OPINIÓN
¡Ay Cristina!
Serendipity, por Benjamín Mora Gómez //
Cristina Fernández, vicepresidente de Argentina, vive tiempos extra. La bala que pudo matarla se encasquilló y ahora la vida le regala una nueva oportunidad para ser quien se ha negado a lo largo de su vida.
En un libro que escribo digo: “La vida nos fue dada para alcanzar todo lo que es digno de ser deseado, elegir el mejor camino y encontrar con quién compartirlo; y en ese camino, superar lo que nos duela y secar las lágrimas de quiénes amamos, enfocándonos en lo nos permita trascender; en ser, cada día, más conscientes de lo que nos rodea, más humanos en nuestros propósitos y más realistas y bondadosos en nuestras acciones”.
Cristina Fernández, como muchos en las cosas del poder, vive una doble vida marcada por una doble moral entre lo que declara y lo que hace.
El papa Francisco nos ha dicho: “El corrupto finge que es una persona honrada, pero al final su corazón está podrido”, y la señora Cristina Fernández es corrupta, muy corrupta y está podrida en su corazón y desde su alma, y por ello vive “con la muerte en el alma”, como también dice el papa Francisco. Ella y millones de mujeres y hombres del poder en el mundo no logran comprender que su misión es hacer de él, un espacio mejor para vivir y realizarse como personas con dignidad y buenaventura.
Cristina Fernández tiene la oportunidad de ser una mujer distinta y mejor, pero dudo que lo comprenda y acepte. El poder la tiene encenegada y seguirá de tumbo en tumbo por toda su vida, llevándose entre las piernas al pueblo maravilloso argentino.
Nos conocemos y conocemos a los demás por nuestras motivaciones, objetivos, caminos elegidos, acciones y puntos de vista. El mal del poder poder político está en apostar a lo exotérico, a los externo, a la forma sin fondo, al propósito con despropósito, al bien propio con el mal ajeno. No hay excepciones: No hay más seguridad que la que construyamos dentro de nosotros mismos; por ello, los politicos, en especial en América Latina, muchos son seres más que inseguros pues están siempre a la espera de las gracias de su mesías y por ello son serviles y rastreros. En México, las corcholatas del presidente son fiel reflejo de ese mal.
Con López Obrador muchos apostaron por el cambio sin entender que aquel sería un proceso complejo y a veces difícil, incluso doloroso, que obligaba a una profunda reflexión, enorme preparación y la aceptación consciente de todo lo que implicaba y obligaba, de todo el esfuerzo que traía consigo y a tener como base a la sinceridad y la verdad, al honor y la palabra; pero AMLO no lo dijo porque no le entiende. A cuatro años de la Cuarta Transformación, el cambio no existe. Las excusas sobran y los resultados decepcionan.
Ante el Cuarto Informe de Gobierno de López Obrador, él y nosostros debemos analizar nuestro presente y mirar a quienes le acompañan, reflexionar sobre las vivencias tenidas, sus experiencias y sus aprendizajes y luego juzgar lo bueno y malo. El cambio, para mi, ha sido más que malo, ha sido ¡pésimo! La oposición debe definir sus propósitos para que estos sean los más deseables y los más dignos para los mexicanos; los viables y posibles.
No hay duda, la oposición debe tomar la decisión de hacer las cosas de manera diferente a cómo las ha hecho López Obrador, pero sobretodo de ellos mismos en sus pasados de partidos hoy desacreditados. Su pasado político ha sido mucho más malo que bueno y digno, y es por ello que les invito, a los políticos, a leer Fernando Benítez en su Ruta de Hernán Cortés para no errar en sus alianzas y sus consecuencias.
De aquí en adelante, los políticos deben actuar sin herir para no arrepentirse mañana ni causar mayores traumas y arrepentimientos en el pueblo. La oposición debe compartirnos su visión de un mejor futuro para que nosostros, el pueblo de México, elijamos la historia que queremos se cuente de nosotros, así como de nuestros logros y bondades compartidas, y lo que habremos de heredar a nuestros hijos y nietos.
Debemos decidir sobre las actitudes que nos son buenas, propicias y nobles, y cuáles queremos conservar o debemos cambiar. Como lo he dicho, un cambio sin resultados distintos no es cambio, es solo una fantasía que llega a ser mentira, engaño y decepción, y base de una mal futuro.
Hay mucho por reconstruir. López Obrador es corrupto, muy corrupto. Dice no robar pero hunde al país, destruye instituciones, renace la pobreza superada, niega el derecho a la salud, construye obras sin futuro ni sentido de bienestar, subordina al Estado mexicano al ejército, abraza a los delincuentes y persigue al pueblo que le difiere.
López Obrador finje ser cristiano y miente, manipula, corrompe, pudre todo cuanto toca. Desde la psicología, una persona indolente, tal cual lo es López Obrador, describe a quien no se afecta o conmueve ante el dolor de nadie. Él, como todos los corruptos, es insensible al daño que ocasiona. La indolencia es causa y compañera inseparable de ladrones y criminales, y de políticos indignos y malas personas. Quien se sienta aludido, que reflexione y cambie.
