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MUNDO

¿Hacia dónde va el Nuevo Orden Mundial? que todo cambie para que todo siga igual

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Política Global, por Jorge López Portillo Basave //

En la columna de la semana pasada platicamos sobre la cumbre del Global governance (gobernanza global) que se realizó en Arabia Saudita. Más allá de los comentarios y acuerdos que ahí se hicieron públicos, es importante reconocer que el ánimo del mundo está listo para lo que se ha llamado un Nuevo Orden Mundial.

Mezclando algunos temas que ahí se dijeron tratemos de analizar algunas de las conductas y objetivos formales y reales de ese aclamado Nuevo Orden en el que todos están de acuerdo debe llegar, pero nadie está de acuerdo en qué debe contener ni cómo alcanzarlo.

Retomemos las ideas del último párrafo para de ahí arrancar. El ánimo global da oportunidad para una nueva super potencia. El actual orden mundial se consolidó al final de la Segunda Guerra Mundial con una potencia que garantizaba o buscaba garantizar una estabilidad financiera global con el dólar como moneda de monedas y un comercio mundial con mares seguros garantizados por la fuerza militar de ese mismo país.

El orden mundial vigente tenía cuatro pilares fundamentales: Primero, el pilar de la fabricación y el comercio de mercancías diseñadas por empresas estadounidenses y europeas que se fabricaban casi todas en EUA y después en Japón, Corea y Europa, pasando desde los 80´s poco a poco a China.

Dicho sea de paso, en su momento Japón y Europa también quisieron desplazar a Estados Unidos en los 70 y 80´s como fábricas y empresas globales, pero fallaron principalmente porque sus economías fabricaban caro en comparación con lo que podía fabricar el vecino del norte, que además era el principal mercado destino de esas mercancías.

Segundo, el pilar de un sistema financiero que tenía al dólar como moneda de monedas acompañado por los bancos internacionales con sede en Nueva York como garantes de su flujo seguro y policías que sancionaban a los que se salían del redil. Esto ayudó a tener referencias económicas ciertas más que estables, pero le trajo a EUA el poder de la cartera con el cual verdaderamente arrolló a sus contrincantes.

Tercero, el pilar de la fuerza representado por un ejército temido, siempre presente en cielos y aguas de todos los continentes y activo en guerras regionales para mantener la supremacía de EEUU y de sus aliados. Finalmente el Orden Mundial se vendía y promovía a través de un pilar personificado en sistema de propaganda que se fortalecía con los noticieros, música y películas que desde Estados Unidos y parte de Europa nos vendían un nivel de vida que ellos tenían, pero que no todos podían alcanzar.

Podemos decir que el Orden Mundial es el sistema mediante el cual se relacionan entre grupos de personas agrupadas en países, empresas y religiones del mundo conocido e interconectado. En ese sistema, como en todo organismo vivo, hay grandes, ricos, poderosos, pequeños, débiles, pobres y multitud de elementos intermedios.

Podemos aseverar que el Orden Mundial no está diseñado ni estará para resolver los problemas de pobreza del mundo sino para cambiar el balance de poder de los países, de las religiones y de las empresas, pero dentro de cada país, de cada empresa y de cada religión habrá gigantes dominantes, grandes influyentes y un mundo de pequeños dependientes que seguirán el modelo impuesto, dejando a unos cuantos la tarea de luchar por cambios.

El Orden Mundial vigente no tiene como objetivo acabar con la pobreza, pero tampoco lo tiene el que viene. Siempre tienen el objetivo de imponer visiones del mundo con las cuales se dice se mejorará el nivel de vida de la mayoría, pero no de todos los países, ni de todas las personas en cada país.

La democracia no tenía como fin el desarrollo económico integral de los países que lo adoptasen, sino la corresponsabilidad en la toma de decisiones para los países en un ámbito de libertad individual y de respeto a la divergencia misma que ayuda al enriquecimiento de ideas. El autoritarismo y el totalitarismo tampoco tienen como objetivo el bien común, ambos sistemas políticos nos venden la idea de que todos viviremos mejor, pero eso es falso desde las primeras civilizaciones. El capitalismo y el socialismo pueden existir en regímenes autoritarios o democráticos como China y Rusia lo ha probado, incluso dentro de las propias democracias podemos ver ejemplos de socialismo o de autoritarismo para con los países ajenos o con los ciudadanos.

