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NACIONALES

Adán militar

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Opinión, por Luis Manuel Robles Naya //

Casi al final del año anterior, escribí que el presidente había puesto la manzana prohibida de la tentación en el árbol institucional de la estructura militar, (Manzana envenenada, Conciencia Pública 29/11/21) y aparentemente parece que ya fue mordida y devorada por la alta jerarquía. El primer pecado evidente es el de la vanidad.

El modesto y sobrio uniforme que lucía el General Secretario en los inicios del régimen, ha dado paso a una lujosa y recargada vestimenta en los actos oficiales, ostentando medallas y condecoraciones como era común ver en los atuendos de los militares golpistas suramericanos del siglo pasado.

El siguiente es el de la soberbia que se expresa en la advertencia de retirar a las fuerzas armadas de las acciones de seguridad pública si no le dan todas las atribuciones, a sabiendas de que son ahora, por la ineficiencia y la fallida política de austeridad, la única opción para hacer frente al crimen organizado. Vendría después, pero será el de mayor importancia, el de la avaricia, como lo han dejado al descubierto las filtraciones del grupo Guacamaya, al pretender formar y operar una aerolínea, que junto con la administración de aeropuertos y trenes, conformarían un consorcio empresarial dedicado al turismo.

Tomando el significado de la palabra avaricia, según la RAE, afán desmedido de poseer riquezas para atesorarlas, y concediendo que no quisieran atesorarlas, se convertiría en codicia, que es el simple afán excesivo de riquezas sin la necesidad de querer atesorarlas, esto según Wikipedia se considera un pecado capital.

Pero dejando atrás el símil bíblico y la conducta venial de la jerarquía militar, a la que añadiríamos el término ilegal, pues nada de esto está en sus atribuciones constitucionales, por más que el presidente se afane en torcer la ley para permitirlo, ¿realmente el resto de la jerarquía militar comparte la ambición política y la visión empresarial del General Secretario, o solo asienten y consienten por disciplina? Porque me consta que en ese cuerpo existen oficiales y mandos con suficiente inteligencia y sentido común, como para saber que están entrando en un mundo empresarial en el que irrumpirían en evidente desventaja y estarían con ello comprometiendo la viabilidad de sus propias pensiones; pretexto presidencial para engañar al público desinformado pues ninguno de los proyectos que el presidente les está entregando tienen rentabilidad comercial y están condenados a depender del subsidio gubernamental para sostener cuando menos la operación diaria, sin que las utilidades falaces prometidas lleguen.

Es conocida la habilidad presidencial para envolver con su retórica a fieles e infieles seguidores, y a la vista de lo que se observa, el general secretario ha sido seducido por la misma, al grado de haber hecho a un lado la determinación de cuerpo del ejército de no participar en la política civil, comprometiendo así, la principal virtud de las fuerzas armadas, por la cual conservan el afecto y la confianza del pueblo.

No son políticos y por ello son confiables, son el brazo armado del gobierno para defender al pueblo pero no son el gobierno. Para el pueblo es lo mismo pero no es igual y esto es lo que está destruyendo la jerarquía militar. La manzana envenenada que les está entregando el presidente hará que pierdan esa confianza.

Puede entenderse y justificarse que las fuerzas armadas acepten estar en las ventanillas públicas, sujetos al trato continuo con el público de las aduanas y aeropuertos ante la ineficiencia de las estructuras civiles, desmanteladas por una errática política de austeridad y por la necedad de contratar como servidores a los leales y no a los capaces, pero no hay justificación para entender la asimilación de la inteligencia militar en los asuntos de policía y política civiles.

Con los Guacamaya leaks ha quedado evidenciado que el ejército espía a particulares y periodistas incomodos al régimen, y que existe una integración informal con el órgano de inteligencia del gobierno, antes CISEN, comandado por otro militar, lo que lleva a un aparato de inteligencia totalmente militarizado. La colaboración entre agencias es recomendable, sin embargo, no lo es que, la información militar concentrada para labores de seguridad nacional, sea utilizada para fines eminentemente de política interna interfiriendo con los procesos democráticos de deliberación y opinión pública que corresponden al ámbito civil, sin evidencia de que estén siendo aplicadas en la recuperación de la seguridad en muchas regiones del país asoladas por la delincuencia.

Son múltiples los indicadores de que las fuerzas armadas, o sus actuales jerarcas, están interviniendo en la vida pública y política del país, ya sea porque el presidente se los ha ordenado, porque así lo estén consintiendo o por la más alarmante opción, porque realmente quieran acumular poder e imponerse sobre el régimen civil. Lo que es evidente es que la manzana prohibida introducida por el presidente ha sido mordida y no se alcanza a ver, por ahora, hasta donde llegarán las consecuencias del pecado original.

El ejército mexicano, las fuerzas armadas en su conjunto, en el propio pecado llevarán la penitencia y no faltará mucho para que el pueblo les pierda el respeto, como a los curas infieles y a los políticos corruptos. Evitarlo será labor interna cuando vean con claridad que están siendo utilizados por políticos, para fines políticos, participando en política, por ambición o por mal entendida disciplina, muy alejados de su misión constitucional y de la tradición militar.

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