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MUNDO

Política Global: El magante no pasa de la bravata a los hechos: Trump cuestiona el orden mundial, pero es incapaz de crear uno nuevo

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Por Gabriel Ibarra Bourjac //

Muchas cosas se dicen sobre el rumbo que seguirá el mundo en los próximos años. Se debate si el mundo será de orden trilateral o multilateral, en el entendido que el unilateralismo que pretendió imponer Estados Unidos pasó a mejor vida.

Hoy en el ajedrez mundial además de Estados Unidos irrumpen Rusia y China, que presionan y buscan convertirse en contra peso del imperio norteamericano.

¿Y en ese contexto, cuál es el verdadero juego del Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump? ¿Realmente tiene un proyecto de orden mundial?

A Trump líderes políticos, expertos en temas internacionales de geopolítica, junto con analistas y politólogos señalan y acusan de estar destruyendo el Orden Mundial al debilitar las alianzas históricas, los valores occidentales, las organizaciones comerciales mundiales impulsadas por Estados Unidos y violando las constituciones de instituciones nacionales a internacionales.

Sin embargo, hechos no respaldan esa retórica.

DEL MUNDO POLAR AL UNILATERALISMO

Después de la segunda guerra mundial el mundo caminó por dos aguas con el enfrentamiento de dos visiones político económico y social que se le conoció por guerra fría y que representaba el capitalismo y el comunismo que se disputaban la hegemonía mundial como superpotencias. El mundo bipolar fue producto del acuerdo entre Estados Unidos y la URSS, tras concluir el conflicto bélico Europa del Este quedó bajo el dominio de Rusia, partiendo en en dos a Alemania.

En lo económico se dio un cambio relevante de posguerra en las relaciones financieras internacionales como resultado de lo acordado en la Conferencia de Bretton Wodds, registrada el 1 de julio de 1944 cuando aún no concluía la Segunda Guerra Mundial y en esa conferencia se crearon el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, que hoy es conocido como Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, que empezaron a operar al concluir la guerra.

Durante cerca de medio siglo, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial se registró la llamada guerra fría entre las dos superpotencias y que concluyó con el desmoronamiento de la URSS por la incapacidad del sistema colectivista y estatista de generar mejores condiciones económicas para su sociedad, al fracasar la utopía de la igualdad que se dio en el empobrecimiento general, donde una pequeña casta burocrática disfrutaba de las mieles del poder.

Fue así como en 1991 se registró la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el fracaso del comunismo. El 9 de noviembre de 1989 se registró un suceso en Alemania que se convirtió en una alegre sorpresa para el mundo occidental: El muro de Berlín, conocido como el muro de la ignominia y que había partido en dos al actual motor de la economía europea, convertido en el símbolo de la división del pueblo alemán durante la guerra fría, cayó tras 29 años de haber sido construido.

La caída del muro de Berlín fue la síntesis de lo que significó la lucha entre dos sistemas políticos y económicos: Capitalismo y Comunismo. Fue el triunfo del capitalismo. Al mismo tiempo, como sucede con las pirámides del ajedrez, se dio el desmoronamiento de la URSS al ser víctima de sus contradicciones y hundirse en un colapso económico que el mundo moderno no había presenciado.

¿HACÍA DONDE VA EL MUNDO?

En la última década del segundo XX con un escenario con una superpotencia colapsada y desaparecida del escenario internacional, el mundo se hizo bipolar y se creía que la humanidad podría caminar con la luz de la libertad y aspirar a la construcción de un mundo con mejores oportunidades sin la amenaza comunista y totalitarista, que negaba la libertad en todos los órdenes con un Estado que se imponía sobre todo y sobre todos.

Estados Unidos se quedaba como la única superpotencia e impulsa un nuevo orden mundial donde ellos pretendían ser los mandones, moviendo los hilos de lo que llamamos globalización, impulsando lo que conocemos como neoliberalismo. Entre 1990 y el 2015 Estados Unidos se erigió como el soldado del mundo, ejemplo de ello fueron sus intervenciones militares en Afganistán, Irak y Libia, para deponer a sus jefes de gobierno y apoderarse de un insumo que ha sido fundamental para el capitalismo como es el petróleo y sus derivados.

Henry Kissinger, quien fuera el gran operador durante las presidencias de Richard Nixon y Gerard Ford como Secretario de Estado, es quien mejor ha descrito cómo Estados Unidos pretende manejar el mundo con el Nuevo Orden Mundial que vino configurando antes de la llegada a la Presidencia de Donald Trump.

