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OPINIÓN

Corrupción y espectáculo: Que les mochen las manos

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

La corrupción es un mal que además de dañar profundamente el tejido social, tiene hartos a todos los mexicanos que poco a poco, no solo dejan de confiar en el estado, sino que también, dejan de creer en los partidos y en los políticos que prometen mucho, que critican mucho, pero que cuando llegan al poder, hacen muy poco y se dedican únicamente a emprender persecuciones fundadas, mayoritariamente, en la sed de venganza.

Para ponerlo con otras palabras, la corrupción es ese compañero de la primaria que llevaba para almorzar un lonche de huevo que aunque apestaba todo el salón, nadie, ni los maestros, se animaban a pedirle que dejara de llevarlo o bien, que lo guardara en un tupperware porque para él, llevar eso para almorzar era una tradición que debido al silencio de quienes formaban parte de su entorno, se normalizó.

El impacto que la corrupción ha tenido en nuestra sociedad es enorme y ha penetrado en demasiados ámbitos de nuestra vida, es así que no había pasado ni un año de la pandemia, cuando ya había despachos que ofrecían el servicio de pruebas de COVID-19 con resultado positivo para así obtener incapacidades y no laborar esto pese a que estábamos en el auge del home office.

Por ello, los discursos contra la corrupción que prometen emprender una cacería contra todos los que según su dicho han desfalcado las arcas del gobierno han tenido tanto éxito para los políticos, especialmente para los políticos oportunistas que buscan influir en la intención del voto tocando temas sensibles.

El problema alrededor de todo esto es que pese a todos los discursos y pese a todas las cacerías que se han emprendido en los últimos años tanto a nivel nacional como a nivel estatal o bien, municipal en algunos casos, la corrupción sigue siendo un problema, sigue existiendo y el descaro con el que algunos funcionarios se sirven con la cuchara grande es cada vez mayor a un nivel que ya raya en lo absurdo.

Pero así como el descaro en el desvío de recursos o el mal uso intencionado de los mismos ya llegó a un absurdo, el discurso de combate a la corrupción ha llegado a un descaro tal, que en los últimos años hemos tenido joyitas como la del ex alcalde de San Blas, Nayarit, quien además de ser famoso actos de mal gusto como levantarle la falda a una mujer mientras bailaba con ella en un evento público, o por regalarle por su fiesta de XV años a la famosa Rubí un auto con dinero del gobierno, es muy conocido por esa legendaria frase de: ‘’sí robé, pero poquito’’.

La corrupción ha dañado a nuestra sociedad y probablemente, debido a ella, nuestra generación estará condenada, durante muchos años a pagar los platos rotos que esta ha causado, pero lo más interesante de este fenómeno es que por más paradójico que parezca, el discurso contra la corrupción y la detención de uno que otro político por este delito también forman parte de la lista de razones por la que este problema ha crecido tanto.

Lo anterior se debe a que pareciera que para muchos funcionarios, castigar a los corruptos del pasado es un ticket de inmunidad social que les permitirá a ellos robar lo que los otros no se pudieron robar sin ser juzgados por la sociedad, al fin y al cabo, ellos ya cumplieron encarcelando a quienes desfalcaron al estado, y eso, desde su perspectiva, los hace merecedores a hacer y deshacer sin ser observados.

Por ello, la corrupción es un ciclo que hasta el momento parece no tener un final claro, ya que entre los escándalos de corrupción y los encarcelamientos, también se han desarrollado discursos y justificaciones de lo más absurdo que solo terminan normalizando un problema que ha contribuido demasiado a la descomposición social.

Me refiero a esas absurdas justificaciones de: ‘’con nosotros había corrupción, pero las medicinas nunca faltaron’’, ‘’Los de antes robaron muchísimo más’’ o bien ‘’robaban, pero dejaban robar y había para todos’’.

Yo me pregunto: ¿como ciudadanos y electores qué se supone que debemos hacer ante este tipo de barbaries discursivas? ¿Quieren que les aplaudamos?, o ¿quieren que nos sintamos agradecidos de que pudieron hacernos más daño y no lo hicieron?

Pues gracias por su benevolencia, supongo.

Probablemente por el título de esta columna y por todo lo que he mencionado anteriormente ya sepan de que va la opinión de esta semana, y déjenme decirles, que sí, están en lo correcto.

Todo esto lo traigo a colación por la noticia nacional que ha sido la razón de ser de un montón de memes bastante divertidos: la detención de Jaime Rodríguez Calderón, mejor conocido como El Bronco, Gobernador de Nuevo León del 2015 al 2021.

El ex gobernador de Nuevo León fue detenido la semana pasada por presuntas irregularidades detectadas en la recolección de firmas para su entonces campaña presidencial del 2018, así como por el presunto desvío de recursos.

Evidentemente, ante esta detención, el amo y señor del espectáculo y de las redes sociales, el joven gobernador Samuel García, no perdió el tiempo y lanzó un increíble mensaje en el que refrendó su compromiso de luchar contra la corrupción.

Este mensaje, como era de esperarse le ha permitido separarse de sus posibles competidores en la carrera presidencial del 2024 ya que con una acción muy concreta ha logrado abrazar un discurso que todos los mexicanos esperamos oír y ver en acción.

Ahora bien, respecto al caso de El Bronco ciertamente no hay mucho que decir, la conclusión de este asunto es bastante sencilla: si la debe, que la pague.

En cuanto al joven gobernador, es necesario señalar que para combatir la corrupción en este país hace falta más que discursos electoreros y acciones mediáticas, es necesario que el estado tenga la voluntad política que se requiere para investigar todos los rastros de irregularidades tanto de la administración pasada, como de la actual, incluso si eso involucra a los personajes más cercanos al gobernador.

Pero más allá de eso, el joven gobernador de Nuevo León debe de tomar en cuenta lo siguiente:

Para combatir la corrupción, se necesita coherencia, congruencia, mucha voluntad y por último y no por eso menos importante, se necesita tener la conciencia muy limpia, ya que si el proyecto político falla, solito te vas a poner en bandeja de plata.

En razón de lo anterior, cierro esta columna preguntándome e invitándolos mis queridos lectores a preguntarse: ¿El joven gobernador y su equipo de colaboradores están libres de pecado o simplemente están comprando un ticket de entrada a la feria de justificaciones que veremos cuando inicie su campaña presidencial y se comience a cuestionar el origen de los recursos?

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