Como lo indicamos la semana pasada, es emocionante ser testigos y protagonistas del nacimiento del Nuevo Orden Mundial, pero no se sabe cuál será el mismo. Sabemos que los que lo impulsan son los que tienen el poder para hacerlo, es decir los grandes poderes políticos y económicos del mundo.

Lo impulsan tratando de venderlo como algo mejor para todos, como buenos vendedores nos dicen que servirá para todo, para todos y para siempre, pero también sabemos que los que lo impulsan admiten que las reglas generales no les pueden aplicar a ellos, como lo admitió Bill Gates al decir que el uso de su avión privado y el de sus familiares “no son parte del problema porque él ayuda mucho a la lucha contra el calentamiento global”.

Es decir, él y los suyos son buenos por lo que las reglas que se busca imponer a todos en materia ambiental no le deben aplicar a los suyos. Así China habla del medio ambiente y de la comunidad internacional, mientras que sus procesos son mucho menos limpios que los de otros países y da a sus propios ciudadanos puntajes de libertad basados en sus comunicaciones en redes sociales.

En la reunión Gobernanza global se dijo que Europa era un lugar bonito para visitar, pero se admitió que su poder económico y político no estaba ya para competir por el liderazgo del Nuevo Orden Mundial. Los nuevos maestros del mundo se debaten entre la democracia y el neo-totalitarismo. Para cambiar el modelo se necesita imponer reglas a todos y la democracia es un obstáculo porque los habitantes de algunos países importantes podrían no estar de acuerdo.

Por ello es importante que los medios de comunicación masivos ayuden a convencer a todos de que quien no acate el nuevo orden no solo será un relegado, sino que será señalado como obstáculo del bienestar de sus propios congéneres y del planeta. Es decir, se dirá que su existencia misma es un peligro para la humanidad.

China tiene todo para encabezar el Nuevo Orden Mundial, las empresas del mundo producen ahí y venden al resto del planeta sus artículos, además tienen un mercado creciente muy importante como lo fue en su momento el de los EUA, las regulaciones locales son básicamente estar de acuerdo con el partido comunista quien es socio y tiene asiento en los consejos de administración de todas sus corporaciones.

Además, tiene un ejército creciente y moderno que podría garantizar la seguridad y ofrecerse de mediador como lo que en su momento hizo EUA; veamos como Ucrania le da esa oportunidad. Beijing controla inversiones en varios corporativos de información y los que aún no controla, son parte de los empresarios que ya son sus socios, finalmente está por sacudirse del dólar como moneda única mundial. Las mismas estrategias que le dieron el control a EEUU ahora están por caer en manos de Beijing.

Todo está ahí para que el Dragón (China) sea el nuevo líder, pero aún hay dos problemas que deben ser superados, el primero es que la idea de vivir bajo un régimen autoritario no es muy vendible para los ciudadanos de clase media de los países occidentales, que son parte del Actual Orden Mundial y que no quieren ser dependientes de los chinos, principalmente por el tema de la libertad de expresión y de acción que más o menos es garantizada y amplia en sus países en el actual modelo.

El segundo problema y muy ligado al primero es que el rey, es decir la súper potencia (Estados Unidos de Norteamérica) aún no ha muerto y como tal sigue siendo un riesgo para los que la quieren desplazar.

En este reacomodo del Actual Orden Mundial, como en todo reacomodo, hay aliados y gestores que pretenden sacar la mejor partida del momento. Ahí están Rusia, Corea del Norte, Sudáfrica y los países árabes a la alza y Japón, Corea del Sur, Canadá, Inglaterra a la baja. Alemania, Francia, la India, Australia, Egipto, Turquía e Israel en medio.

Como en todo, hay los que acuden a ser casi de relleno, peones que serán sacrificados, ahí están la mayoría de los países de África, América Latina y muchos países de Asia que tratarán de vender su amor al mejor postor pero que serán nuevamente relegados y solo utilizados como lo es Ucrania y casi todo Europa en este nuevo episodio. Naturalmente la migración puede hacer que esto cambie para bien o para mal por los efectos económicos de los movimientos masivos, pero también por los efectos individuales de dichos movimientos.

