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MUNDO

Crecimiento mundial de 2.5% en 2023: Suenan las alarmas de economías en desarrollo

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Economía Global, por Alberto Gómez-R. //

Tal como se esperaba, se suman otras voces a la advertencia de una casi inminente recesión mundial, al tiempo que se encienden las alarmas en varios sectores: financiero, inmobiliario, energético, agrícola, tecnológico… estos factores están incidiendo en un momento que será definitorio para la humanidad en los próximos años.

Las medidas de política monetaria y fiscal en las economías avanzadas amenazan con poner freno al crecimiento de la economía mundial y prolongar su estancamiento, causando un daño aún peor que la crisis financiera de 2008 y la pandemia en 2020, advierte la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) en su Informe recién presentado sobre el Comercio y el Desarrollo de 2022.

Según el informe, las subidas de los tipos de interés y el endurecimiento de la política fiscal en las economías avanzadas, junto con las crisis en cadena derivadas de la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania, ya han convertido la desaceleración mundial en un retroceso, y el deseado “aterrizaje suave” parece improbable.

Durante una década en la cual se mantuvieron los tipos de interés en niveles históricamente bajos, los bancos centrales no lograron ni alcanzar sus metas de inflación ni generar un crecimiento económico robusto. Cualquier creencia de que serán capaces de bajar los precios confiando en unos tipos de interés más altos sin generar una recesión es, según el informe, una apuesta imprudente.

Se estima que las subidas de los tipos de interés de este año en los Estados Unidos van a recortar 360 mil millones de dólares de los ingresos futuros de los países en desarrollo (excluyendo China), y son una señal de que se avecinan aún más problemas, advierte el informe.

La UNCTAD estima un crecimiento de la economía mundial del 2,5% en 2022. Las perspectivas empeoran, ya que se prevé que el crecimiento en 2023 se desacelere aún más, hasta el 2,2%, con lo que el Producto Interno Bruto (PIB) real seguirá estando por debajo de su tendencia anterior a la pandemia a finales del próximo año. Esto representaría una pérdida acumulada de más de 17 billones de dólares, cerca del 20% del producto mundial.

La desaceleración es sincronizada, afectando a todas las regiones, pero hace saltar las alarmas en los países en desarrollo, donde se prevé que la tasa media de crecimiento caiga por debajo del 3%, un ritmo insuficiente para el desarrollo sostenible. Tal caída exprimirá aún más las finanzas públicas y privadas y perjudicará las perspectivas de empleo.

Los países de renta media de América Latina, así como los de renta baja de África, registrarán este año algunas de las desaceleraciones más agudas. El informe señala que los países que ya mostraban signos de problemas de deuda antes de la pandemia enfrentan situaciones extremadamente delicadas (Sri Lanka, Surinam, Zambia), mientras los choques climáticos amenazan aún más la estabilidad económica (Pakistán).

Los flujos netos de capital hacia los países en desarrollo se han vuelto negativos con el deterioro de las condiciones financieras desde el último trimestre de 2021, según el informe. En términos netos, los países en desarrollo están ahora financiando a los desarrollados.

Unos 90 países en desarrollo han visto debilitarse sus monedas frente al dólar este año, más de un tercio de ellos en más de un 10%; las reservas de divisas están cayendo, y los diferenciales en los rendimientos de los bonos se están ampliando, con un número creciente de países afrontando intereses que están 10 puntos porcentuales más altos que los bonos del Tesoro estadounidense. (unctad.org)

Sin embargo, hay algunas excepciones que han resistido ante el fortalecimiento del dólar, lo que ha sido importante para lograr cierta estabilidad financiera.

En lo que va del 2022 solo cuatro divisas en el mundo se han fortalecido frente al dólar. Estas son el rublo, el real, el peso mexicano y el sol peruano, en ese orden. El resto se ha depreciado. Medido por el Índice dólar (DXY), el billete verde se ubica en su nivel más alto en dos décadas frente a otras monedas de referencia como el euro, el yen y la libra esterlina.

El DXY, que mide su fortaleza ante una canasta de seis monedas de economías avanzadas, ha ganado 17% en lo que va del año.

El debilitamiento de las divisas frente al dólar es otro factor que incide fuertemente en el crecimiento económico, especialmente en un entorno de alta incertidumbre.

Asimismo, el Banco Mundial ha advertido que la economía mundial se encuentra actualmente en su mayor desaceleración tras la recuperación posterior a la recesión de los años 70. “A medida que los bancos centrales de todo el mundo suben simultáneamente los tipos de interés en respuesta a la inflación, el mundo puede estar acercándose a una recesión global en 2023”, indica.

Para cientos de millones de personas se sentirá como una recesión, incluso si la economía mundial evita dos trimestres consecutivos de contracción del producto interno bruto (PIB), que es cuando la recesión se convierte en oficial.

También señaló que las subidas de las tasas de interés de la Reserva Federal (FED), el banco central estadounidense, han fortalecido el dólar, aumentando los costes de importación y encareciendo el servicio de la deuda contraída en dólares.

Pero el FMI sigue recitando el mantra de que “si la inflación se controla, entonces podremos ver una base para el crecimiento y la recuperación”.

Esto contradice todas las pruebas de que la baja inflación se produce a expensas de un crecimiento sólido. Tanto el crecimiento de la producción por persona como el de la productividad cayeron durante tres décadas de baja inflación. Además, la baja inflación no ha evitado las crisis financieras. (ipsnoticias.net)

El alto costo de las crisis cíclicas ha provocado que la recuperación sea cada vez más lenta y prolongada, mellando a la productividad y el poder adquisitivo.

Por ejemplo, según un estudio del FMI, la Gran Recesión de 2007-2009 ha dejado heridas profundas. Más de 200 millones de personas están desempleadas en todo el mundo, más de 30 millones más que en 2007.

Un estudio de la FED de San Francisco de 2018 evaluó que la Gran Recesión costó a los estadounidenses unos 70 000 dólares por habitante.

La revista Harvard Business Review estimó que, entre 2008 y 2010, la crisis “le costó al gobierno estadounidense más de dos billones (millones de millones) de dólares, más del doble del coste de la guerra de Afganistán, que duró 17 años”.

Sin embargo, los costes económicos de las recesiones económicas se quedan cortos en comparación con los impactos causados en el ámbito social, algo que pocas veces se contabiliza pero cuyos efectos son a largo plazo y transgeneracionales.

La actual epidemia del abuso de drogas legales e ilegales, y la pérdida de valores humanos son importantes indicadores de los estragos que las crisis económicas generan en las sociedades, especialmente de países cuyas economías están dolarizadas.

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