En su libro Orden Mundial, que se refiere al carácter de las naciones y el curso de la historia, Kissinger advertía que este modelo se veía amenazado por diversos factores, como la difusión de armas de destrucción masiva, la desintegración de los Estados (los nacionalismos), el impacto de la depredación ambiental, la persistencia de políticas genocidas y la expansión de nuevas tecnologías, que podrían salirse de control con consecuencias inciertas.

La globalización ha generado grandes tensiones sociales, si bien se acabó la amenaza comunista, pero hoy hay otros conflictos, la forma de ejercer el poder ha cambiado, los movimientos migratorios son los que se convierten en arietes desestabilizadores y confrontación de naciones, a la vez que el terrorismo y los fanatismos religiosos se hacen presentes. El sino de hoy parece ser el desorden.

LA RETÓRICA DE TRUMP

Con la llegada a la Presidencia de los Estados Unidos del magnate inmobiliario pareciera que se registra un replanteamiento a la política globalizadora de la primera potencia mundial. Pero a este controvertido personaje, más que su narrativa de confrontación hay que verla por los hechos y sus resultados.

A Trump líderes políticos, expertos en temas internacionales de geopolítica, junto con analistas y politólogos señalan y acusan de estar destruyendo el Orden Mundial al debilitar las alianzas históricas, los valores occidentales, las organizaciones comerciales mundiales impulsadas por Estados Unidos y violando las constituciones de instituciones nacionales a internacionales.

¿Existe realmente un quiebre de Trump con el pasado? ¿O es una tempestad en una tetera?, como lo pregunta James Petras, sociólogo estadunidense y profesor de la Binghamton University de Nueva York, quien es reconocido por sus estudios sobre imperialismo, la lucha de clases y los conflictos latinoamericanos.

Petras plantea que Trump ha provocado divisiones en la Unión Europea y ha amenazado a China, cuestionando el orden mundial existente, pero advierte que “no ha construido uno nuevo”.

Trump ha heredado un mundo desordenado y dividido por prolongadas guerras regionales en África, Oriente Medio y el Sur de Asia. Durante las últimas presidencias, los valores imperiales sustituyeron a los ideales democráticos como lo atestiguan los millones de asesinados en Iraq, Siria, Libia, Yemen, Somalia y Palestina en el curso de las dos últimas décadas”.

El presidente Trump está tratando de reconfigurar un orden mundial basado en la presión económica, la amenaza militar y las bravatas políticas”.

El sociólogo y catedrático de la Binghamton University de Nueva York, considera que en el proceso de “rehacer” un orden mundial centrado en EEUU, Trump genera caos y desorden con el propósito de reforzar su posición en futuras negociaciones y acuerdos. “La llamada locura de Trump es una táctica para asegurar los mejores arreglos, como es el caso en estos momentos con la Unión Europa. Un enfoque de corto plazo consigue resultados imprevistos en el mediano plazo”, apunta.

El analista internacional está convencido que mucho de lo que afirma Trump es retórica, ya que ha hecho muy poco por desmantelar el orden existente. Y así lo fundamenta: “EEUU rodeó militarmente a China durante la presidencia de Obama, una política que Trump sigue al pie de la letra. Washington continúa en la OTAN y comercia con la Unión Europea. El Pentágono eterniza sus guerras en Oriente Medio. El Tesoro de EEUU financia la limpieza étnica israelí”.

En pocas palabras, Trump ha estado muy poco dispuesto y ha sido incapaz de sacar a los EEUU del caos político legado por sus predecesores”. Y entre las bravatas y los hechos ha aumentado el presupuesto militar pero no ha sido capaz de proyectar poder. Trump ha amenazado con una guerra comercial de ámbito mundial pero de hecho el comercio ha aumentado y los déficits siguen pesando”.

A pesar de que el discurso de Trump habla de una gran transformación y sus enemigos lo acusan de destrucción sistemática, la pregunta sigue en pie: en realidad, ¿qué ha cambiado”.

Trump es más retórica que realidad, ya que pese a las bravatas y amenazas, pocos cambios destacables han tenido lugar, ya que pese a los cambios de personalidades, las estructuras políticas subyacentes siguen estando allí y prometen continuar, a pesar de las elecciones y las interminables investigaciones y revelaciones.