Para el Nuevo Orden Mundial se venden varias ideas: la idea del medio ambiente, aunque sea solo para presionar, porque los que lo promueven en su mayoría lo violentan. Esta la idea de los derechos humanos, aunque sean los primeros en promover gobiernos globales no electos que impongan obligaciones y limitaciones a los ciudadanos de cada país.

Está la idea del desarrollo económico, pero no se dice para quién exactamente, porque se busca reducir el número de empleos con la tecnificación y la dotación de un salario universal para subsistir ingresos, algo así como las raciones en el comunismo.

Pero para la gente de todo el mundo en lo general el Nuevo Orden no será gran cosa, menos libertades a cambio de algunos bonos tipo canastas o despensas a cambio de su aplauso y de su voto en caso de ser necesario. Los que más sufrirán serán las clases medias que o se adaptan o se friegan.

Para los países como México el riesgo-oportunidad es muy importante, en especial porque nosotros dependemos en gran parte de nuestro vecino del norte que al morir nos dejará económicamente huérfanos. Pero puede ser que el Nuevo Orden Mundial  también se de en forma híbrida con la subsistencia de Estados Unidos, América Continental y Europa como tierras por colonizar, por ser adquiridas con sus riquezas a precio barato si eres parte de la nueva élite.

A la caída de cada imperio hay alianzas no solo de organizaciones sino también de personas físicas, la muestra son las sabinas y los romanos, los españoles y los nativos mesoamericanos, los matrimonios de la familia Medici con la nobleza de Europa, los comerciantes y la nobleza caída en la revolución francesa y mil ejemplos más.

Las crisis son una gran oportunidad, hay que ver cómo se cuelan usted y sus hijos a este Nuevo Orden Mundial que se promueve incluso desde el seno del propio imperio decadente. Como país podríamos, pero no estamos unidos, ni siquiera queremos estarlo. Nuestros empresarios podrían ser parte y nuestros jóvenes, solo hace falta que deseen ver las señales en el cielo digital.

Pero, así como los partidos políticos de todo el mundo prometen y luego no cumplen, el Nuevo Orden Mundial es una campaña global que debemos entender o tratar de entender antes de aplaudir o de suscribir, porque en ella hay muchos actores como partidos políticos, que están buscando llegar o mantener el poder.

La democracia nos propone ser corresponsables de las decisiones colectivas, aunque siempre hay unos que influyen más que otros, pero el autoritarismo es dejar que otros decidan por nosotros y esperar que sean buenos. Ninguno de los dos es cien por ciento seguro, de hecho, la demagogia es lo único que es siempre presente, tratando de seducir a los habitantes para que acepten lo que se les dice con la menor resistencia o cuestionamiento posibles.

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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Querámoslo o no, Donald Trump ha vuelto

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Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //

Lo recuerdo, era mi cumpleaños 20 y también domingo, y corría el año de 1973, y mi padre me regalaba “El Gran Gatsby”, la muy apasionante novela de F. Scott Fitzgerald, dos de sus ejes contenidos me cautivaron: La alienación y el impulso de Jay Gatsby por sentirse aceptado por una alta sociedad segregante, aun y a pesar de ser inmensamente rico, realidad que quizá se expresa más claramente en una frase de la obra: “La vida es una lucha de apariencias, una lucha de lograr y de tener más de lo que uno merece”.

Donald Trump es un claro ejemplo, muy actual y presente en el mundo, de la fuerza del impulso de tenerlo todo: Poder económico y poder político. Donal Trump está entre los hombres más ricos de Estados Unidos, y fue el 45º y será el 47º presidente de aquella nación.

Donald, quien perdió en 2020 ante Joe Biden al buscar reelegirse como presidente de Estados Unidos, cuatro años después descarriló a Biden en su también anhelada reelección, obligándolo a abandonar la carrera presidencial, y derrotó ampliamente a Kamala Harris, la relevo en el Partido Demócrata.

Donald Trump ha vuelto al poder más fuerte de lo jamás imaginado para cumplir con sus planes de preeminencia y grandeza norteamericana e imponer su visión conservadora de Estados Unidos ante sí mismo y ante el mundo. Trump es un hombre transparente; jamás deja nada a la imaginación y dudas de sus seguidores y detractores. Así, por ejemplo, para él, la Teoría de Género tiene los días contados en EEUU y sus promotores sabrán que tienen ante sí a su peor pesadilla.

