OPINIÓN
¿Hasta la victoria siempre?
Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //
México es un gran país, con sus claroscuros como la mayoría de los entes vivos. Nuestro país tiene una sed de referentes históricos; ya sea por malinchismo, una historia confusa o el abrumo de medios de comunicación, muchos de los referentes sociales, morales e históricos se remiten a personalidades extranjeras o personajes que poco aportaron a la construcción de una mejor comunidad.
De esta forma vemos por ejemplo las barras de futbol copiando cánticos argentinos, referencias de moda o música estadounidense, la admiración a políticos de distintos países dejando de lado los propios -y es que hay muy poco donde escoger- y la idolatría a “líderes sociales” como Salvador Allende o el Che Guevara.
En los últimos días se ha reavivado el recuerdo y la discusión sobre la tragedia ocurrida en Ayotzinapa aquel lamentable mes de septiembre de 2014 cuando 43 estudiantes normalistas resultaron desaparecidos, la versión histórica es conocida por todos, aunque se ha replanteado lo que fue contado por el gobierno y medios oficiales, la detención del ex fiscal general Jesús Murillo Karam ha vuelto a poner los reflectores hacia el caso.
Los discursos de los estudiantes han vuelto a tomar fuerza clamando justicia, sin embargo, hay algo que llama la atención: la carga ideológica de los discursos. Es de notar que muchas de las líneas discursivas de los estudiantes -de manera regular y hasta lógica con tendencias a la izquierda- se remiten a memorar la figura del Che Guevara o sus frases, la mayoría mencionan la frase “hasta la victoria siempre”.
Hay que recordar quien fue Ernesto Guevara. Nació en Rosario, Argentina en el año de 1928, después de una infancia complicada se graduó como médico por la Universidad de Buenos Aires, realizó un par de viajes por Latinoamérica y en 1954 llegó a México donde conoció a Fidel Castro, ahí se unió al movimiento del 26 de julio que planteaba hacer una revolución en Cuba. Al triunfo de la revolución cubana y con el visto bueno de Fidel Castro, “El Che” cogobernó con mano de hierro.
Ernesto Guevara no solo promovía las ideas marxistas-leninistas, las imponía a través de técnicas violentas e ilegales, utilizaba la fuerza del Estado para asesinar a sus detractores, ya fuera por medio directo o a través de juicios que duraban menos de una hora y no se atenían a ninguna práctica constitucional, una vez que se finalizaba el juicio fast track los acusados pasaban al paredón de fusilamiento.
Guevara no solo mataba a sus contrincantes, también fue impulsor de los “campos de trabajo”, conocidos como Unidad Militar de Ayuda a la Producción; estos fungían como campos de concentración, ahí se encerraban y torturaban a personas homosexuales, también eran obligados a realizar trabajos forzosos ya que el Che creía que la homosexualidad era contraria a su ideal de “hombre nuevo”, sobre el que se basaban sus ideales.
Después de revisar los antecedentes de Ernesto Guevara -mismos que se pueden encontrar en diversos artículos y documentales históricos- resulta muy decepcionante que estudiantes que clamen justicia por aquellos compañeros que fueron asesinados, utilicen como referente de sus protestas a una persona que realizó todo aquello por lo que exigen justicia.
El problema no es solo de los estudiantes; en general la sed de referentes históricos prominentes lleva a que las y los jóvenes idolatren o utilicen de referentes a integrantes del crimen organizado, políticos corruptos o celebridades que muy poco aportan para el desarrollo de un mejor país; mientras ellos sean el ejemplo a seguir de los jóvenes -y no tan jóvenes- sus ideologías estarán presentes y las bases morales y sociales del país se irán por el suelo.
Fomentemos mejores referentes, personajes que aporten a la cultura, que sean ejemplo de trabajo, de superación, que animen a las y los mexicanos a construir un mejor país. Replanteemos quienes son las personas que admiramos y porqué, repliquemos las cosas buenas, sigamos los mejores ejemplos.
