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CULTURA

Crónicas de un Trotamundo: A Puerto Peñasco, Jim Morrison a 37.5 RPM

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Por Fernando Zúñiga //

Kevin era mi único hermano. Era el guapo de los dos. Quería estudiar Arquitectura. Soñaba con vivir en Italia, tener 3 hijos y comprar unos acres de tierra para cultivar avena (le encantaba, decía que es el auténtico maná en la tierra)…

  • Mi helicóptero, un Chinook, bajó en un claro de la selva de unos 100 m. de diámetro. Una cortina de árboles que se extendían hasta 45 o más metros de altura cubría la zona formando un cielo de salvia y clorofila….

  • Los cadáveres estaban alineados de 10 en fondo eran 110 en total. Teníamos que colocarlos en bolsas especiales para su traslado a la base más cercana para de ahí enviarlos de regreso a EEUU. Algunos de los cadáveres solo eran fragmentos de cuerpo…

  • En algunos recuperábamos su placa de identificación colgada al cuello para introducirla en la boca y cerrar ésta con una grapadora neumática…

  • Algunos rostros lucían como si solo durmieran después de la jornada de trabajo en la oficina o después de una desvelada por el examen escolar…

  • Los viejos lobos (que ya tenían hasta un año) en estas tareas me habían recomendado no ver a los rostros, parar mi mente, actuar mecánicamente, con rapidez, sin titubeos. Debía ejecutar, desde el primer instante, con firmeza, sin escatimar mi fuerza para no dejar caer el cuerpo y después tener que repetir la operación con el riesgo de hacer contacto directo…

  • La colocación de los cadáveres la realizaban soldados más curtidos en el frente. Algunos eran, entre ellos, compañeros o amigos desde antes del reclutamiento. Algunos provenían de la misma población e incluso de la misma escuela. Algunos veían caer a su compañero reventado por una granada o aniquilado, a pocos pasos, por una bala fantasma de los francotiradores…

  • Era apenas mi segunda incursión en una misión de este tipo. Tenía 6 meses de haber llegado a la zona…

  • Yo había colocado quizá una docena de cuerpos en su respectivo “empaque”. El siguiente atrajo automáticamente mi atención, clavó mi mirada como imán y….me congeló la sangre, se me doblaron las piernas y un instante después se oscureció mi visión…

  • Kevin conservaba su rasgo de sonrisa dulce con la minina curvatura en las comisuras de su boca, como cuando cerraba los ojos mientras me platicaba de Reandy su novia en el High School…

  • Kevin era mi único hermano. Era el guapo de los dos. Quería estudiar Arquitectura. Soñaba con vivir en Italia, tener 3 hijos y comprar unos acres de tierra para cultivar avena (le encantaba, decía que es el auténtico maná en la tierra)…

  • Me defendía de los bravucones del barrio, me enseñó la bici y los primeros secretos con las chicas. Era muy apegado a mamá. Salían juntos de compras o al cine…

  • El cuerpo de Kevin estaba casi partido por la mitad a lo largo del pecho. Por instinto le toqué el rostro. No grité hacia afuera, pero hacia adentro de mi resonó un trueno, como el relámpago que precede a las lluvias furiosas en las selvas de aquel extraño país…

Al inicio de su relato habíamos compartido un Join (de la golden), bebíamos cerveza helada para sobrellevar el calor en aquel bar rústico, pequeño, casi de “mala muerte” que atendía un gringo veterano de la segunda guerra mundial.

El bar se ubicaba algo retirado de la población colindando con el desierto. Tenía una barra y su lujo era el espejo al frente de la misma… “como mandan los cánones” decía Tom el propietario, barman, mesero y charlador discreto.

En el ambiente Jim Morrison…Strange days, Shaman´s blues, The soft parade, Easy Ride, Roadhouse blues, LA Woman, People are strange….como a 37.5 rpm. En la otra orilla del Mar de Cortés las luces impasibles y lejanas de San Felipe.

Antes de regresar a EEUU Ronnie vagó por algunas poblaciones de Vietnam del Sur, Camboya, la India, Italia, Jamaica. Ya en Albuquerque empezó la carrera de Psicología…abandonó. Se integró un tiempo al negocio de Bienes Raíces de su padre.…abandonó. Decidió seguir viajando sin itinerario fijo. Puerto Peñasco era su primera parada.

Algunos años después lo volví a ver un par de ocasiones en Guadalajara, visitando a una chica mexicana que había conocido en San Blas, Nayarit y la cual residía en esta ciudad Jalisciense.

Había terminado sus estudios universitarios pero no ejercía – ¿cómo cobrar por aliviar a alguien de algún dolor del alma?

Había adquirido unos acres en Nuevo México y vivía de su pensión de guerra y algunas acciones que le heredara su padre.

Ronnie, era para entonces, aficionado a la Lasagna, el póker, el Reggae y los metales de la Sonora Santanera. Practicante disciplinado del Budismo Zen y GYM.

De su última estancia corta en Guadalajara conservé, durante varios años, una tornamesa Technics donde escuchábamos a Morrison a 37.5 rpm y 7 tomos de la filosofía hermética.

FZG GUADALAJARA VI/2016

 

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