NACIONALES
Proyecto de nación y patria, y de estado y matria
Campos de Poder, por Benjamín Mora Gómez //
“La creatividad nace de la angustia”.
Albert Einstein
Nunca hubo tal descaro de mentiras entre los políticos y sus partidos en México. Desde el gobierno se niega lo evidente y desde la oposición se apuesta al olvido en el imaginario colectivo; los primeros para quedarse y los segundos para regresar al poder. La pregunta es cómo construir una escala de valores públicos si la mentira es tan normal que la verdad nos asusta.
De cara al futuro, México requiere de un nuevo proyecto de nación y patria que a todos converja y estimule, pero, sobre todo, de nuevos hombres y mujeres en lo público y el gobierno que ofrezcan y cumplan con estrategias diferentes que nos den resultados satisfactorios y resolutivos.
Los gobiernos, antes de López Obrador, formulaban su Plan Nacional de Desarrollo a partir del diagnóstico inicial que tomaron como base de la Plataforma Electoral de cada partido y la suma de las demandas y compromisos que el candidato ganador había conocido y asumido durante su campaña electoral. Con Andrés Manuel López Obrador, el diagnóstico de su plataforma nació del enojo y del encono social que yacía en el imaginario colectivo y que él exacerbó; ya electo, desde sus delirios mesiánicos, se redactó su ¡¡¡Proyecto de Nación 2018-2024!!!… ridículamente pretencioso y atrevidamente reduccionista.
Hagamos historia para entender la gravedad del lópez-obradorismo cuatroteísmo mesiánico.
Lo normal es que las personas pensemos diferente de los demás, e incluso de nosotros mismos según nuestras propias vivencias y aprendizajes. En el siglo XIX, como hoy, México se encontró dividido entre liberales y conservadores que culminó en una guerra intestina y la invasión norteamericana por la que perdimos la mitad del territorio nacional, poniendo en riesgo nuestra existencia como nación independiente. En aquel momento se confrontaron dos proyectos políticos que prometían salvar a México y llevarlo a la modernidad y prosperidad tal cual hoy sucede.
La Cuarta Transformación de López Obrador pretende darse e imponernos un nuevo proyecto de nación; ajeno al proyecto de los insurgentes, los reformistas y los revolucionarios.
Tras la firma de los Tratados de Córdoba -Veracruz- del 24 de agosto de 1821, España “reconocía” la independencia y soberanía de México. En ellos se plasmaron las ideas que alimentaron el movimiento que iniciara Miguel Hidalgo, continuaran Morelos y los López Rayón, entre otros, y consumara Agustín de Iturbide. Con la firma de los Tratados de Córdoba, el Reino de España reconoció, aunque luego se desdijo, que los territorios que antes le pertenecieron ahora formarían una nueva nación, independiente y soberana.
Así, el 27 de septiembre de ese mismo año (1821), el ejército español salió de la Ciudad de México y entró el Ejército Trigarante con Iturbide al frente; al día siguiente, se firmó el Acta de Independencia de México, eligiéndose a Agustín de Iturbide como presidente de la Junta Provisional Gubernativa a la cual le correspondió dilucidar los objetivos y la estructura del primer órgano de gobierno en los inicios del constitucionalismo del México Independiente que se fue nutriendo hasta establecerse el Primer Congreso Constituyente, que generó la Constitución de 1824. Desde ese día empezamos a construir nuestro Proyecto de Nación que hoy López Obrador se empeña en destruir, reduciéndolo a sus instintos totalitarios.
Primer detalle surrealista. México se independizaba, pero aceptaba que un miembro de la familia real española, con la que rompía, lo gobernaría como emperador, y ello recaería en Fernando VII o, en caso de no aceptar, en uno sus hermanos, los infantes Carlos o Francisco, o bien a su primo, el archiduque Carlos Luis. Un absurdo total, nos independizábamos, pero no tanto; así se plasmó en los Tratados de Córdoba.
Segundo detalle surrealista. En la metrópoli, como se reconocía a Madrid, no dieron por buenos esos tratados de independencia, aduciendo que Juan de O’Donojú ya había muerto y que, además, no tenía facultades para renunciar a ninguna parte del territorio español, es decir, los Tratados de Córdoba fueron nulos de origen. Así, las hostilidades entre España y México que no cesaron sino hasta el 28 de diciembre de 1836 en que se reconoció oficialmente nuestra independencia de España.
Tercer detalle surrealista. Simón Bolívar, de la Gran Colombia, fue el primer gobernante en reconocernos como nación independiente el 10 de octubre de 1821. López Obrador tardó más tiempo en reconocer el triunfo electoral de Joe Biden y la derrota de Donald Trump, aun y pesar de haber sido declarado candidato electo.
Es en este gran contexto histórico independentista, liberal de la Reforma y revolucionario de 1919, en que hemos construido el Proyecto de Nación que nos da identidad y pertenencia ante el mundo y nosotros mismos, que López Obrador se empeña en destruir.
Los tres grandes movimientos sociales -Independencia, Reforma y Revolución- tuvieron un principio en común: Que el pueblo -todos- desde el voto decidiéramos qué nación deseamos construir y en la que vivir. Por décadas, ese sueño estuvo en manos del gobierno en turno hasta que nos dimos el Instituto Federal Electoral, hoy INE, y ganamos confianza.
Un dicho popular dice: “Una gota de mentira puede contaminar un mar de confianza”. López Obrador, desde su fuerza social acusa al INE de las mayores atrocidades y, desde sus mentiras, lo busca destruir.
Necesitamos de un proyecto de nación y patria, como de otro estatal y de nuestra “matria”, sin caer en sexismos, para referirnos a nuestra identidad y pertenencia jalisciense o tapatia, por dar un ejemplo.