La llamada “guerra comercial” no ha tenido éxito en su objetivo de reducir el comercio mundial, el empleo continúa inalterable, y la igualdad no sólo persiste, sino que se agudiza. Las políticas que amenazan con más guerras se alternan con tentativas de paz.

EL ORDEN MUNDIAL SIGUE EN PIE

La sobrecogedora realidad es que ‘el caos’ –precisa Petras- es como la espuma en la cerveza desbravada –escasa, si acaso alguna-, ha habido muy pocos cambios.

El Orden Mundial sigue en pie, la hueca guerra comercial entre Europa y América del Norte no lo ha afectado”.

Las airadas voces de Washington son ahogadas ventosidades en comparación con la multimillonaria expansión de infraestructura materializada por China en la obra llamada Belt and Road, que atraviesa África Occidental”.

En el orden mundial en curso, Washington aumenta sus dádivas a Israel a 38 mil millones de dólares para el decenio que viene y presupuesta 4% de su PIB para robotizar el complejo militar-industrial.

LAS RELACIONES COMPLICADAS CON EUROPA

Recientemente, entre el 15 y 17 de febrero se realizó la Quinta Conferencia de Seguridad de Munich y se dedicó al tema ¿Quién recogerá las piezas?, pregunta referida al actual orden mundial en colapso, a dos años del gobierno de Donald Trump y su política exterior errática.

El debate se dio en torno al futuro del orden mundial, sobre si será unilateralismo o multilateralismo. Por Estados Unidos participó el Vicepresidente Mike Pence y en contraste la canciller alemana Angela Merckel se manifestó a favor de un orden mundial multipolar.

Allí el representante del Gobierno de los Estados Unidos exhortó a Europa a seguir el “liderato” norteamericano y así lo argumentó: “(Trump) tomó medidas decisivas para hacer todavía más fuertes las fuerzas armadas más poderosas de la historia del mundo, teniendo la mayor inversión en nuestra defensa nacional desde los días de Ronald Reagan. (…) Iniciamos la modernización de nuestro arsenal nuclear. Y, el mes pasado, el presidente Trump reveló la nueva estrategia de defensa contra proyectiles de nuestra nación. (…) Trump ha liderado a nuestros aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) para renovar su compromiso con nuestra defensa común.”

Estados Unidos, exigió Pence, “espera que cada miembro de la OTAN ponga en marcha un plan creíble para alcanzar la meta de 2 por ciento (de su PIB, en la defensa ). Y hasta 2024, esperamos que todos nuestros aliados inviertan el 20 por ciento de los gastos de defensa en adquisiciones” (de armamentos y equipos ).

Pence hizo una fuerte crítica indirecta a Alemania, al afirmar que Estados Unidos no permitiría una alianza dividida por interferencia política o por el uso de recursos energéticos. Exigió que, imitando a Estados Unidos, “todos los socios de Europa deberían adoptar una posición fuerte contra el (gasoducto ruso-alemán) Nord Strem II. Y recomendamos que otros hagan lo mismo.” A manera de justificación, argumentó que Occidente no puede defenderse “si nuestros aliados siguen dependencia de oriente”.

El vicepresidente de los Estados Unidos, como era de esperarse, dedicó un ataque especial a Rusia en el que destacó que “luego de años de violaciones rusas de nuestro tratado de décadas, Estados Unidos anunciaron planes para retirarse del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio.”

La otra diana fue Irán. Pence afirmó, y con ello demostró la obsesión patológica de demonizar el país, que “el régimen iraní defiende abiertamente otro holocausto y busca los medios para conseguirlo. El mismo ayatola Jamanei dice que la misión de la República Islámica de Irán es borrar a Israel del mapa.”

En referencia a la reunión de Varsovia sobre Paz y Seguridad en Oriente Medio afirmó: “Llegó la hora de que todos nosotros actuemos. Llegó el momento de que nuestros socios europeos dejen de minar las sanciones de Estados Unidos contra este régimen revolucionario asesino (sic). Llegó el momento de que nuestros socios estén presentes con nosotros y con el pueblo iraní, nuestros aliados y amigos de la región. Llegó el momento de que nuestros socios europeos se retiren del “acuerdo nuclear con Irán” y se unan a nosotros, mientras hacemos las presiones económicas y diplomáticas para dar al pueblo iraní, a la región y al mundo la paz, la seguridad y la libertad que merecen.”