El presidente Donald Trump, a partir del 20 de enero próximo, actuará con todo el poder para poner orden en su frontera con México en dos temas fundamentales, las acciones de los cárteles de la droga, declarándolos terroristas, y el tráfico humano, ambos vistos como gravísimas omisiones del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Marco Rubio, próximo secretario de Estado norteamericano, lo ha acusado públicamente, y nos lo recordará todos los días. Rubio es de palabra dura y mano aún más dura. Para Trump y Rubio los narcotraficantes son terroristas y los perseguirá con toda la fuerza del Estado norteamericano.

La esperanza nunca debería sustentarse en la venganza. No entiendo a quiénes cifran la satisfacción de su venganza hacia López Obrador en Marco Rubio. Sea cual fuere el resultado de la dureza del nuevo secretario de Estado norteamericano, es mi deseo que México vuelva, de mutuo propio, al orden y la paz, y que el gobierno y el congreso mexicanos no nos convoquen a rasgarnos las vestiduras ante las exigencias norteamericanas. Son justas.

En México, muchos de quienes estaban a favor de Kamala Harris, hoy se muestran muy a favor de Donald Trump. Su nacionalismo se mantiene muy firme; sin embargo, aceptan que ya es tiempo de poner en orden las cosas en México pues el estado mexicano, sin duda, está doblegado y resquebrajado ante los cárteles de la droga. Claudia Sheinbaum no ha demostrado estar dispuesta a cumplir a cabalidad con su mandato presidencial en materia de seguridad a pesar de los buenos oficios de Omar García Harfuch pues, peor, no desea tomar el mando que aun detenta López Obrador.

Sheinbaum deberá entender que solo tiene de dos sopas, o se arma de valor ante los cárteles y los traficantes de gente y los combate con toda la fuerza del Estado mexicano, o los gringos cumplirán con esa su obligación constitucional, interviniendo aun en nuestro territorio. Que de nada le valdrán las bravatas de Marcelo Ebrard en materia económica ante los gobiernos norteamericano y canadiense.

Que esto nos es pleito entre escolapios en donde uno echará al otro a su padre que es bombero y lo mojará con su manguera, y el otro a su padre que es policía y lo llevará a la cárcel. Que en cosas de gobierno se actúa conforme a la ley y se cumple con los tratados internacionales. Que Naciones Unidas tiene un centro en contra del terrorismo que a México obliga.

Un adelanto de la presión internacional que el gobierno de México enfrentará en los años próximos ya lo recibimos en esta semana. La calificadora Moody’s cambió de estable a negativa la perspectiva económica de México por el debilitamiento de nuestro Estado de derecho por la reforma judicial y el deteriorado entorno institucional gubernamental, el esperado aumento en el costo de la deuda internacional de México y la mayor rigidez del gasto público, que podrían socavar nuestros resultados fiscales y económicos.

Tanto Moody’s, como los principales analistas de los futuros económicos en el mundo, coinciden en calificar como de muy alto riesgo la reciente reforma aprobada por Morena, PT y Verde al Poder Judicial. Sheinbaum, obedeciendo a López Obrador, ha decidido alterar los controles y equilibrios del poder político y económico en México, y eso se le, se nos, cobrará muy caro.

Quiero invitarte a pensar en que Trump no está para salvarnos, ni Rubio para vengarnos. Ellos tienen sus tareas más allá del Rio Bravo. De este lado, todo depende de nosotros. Vamos, ni Sheinbaum hará nada para salvarnos; a ella solo le interesa obedecer a López.

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En riesgo la hegemonía estadounidense: El retorno de Donald Trump; retos económicos y sociales

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Actualidad, por Alberto Gómez R. //

En los últimos cuatro años, la economía y la cohesión social de Estados Unidos han enfrentado un deterioro significativo, marcando uno de los periodos más complicados en su historia reciente.

La administración de Joe Biden, aunque intentó implementar políticas para estimular la recuperación tras la pandemia de COVID-19, dejó profundas brechas económicas y sociales que ahora desafían al presidente electo Donald Trump. Con un escenario global en transformación y un entorno interno polarizado, Estados Unidos se encuentra en un momento crítico de redefinición de su papel como potencia mundial.

