni Ucrania, ni Estados Unidos han cumplido con presentar dichos informes y tampoco los presentaron en esta sesión urgente del Consejo de Seguridad.
En el Artículo IV, numeral 16 del documento, se establece que “la Conferencia reafirma que, en cualesquiera circunstancias, el empleo de armas bacteriológicas (biológicas) y toxicas está efectivamente prohibido por la Convención”.
Y aunque el Artículo VI, numeral 29, faculta al Consejo de Seguridad a conocer de este tipo de denuncias y a 0rdenar al Secretario General de las Naciones Unidas que investigue estos casos, debe ser aprobado por los integrantes de este cuerpo colegiado, lo cual no ocurrió en la sesión del viernes.
LO que sí ocurrió es que Linda Thomas-Greenfield, embajadora de Estados Unidos ante la ONU, acusó a Rusia de mentir y difundir desinformación, para al mismo tiempo planear el uso de agentes químicos y biológicos contra Ucrania.
Desde Ginebra, el vocero de la Organización Mundial de la Salud, Tarik Jasarevic, recomendó al Ministerio de Sanidad de Ucrania y al resto de agencias responsables –sin citar por su nombre al Pentágono-, que destruyan los patógenos muy peligrosos para evitar que se propaguen por accidente y se proceda con un enfoque basado en la evaluación de los riesgos. La OMS parece no tener información de la situación que guardan estos laboratorios en zona de guerra y cuáles fuerzas militares los tienen bajo su custodia.
Lo cierto es que no hay certeza del manejo que el gobierno de Ucrania tiene de las instalaciones ni de los patógenos con alta peligrosidad. La ONU en su Convención de 2011 mandata la creación de una base de datos abierta a todos los Estados miembros, la cual evidentemente no existe pues ninguno de los países involucrados en este escándalo ha informado con claridad sobre su manejo y si estos laboratorios tutelados por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, son en realidad para crear armas biológicas.
Guerra extendida a medios de comunicación, mercados y energéticos
Aunque las hostilidades entre ejércitos no han trascendido físicamente más allá de los territorios de Ucrania y Rusia, la guerra se ha extendido en los fantasmas latentes del hambre, las armas nucleares, la supresión del comercio de energía, a la especulación inflacionaria y para colmo, en la censura general de los medios de comunicación.
Por lo pronto, la solicitud de ingreso de Ucrania en la UE podría llevar meses o años, según declaró el primer ministro holandés, Mark Rutte, al concluir primer día de la cumbre informal de la Unión Europea en Versalles.
En tanto, militares de Ucrania volaron el edificio del Instituto de Física y Tecnología de Kharkov, presuntamente para ocultar el trabajo sobre temas nucleares y donde habrían quedado atrapados alrededor de 50 empleados de la institución, según versión de Mikhail Mizintsev, jefe del Centro de Control de Defensa Nacional de la Federación Rusa.
La empresa YouTube eliminó el canal de Ahí Les Va y el de RT, el primero que tenía más de un millón de suscriptores y el segundo con una cantidad superior a 6 millones, como parte del boicot a los medios comunicación de origen ruso. El gobierno ruso por su parte, bloqueó la aplicación Instagram, del grupo Meta, por haber permitido difundir mensajes de odio contra el ejército y la población de Rusia.
En el tema energético, Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, declaró que es imposible dejar de comprar petróleo a Rusia: “No producimos mucho petróleo. Un tercio de nuestras importaciones de petróleo procede de Rusia. Si las detenemos ahora, dentro de unos días no podremos transportarnos”, dijo.
En tanto, desde Texas el secretario general de la OPEP, Mohammad Barkindo, declaró el 9 de marzo en el Foro Mundial de Energía, que el mundo no puede remplazar la participación de Rusia en las exportaciones de petróleo y pidió la despolitización energética. “Lo que está en juego aquí es la capacidad del mundo para satisfacer esta escasez percibida”, explicó.
El 9 de marzo, la secretaria de Comercio de EU, Gina Raimondo, amenazó a China con cerrar la empresa de semiconductores que es la más grande en el mundo, con oficinas en Estados Unidos, Japón e Italia, si insiste en ser neutral.
Por su parte, la subsecretaria para Asuntos Políticos, Victoria Nuland, dijo en su comparecencia ante el Congreso el día 9, que tanto Olaf Scholz como Emmanuel Macron, le advirtieron a Xi Jinping que “la neutralidad no es una opción”.
Estados Unidos también amenazó a Rusia con excluirlo del principio de reciprocidad en las transacciones comerciales, con lo cual tendría que pagar aranceles más elevados, con un trato igual al que reciben Corea del Norte y Cuba. Actualmente el rublo se ha depreciado hasta 76 por ciento frente al dólar, aunque sus principales reservas monetarias, las tiene en yuanes.
Rusia por su parte ya decretó cerrar las exportaciones de productos básicos hasta diciembre de 2022, además de amenazar con cerrar la exportación de petróleo y gas a Europa a través del Nord Stream 1, si los países occidentales insisten en las sanciones económicas. Esta medida, causaría emergencia humanitaria en Europa, pues como afirma el jefe de la OPEP, no existe abasto disponibles de productos del petróleo que remplacen la producción de Rusia.
En una información difundida por la Agencia Sputnik, se alerta sobre el riesgo de socavar la seguridad alimentaria a nivel internacional por fallas en la producción agrícola de Rusia y Ucrania, según advertencia del director de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Qu Dongyu.
Al ocupar el primer y quinto lugar en exportación de trigo respectivamente, se verían afectados 50 países directamente, en África del Norte, Asia y Oriente Medio, los cuales dependen en un 30 por ciento en el suministro de trigo.
Ambos países representan el 19 por ciento del suministro mundial de cebada, 14 por ciento de trigo y 4 por ciento de maíz, por lo que un escenario de hambruna si prosigue la guerra, no es lejano.
MUNDO
El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?
Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //
La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.
Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.
Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.
En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.
El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.
La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.
El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.
E-mail: samcg2002@gmail.com
MUNDO
Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.
Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.
Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.
Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.
El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.
La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.
En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.
Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.
Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.
Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.
Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.
Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.
MUNDO
En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales
Actualidad, por Alberto Gómez R. //
En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.
La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.
LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN
La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.
Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.
El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.
DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA
El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.
La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.
En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.
FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN
La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.
Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.
La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.
RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES
Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.
Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.
El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.
El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.
EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE
El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.
El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.
En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.
El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.
Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.
Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.
El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.
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