(Con información de MSI)

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El Capitán América y la batalla ideológica

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Opinión, por Miguel Ángel Anaya Martínez //

El cómic del Capitán América nació con un objetivo claro y acorde a un momento histórico muy concreto. El Nº1 de la serie apareció en los puestos de revistas estadounidenses en marzo de 1941, en su portada mostraba a un musculoso hombre enmascarado que portaba un traje lleno de barras y estrellas, mismo que propinaba un golpe en la mandíbula a Adolf Hitler. Este primer número vendió más de un millón de ejemplares.

Cuando se publicó el cómic, Estados Unidos aún no había entrado en la Segunda Guerra Mundial pero la situación era cada vez más tensa con las fuerzas del Eje y el gobierno ya estaba preparado para lo que podía suceder.

En diciembre de ese año, Pearl Harbor fue bombardeado por aviones japoneses y entonces EEUU se unió a los aliados. El Capitán América, que había conquistado el corazón de los jóvenes lectores, se sumó a la lucha difundiendo mensajes patrióticos o apareciendo en campañas propagandísticas.

El origen del Capitán América decía bastante de él: Steve Rogers era un joven que intentó alistarse en el ejército llevado por el compromiso que sentía hacia su país, pero que fue rechazado debido a su mala condición física. Sin embargo, su valentía y valores llamaron la atención de un grupo de científicos que lo eligieron para ser el primer “supersoldado” de la historia inyectándole un suero especial.

Si bien es cierto que lo que hace a Steve un héroe es el resultado de la inyección del suero (fuerza sobrehumana, súper reflejos, etc.), sus habilidades son una consecuencia de los valores que ya tenía. Es decir, que Steve era tan importante cómo el capitán. Los propagandistas gringos tenían claro lo que querían comunicar: cualquier estadounidense puede ser un héroe para su nación.

El panorama que enfrenta Estados Unidos en pleno 2024 es diametralmente distinto al que se tenía previo a la segunda guerra mundial. Los jóvenes ya no creen en lo que hace el gobierno, piensan que la guerra contra el Estado Islámico y Hamás es incorrecta y aquel sentimiento patriótico que llevó a Estados unidos a ser lo que es, se desvanece.

Los jóvenes estadounidenses, empujados por una serie de ideas que ven en redes sociales y por un pensamiento propio que critica a las instituciones, han salido a protestar en sus campus universitarios. Los manifestantes exigen a los centros educativos que rompan vínculos con cualquier proyecto que beneficie al Gobierno israelí o a las empresas que financian el conflicto entre Israel y Palestina.

La primera manifestación se dio en la Universidad de Columbia. Decenas de estudiantes instalaron una zona de tiendas de campaña en el campus y en días pasados, la policía intentó desalojar el campamento, cuando arrestó a más de 100 personas.

El fin de esta historia es de pronóstico reservado, pues parece increíble que hoy los jóvenes salgan a protestar contra un gobierno que de una u otra manera garantiza su expresión y su desarrollo personal para en cambio, defender ideas de aquellos que han buscado destruirlos. Algo de razón tendrán los jóvenes, pero, de seguir adelante con esto, ponen en riesgo a las instituciones que les brindan una serie de privilegios que pocos tienen en el mundo; pareciera que viven el síndrome de Estocolmo.

México, con diferencias de fondo, vive una situación similar. La admiración a la delincuencia organizada y a lo que representa, lleva a los jóvenes aspirar a ser como aquellos que generan inseguridad en el país, a compartir sus ideas, escuchar su música, replicar su vestimenta y a llevar a cabo acciones similares a las de que aquellos que tanto dañan a la sociedad.

Tal vez la guerra ideológica se perdió cuando faltaron líderes positivos a quien admirar, cuando se inició una guerra y el estado se mostró débil, cuando la pobreza y marginación llevaron a los jóvenes a buscar salir de esa situación a cualquier costo o cuando se propuso que a los delincuentes se le debían dar abrazos.

Estados Unidos y México comparten el problema de la falta de credibilidad de sus jóvenes hacia el gobierno. En ambos casos, parece que la batalla ideológica está perdida. ¿Qué hacer para recuperar la admiración y el respeto de los jóvenes por el país que los vio nacer?

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El radicalismo viene de la izquierda

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Opinión, por Fernando Núñez de la Garza Evia //

“La estabilidad lo es todo”, dice un antiguo proverbio chino. Pronto nos daremos cuenta de su sabiduría al quedar atrás la relativa estabilidad vivida en el país y el mundo durante los últimos treinta años. Además del regreso de las rivalidades geopolíticas, del desafío del calentamiento global y los riesgos de las nuevas tecnologías, tendremos que añadir el regreso del radicalismo político. En ciertos países proviniendo de la derecha, mientras que en otros de la izquierda.