LA ECONOMÍA BAJO LA ADMINISTRACIÓN DE BIDEN

La inflación se convirtió en uno de los mayores retos durante la administración Biden. La epidemia de Covid-19 dejó tras de sí trastornos económicos; en junio de 2022, la inflación alcanzó un pico histórico del 9.1%, las tasas más altas que los estadounidenses han experimentado en 40 años, según la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) lo que, por supuesto, en la práctica suponía un recorte salarial. La explosión del gasto militar para apoyar las guerras en Ucrania y Gaza también ha alimentado la inflación.

Como resultado, el nivel de vida de las y los trabajadores estadounidenses ha disminuido bajo la administración Biden, mientras que el auge del mercado de valores ha ayudado a las y los estadounidenses más ricos a hacerlo bastante bien. Este fenómeno, impulsado por interrupciones en las cadenas de suministro globales, estímulos fiscales masivos y el aumento de los precios de la energía, erosionó el poder adquisitivo de las familias estadounidenses. Aunque las medidas de la Reserva Federal lograron reducir la inflación a un 3.7% al cierre de 2024, esta cifra seguía por encima del objetivo del 2%, lo que refleja un entorno económico aún frágil.

El aumento del costo de vida se manifestó en productos esenciales. Según la Administración de Información Energética (EIA), el precio promedio de la gasolina aumentó un 40% entre 2020 y 2024. Asimismo, los alimentos básicos experimentaron un incremento promedio del 25%, afectando especialmente a las familias de ingresos medios y bajos. Esta situación exacerbó la desigualdad, ya que los salarios reales apenas crecieron un 3% durante el mismo periodo, según el Economic Policy Institute.

DÉFICIT FISCAL Y DEUDA PÚBLICA

El déficit fiscal alcanzó los $1.7 billones en 2024, mientras que la deuda pública superó los $36 billones, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO), un incremento alarmante respecto a los $27 billones reportados al inicio de la administración Biden. Este nivel de endeudamiento, alimentado por programas de estímulo económico y políticas de infraestructura, limita la capacidad del gobierno para responder a futuras crisis económicas. Además, el creciente costo del servicio de la deuda, derivado del aumento de las tasas de interés, se ha convertido en una carga significativa para el presupuesto federal.

La brecha económica continuó ampliándose durante la administración Biden. El 1% más rico de la población concentró el 38% de la riqueza total en 2023, mientras que los sectores más vulnerables enfrentaron mayores dificultades para acceder a empleos estables, y apenas aumentaron un 4% en términos reales, según un informe de la Oficina del Censo. Según el Departamento de Trabajo, el empleo precario representó el 30% de los nuevos puestos creados entre 2020 y 2024, con un aumento notable en los contratos temporales y trabajos a tiempo parcial. Esto ha exacerbado la pobreza en comunidades vulnerables, con un índice de pobreza que aumentó del 11.4% en 2020 al 14.7% en 2024.

En 2016, Hillary Clinton demostró su desprecio por los partidarios de Trump, entonces abrumadoramente blancos, etiquetándolos como “los deplorables”, en lugar de tratar de reconocer la fuente de su ira: la gran desigualdad en el statu quo económico. Ocho años después, con un apoyo a Trump mayor en prácticamente todos los grupos demográficos, es imposible ignorar la desesperación económica que alejó del Partido Demócrata a las y los electores, cuando Biden seguía presumiendo de que la economía estadounidense durante su mandato es “la más fuerte del mundo”.

FACTORES SOCIALES: POLARIZACIÓN Y RADICALIZACIÓN

La polarización política se ha intensificado, dando lugar a movimientos separatistas que, aunque minoritarios, representan una amenaza para la unidad del país. Uno de los fenómenos más alarmantes es el resurgimiento de movimientos secesionistas en estados como Texas y California.

Líderes locales y organizaciones políticas han planteado referendos para separarse de la unión federal, alegando incompatibilidades políticas y económicas. Aunque estos movimientos no tienen un apoyo mayoritario, su existencia refleja una fragmentación preocupante en la unidad nacional. Grupos como «Texit», que abogan por la independencia de Texas, han ganado tracción en sectores conservadores descontentos con las políticas federales. Estas iniciativas reflejan el creciente desencanto con el sistema político.

