NACIONALES
Mi opinión sobre la reforma electoral ¿cambio positivo o disruptivo?

Estrictamente personal, por Armando Morquecho Camacho //
Parte importante de la popularidad o bien, de la fortaleza discursiva de esta administración radica mayormente en las ambiciosas reformas constitucionales que fueron prometidas para la transformación de México, estas son: la reforma eléctrica, la reforma militar, y por último, la reforma electoral o política como algunos analistas la llaman.
En lo que respecta a las primeras dos mencionadas, ya sabemos cómo terminó la historia. Sin embargo, en cuanto a la reforma electoral, la historia aún no está escrita, y la batalla por mantener el orden político, democrático y electoral que ha dado legitimidad a nuestro sistema tampoco ha comenzado, aunque los protagonistas de esta batalla ya comenzaron con el calentamiento.
Pero ¿qué busca Morena con esta reforma electoral?
De entrada, el principal argumento para impulsar esta reforma es la instauración de una democracia limpia y en la que nunca más haya fraudes (nunca se ha comprobado uno) y para esto, la reforma contempla que el Instituto Nacional Electoral, se convierta en el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, el cual sería la única autoridad administrativa electoral del país, razón por la cual serían eliminados los Órganos Públicos Locales Electorales, que actualmente organizan una parte de las elecciones a nivel estatal, tal y como es el IEPC.
Aunado a esto, con el objetivo de contar con una democracia menos costosa y más ‘’representativa’’ la iniciativa busca que haya menos diputados locales y federales, y menos senadores. Asimismo, también se propone disminuir el número de consejeros y de las magistraturas de la Primera Sala del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, figuras que ahora pasarían a ser cargos de elección popular.
En lo que respecta a los partidos políticos, también se propone eliminar el financiamiento público de estos, limitandolo únicamente a los tiempos electorales, mientras que en tiempos no electorales, los partidos políticos deberán rascarse con sus propias manos para obtener recursos para pagar salarios o financiar actividades partidistas, ya sea con las cuotas de la militancia o con donaciones de otro tipo.
En cuanto a la representación política, como ya se mencionó, la reforma pretende un recorte al número de diputados de 500 a 300 asientos, y de senadores de 128 a 96 asientes, y al mismo tiempo propone que sea la representación proporcional el único mecanismo de integración, eliminando también los distritos electorales de las 5 circunscripciones, para sustituirlos por 32 circunscripciones, lo que obligaría a los partidos a presentar listas de representantes por cada entidad.
Situación a la que debemos prestar mucha atención, ya que la idea de que la ciudadanía comience a votar por listas de partidos y no por candidatos en particular, primero impediría al ciudadano a elegir al candidato más preparado, y segundo, dinamitaría totalmente la idea de representatitivdad que debe emanar del Poder Legislativo, y que debe de unir al legislador, con el ciudadano.
Dicho lo anterior, para concluir con la columna de esta semana, me gustaría puntualizar en algunos aspectos:
En primer lugar, decir si esta reforma, o en general, cualquier reforma es positiva o disruptiva realmente es un debate estéril, ya que la única manera de conocer las ventajas y desventajas de algún proyecto, es echándolo andar, y por otro lado, asegurar que cualquier cambio constitucional es dañino para México, es una afirmación que debemos leer con mucho cuidado y que la oposición por otro lado, debería hacer con aun más precaución, ya que la Constitución de nuestro país es la más reformada del mundo, pero esto no es así a partir de esta administración, sino que es un dato que se ha estado gestando desde tiempo atrás.
Y es que tan solo de 1917 a la fecha, nuestra constitución ha sido reformada poco más de 700 ocasiones, lo cual pone a nuestra Carta Magna muy por delante de documentos constitucionales como la de Estados Unidos que de 1787 a la fecha solo ha tenido 27 enmiendas, o bien, la española de 1978 que ha sido reformada solamente en 3 ocasiones, situación que demuestra que en México, alterar el orden constitucional es un deporte nacional.
En segundo lugar, también es necesario tener muy presente que el hecho de que nuestro sistema electoral vigente sea estable, no significa que este no pueda mejorar o bien, que no sea susceptible de ser perfeccionado, ya que no se necesita ser militante de algún partido en concreto para reconocer que nuestro sistema puede tener algunas fallas, tal y como estoy seguro que sucede en muchas partes del mundo, algunas en las que por cierto anhelan un sistema como el nuestro.
Pero al margen de lo anterior, tampoco podemos perder de vista que hablar de una democracia menos costosa, con partidos menos costosos y con elecciones menos costosas, es un arma de doble filo, ya que si bien es cierto parte del desprestigio de los partidos radica en el costo tan grande que tiene su financiamiento, debemos recordar que en gran parte, ese financiamiento proveniente de nuestros impuestos es el que garantiza tener elecciones transparentes y sin la participación de agentes fácticos de poder como sucede en Estados Unidos, donde los candidatos son financiados por organizaciones y/o empresas que prácticamente les pagan por defender su agenda en el Senado o en la Cámara de Representantes.
Mientras que en lo que respecta a las autoridades electorales electas a través del voto popular, si bien es cierto que la solución siempre será más democracia y no menos, existen espacios cuya imparcialidad es fundamental a la hora de garantizar la legitimidad de nuestra democracia, por lo poner a votación estos cargos puede comprometer un aspecto tan valioso para la democracia como lo es la neutralidad.
Y en cuanto a la desaparición como tal de los plurinominales, debemos ser muy puntuales, ya que esta medida sería un retroceso, no solo porque los plurinominales son la materialización de la lucha que la oposición emprendió por años, sino también porque en cierta medida, esta medida implica que las minorías podrían carecer de voces y de representación dentro del Poder Legislativo.
Pero mucho ojo, por más alarmantes que estos puntos puedan parecer, esto no implica que esta propuesta se deba desechar a la primera, nuestro sistema electoral puede y debe ser perfeccionado de tal forma que se adecue a los cambios sociales. Sin embargo, las condiciones políticas del país se prestan para que el legislativo exhiba sus defectos, entre los que se encuentran la falta de diálogo y la poca capacidad de construir consenos.
Así que hoy por hoy, no queda más que esperar a ver en qué aterriza esta acalorada discusión.
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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