Ha habido un debilitamiento de la democracia ante una creciente radicalización política. En Estados Unidos, una parte de la izquierda se ha vuelto más fundamentalista con la cultura del woke, aunque se ha mantenido en los márgenes partidistas. En la derecha, sin embargo, la radicalización se ha normalizado al llevar al extremo los principios del libre mercado, la negación del calentamiento global y la militarización de la política exterior.

Asimismo, en Europa ha sido la derecha política la que se ha tornado más extremista, llegando inclusive al poder en países tan relevantes como Italia. Pero, ¿por qué es la derecha la que ha llevado la delantera radical? Fundamentalmente, por la migración masiva y sus crecientes problemas culturales. Y un problema mayúsculo es que ese extremismo no solo es a nivel de las élites, sino también de las poblaciones.

La derecha en México no se ha radicalizado, al menos no aún. Porque no ha hecho suyas las políticas de mano dura contra la inseguridad, como la derecha salvadoreña. Porque no tiene una dura retórica anti-migrante, como la derecha europea. Y porque no niega el calentamiento global ni ha hecho suyo el dogma del libre mercado, como la derecha estadounidense. Además, la derecha mexicana es democrática, porque cree en los canales institucionales, la negociación partidista y las elecciones populares como mecanismos fundamentales para resolver los problemas políticos nacionales.

Sin embargo, su problema fundamental estriba en su falta de cuadros políticos, tanto así, que una persona sin militancia partidista será su candidata a la presidencia de la República, y lanzaron a una ex-Miss Universo para tratar de recuperar su otrora joya de la corona en el norte del país: Lupita Jones en Baja California.

La izquierda en México es la que se ha radicalizado. Tiene sentido: si en Occidente la derecha lo ha hecho a raíz de la migración masiva y sus choques culturales, en México ha sido la izquierda derivada de un contexto de pobreza y desigualdad, y de la desconfianza social que inevitablemente generan.

Las políticas del populismo de izquierda están ahí: militarización de la vida pública, exclusión del calentamiento global y los temas medioambientales, una profunda aversión a la ciencia y la tecnología, reparto de dinero sin condicionantes de por medio, adelgazamiento continuo de las capacidades del Estado, y un largo etcétera. Ni hablar de su manifiesto autoritarismo y sus políticas que podrían llevar al fin de la democracia-liberal en el país.

La izquierda y la derecha son dos lados de la misma moneda ideológica. Sin embargo, ha sido la izquierda política la que se ha radicalizado en México, tomada por el populismo lopezobradorista. La buena noticia es que la radicalización ha ocurrido más a nivel de las élites, sin haber permeado del todo entre la población. Por ahora.

  • Fernando Nuñez es analista político con estudios en derecho, administración pública y política pública, y ciencia política por la Universidad de Columbia en Nueva York

E-mail: fnge1@hotmail.com

En X: @FernandoNGE

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Abordando la desigualdad económica: El papel esencial del gobierno en las políticas de redistribución

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En la actualidad, la desigualdad económica es un tema candente que suscita debates y preocupaciones en todo el mundo. Esta disparidad en la distribución de la riqueza y los recursos económicos no solo es un fenómeno presente en economías en desarrollo, sino que también afecta a las naciones más industrializadas.

Mientras algunos defienden el valor de la meritocracia y la libre empresa, argumentando que el éxito económico debería ser el resultado del esfuerzo y el talento individual, otros señalan la creciente brecha entre ricos y pobres como una injusticia fundamental que requiere atención urgente.

La idea de que cada individuo debe tener la oportunidad de prosperar según su mérito es una piedra angular de muchas sociedades modernas, pero en la práctica, esta promesa de igualdad de oportunidades puede ser inalcanzable para muchos debido a barreras estructurales y desigualdades sistémicas.

En este contexto, surge una pregunta crucial: ¿Cuál es el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica? Si bien algunos abogan por una intervención mínima del Estado en los asuntos económicos, argumentando que el mercado libre eventualmente corregirá cualquier desequilibrio, la realidad es que la desigualdad económica persiste y se profundiza en muchas sociedades.