La radicalización ideológica también se ha intensificado. Los crímenes de odio aumentaron un 18% entre 2020 y 2024, según el FBI, afectando principalmente a comunidades afroamericanas, asiáticas, judías y musulmanas. Este aumento está vinculado al resurgimiento de grupos extremistas y al uso de las redes sociales como plataformas para propagar discursos de odio.

RETOS ECONÓMICOS Y SOCIALES

Con la reelección de Donald Trump, Estados Unidos se adentra en un periodo de grandes desafíos. Su promesa de «recuperar la grandeza estadounidense» enfrenta múltiples obstáculos, tanto internos como externos.

Trump ha anunciado un ambicioso plan para reindustrializar Estados Unidos y reducir la dependencia de las cadenas de suministro globales. Sin embargo, implementar esta estrategia requerirá superar barreras como la resistencia de aliados comerciales y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura. También deberá manejar las tensiones con China, el principal socio comercial de Estados Unidos, en un momento en que las relaciones bilaterales están en su punto más bajo en décadas.

El presidente electo ha prometido recortes de impuestos para estimular el crecimiento económico, pero esta medida podría agravar el déficit fiscal si no se acompaña de reducciones en el gasto público. Además, la capacidad de implementar estas políticas dependerá de su habilidad para negociar con un Congreso dividido, donde los demócratas probablemente resistirán cualquier iniciativa que reduzca programas sociales.

El enfoque de Trump en políticas ultraderechistas, incluida la restricción de la inmigración y la eliminación de regulaciones ambientales, podría generar más divisiones. Aunque estas medidas cuentan con el apoyo de su base electoral, enfrentan la oposición de sectores progresistas y moderados, lo que podría derivar en mayores tensiones sociales.

EL FIN DE LA HEGEMONÍA ESTADOUNIDENSE

El bloque BRICS+ ha emergido como un desafío significativo para la hegemonía estadounidense. Con la inclusión de nuevos miembros como Arabia Saudita, este grupo busca crear un sistema financiero alternativo que reduzca la dependencia del dólar. Según el Banco Mundial, el comercio intrabloque creció un 15% anual durante los últimos cuatro años, fortaleciendo su influencia económica y política.

El dólar, pilar del sistema financiero internacional, está perdiendo su posición dominante. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la proporción de reservas globales en dólares cayó del 61% en 2020 al 55% en 2024. Este descenso refleja una creciente diversificación hacia monedas como el yuan chino y el euro, impulsada por iniciativas del BRICS+ y otros bloques emergentes.

En el ámbito militar y geopolítico, Estados Unidos enfrenta el ascenso de China como potencia dominante en el Pacífico y la reactivación de Rusia en Europa del Este. Además, la influencia de potencias regionales como Irán y Arabia Saudita en el Medio Oriente limita la capacidad de Estados Unidos para mantener su dominio en esta región estratégica.

El futuro socioeconómico de Estados Unidos dependerá en gran medida de la capacidad de la administración Trump para manejar una economía debilitada, una deuda insostenible y una sociedad fracturada. La reconciliación política y la creación de un camino inclusivo para el desarrollo serán cruciales para evitar una crisis prolongada.

Aunque Trump tiene un historial de promover el crecimiento económico, los riesgos asociados con su estilo confrontacional y sus políticas divisivas no pueden ser ignorados. El equilibrio entre reformar el status quo y evitar una mayor radicalización será la prueba definitiva para su liderazgo.

Estados Unidos enfrenta uno de los periodos más complejos de su historia contemporánea. La administración Biden dejó un legado de desafíos económicos y sociales que el presidente electo Donald Trump deberá abordar en un contexto de polarización interna y competencia internacional.

El éxito o fracaso de las políticas de Trump determinará no solo el rumbo de Estados Unidos, sino también el equilibrio de poder en el mundo. Sin embargo, para superar estos retos, será necesario un liderazgo que trascienda la retórica divisiva y busque soluciones inclusivas y sostenibles. En un mundo cada vez más multipolar, el destino de Estados Unidos dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas realidades globales sin perder de vista los principios democráticos y la cohesión interna que alguna vez lo definieron como nación.

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