Esto plantea la necesidad de una evaluación cuidadosa del papel que el gobierno puede y debe desempeñar en la promoción de la equidad económica y la justicia social. La cuestión no es solo una de moralidad, sino también de estabilidad social y cohesión comunitaria. Una sociedad profundamente dividida por la desigualdad económica corre el riesgo de enfrentar tensiones sociales y políticas que pueden socavar la estabilidad y el progreso a largo plazo

En este contexto, el papel del gobierno en la reducción de la desigualdad económica es crucial, ya que a través de ella, y con debida perspectiva social, se pueden implementar políticas de redistribución que promuevan una distribución más equitativa contribuyendo así a una sociedad más justa y próspera.

Lo anterior cobra relevancia ya que en un sistema económico basado en la libre empresa, a menudo se promueve la idea de que el gobierno debe tener una mínima intervención en la economía, dejando que el mercado se autorregule.

Sin embargo, esta perspectiva puede pasar por alto el importante papel que el gobierno puede desempeñar en la reducción de la desigualdad económica a través de políticas de redistribución las cuales no necesariamente implican una intervención directa en la economía, sino más bien un enfoque en la redistribución equitativa de la riqueza y los recursos para garantizar un mayor equilibrio social y económico.

Por otro lado, en esta tesitura, el gobierno puede adoptar medidas para fortalecer la seguridad social, proporcionando una red de seguridad para los ciudadanos más vulnerables lo que puede incluir programas de asistencia social, como seguro de desempleo, subsidios alimentarios y programas de vivienda asequible, que ayudan a proteger a los individuos y familias de caer en la pobreza extrema debido a circunstancias adversas.

Asimismo, es fundamental invertir en infraestructuras sociales, como educación pública de calidad y acceso equitativo a oportunidades de desarrollo profesional. Al proporcionar a todos los ciudadanos las herramientas y habilidades necesarias para tener éxito en la economía moderna, se puede reducir significativamente la desigualdad económica y promover una mayor movilidad social.

No podemos perder de vista que, si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, el gobierno tiene un papel vital que desempeñar en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución equitativa de la riqueza y los recursos. Estas políticas no solo promueven la justicia social, sino que también pueden contribuir a un mayor crecimiento económico y estabilidad social a largo plazo.

A pesar de ello, la realidad es que un enfoque equilibrado es necesario. Mientras que el exceso de intervención del gobierno puede tener efectos negativos en la innovación y la eficiencia económica, la falta de intervención puede exacerbar la desigualdad y crear tensiones sociales insostenibles. Por lo tanto, es importante que el gobierno encuentre el equilibrio adecuado, implementando políticas de redistribución que sean efectivas y eficientes sin socavar el espíritu emprendedor y la vitalidad económica.

Es evidente que la desigualdad económica es un desafío significativo que enfrentan muchas sociedades modernas, tanto que este desafío constantemente nos genera la necesidad de plantear preguntas difíciles, pero cuyas respuestas son necesarias.

Si bien la libre empresa puede ser un motor importante para el crecimiento económico, no puede garantizar por sí sola una distribución justa y equitativa de la riqueza y los recursos. En este sentido, el gobierno puede desempeñar un papel crucial en la reducción de la desigualdad a través de políticas de redistribución que promuevan un mayor equilibrio social y económico.

Al considerar estas políticas de redistribución, es importante tener en algunas de las ideas planteadas por Michael Sandel en su libro «La tiranía del mérito».

Sandel argumenta que la meritocracia, la idea de que el éxito se debe exclusivamente al mérito individual, ha contribuido a la creciente desigualdad económica al glorificar el éxito personal mientras denigra a aquellos que no tienen éxito. Esta narrativa del mérito puede llevar a la creencia de que aquellos que están en la parte inferior de la escala económica merecen su situación, lo que socava la solidaridad social y perpetúa la desigualdad.

Por lo tanto, las políticas de redistribución deben ir más allá de simplemente corregir las desigualdades económicas y también abordar las injusticias subyacentes en el sistema. Esto puede implicar cambiar la forma en que valoramos el éxito y reconocer que el mérito individual no es el único determinante del éxito económico. En su lugar, debemos adoptar un enfoque más colectivista que reconozca la contribución de todos los miembros de la sociedad y garantice que todos tengan acceso a oportunidades y recursos básicos para prosperar.

La lucha contra la desigualdad económica requiere un enfoque integral que combine políticas de redistribución efectivas con un cambio en nuestra concepción del mérito y el éxito. Al hacerlo, podemos trabajar hacia una sociedad más justa y equitativa, donde todos tengan la oportunidad de alcanzar su máximo potencial independientemente de su origen socioeconómico.

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