CULTURA
Sonido de la libertad (Sound of freedom), tiro en el corazón de la mafia del poder mundial: Expone entrañas de la red de tráfico sexual
Silvia Palacios y Lorenzo Carrasco //
El título de la película más polémica e impactante del año ya tiene dueño: “Sound of Freedom”, del director mexicano Alejandro Gómez Monteverde y su compatriota Eduardo Verástegui y la estrella estadounidense Jim Caviezel como los productores ejecutivos. Caviezel, quien interpretó a Jesucristo en la célebre película “La Pasión de Cristo” (2005) de Mel Gibson, también es el protagonista de la historia real del ex agente del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos Tim Ballard, quien abandonó esa entidad y creó una organización para rescatar a víctimas de la trata de niños para explotación sexual en Colombia.
Con un presupuesto relativamente bajo de $ 14.5 millones de dólares, la película ya ha recaudado más de diez veces esa cantidad solo en los Estados Unidos, donde tuvo un estreno espectacular el feriado del 4 de julio, rebasando las grandes estelares que tradicionalmente aparecen el día en que los norteamericanos celebran su independencia. Por ahora se está negociando su proyección en numerosos países.
La razón principal de la controversia que ha rodeado a la película es el hecho de que expone las entrañas de la compleja red de tráfico sexual infantil, prostitución y esclavitud cultivada y mantenida por los sectores más degenerados de la oligarquía angloamericana.
Por cierto, los productores de la película, que se presentará en el Capitolio de Washington, han anunciado su intención de pedir al Congreso que dé a conocer la lista de personajes que visitaron las tenebrosas islas caribeñas de Little St. James y Great James, donde el magnate degenerado Jeffrey Epstein -asesinado en un mal explicado «suicidio» en una celda de máxima seguridad- protagonizó sus odiosas bacanales donde la diversión era alimentada por una enorme red internacional dedicada al tráfico sexual de niños y adolescentes de ambos sexos.
Si bien se conocen algunos miembros notables de la lista, su publicación ha sido bloqueada ya que involucra a figuras del calibre del ex presidente Bill Clinton, de banqueros de Wall Street y de familiares de la realeza británica. Aunque la trayectoria de Epstein ya ha sido retratada cinematográficamente, “Sound of Freedom” ha revivido el interés en el tema.
Para lograr esto, sus productores tuvieron que abrirse camino entre las grandes corporaciones que dominan el mundo del cine de Hollywood, la otrora productora de cine infantil Disney, Netflix, Amazon y otras, que rechazaron abiertamente cualquier participación en el proyecto. Igualmente, más de 20 actores de primer nivel fueron consultados y rechazaron el papel del protagonista.
A pesar de las dificultades, la película, que denuncia el modus operandi y los tentáculos de la mafia que explota el tráfico sexual de niños, atrajo multitudes a los cines estadounidenses, incluso compitiendo con éxitos de taquilla como “Indiana Jones y la llamada del destino”, “Misión Imposible – ajuste de cuentas”, “Barbie” y “Oppenheimer”, todos realizados con presupuestos de un orden de magnitud superior.
Y ni que decir del recibimiento mordaz de la crítica cinematográfica, Washington Post, Rolling Sones, The Guardian, que, en un intento por acallar el contenido de la denuncia, la acusan de ser una mera teoría de la conspiración propia de un auditorio formado por los “baby boomers” norteamericanos.
Coincidencia, o no, a pocos días de haberse estrenado, el Departamento de Justicia de Estados Unidos removió silenciosamente secciones de su sitio de Internet relacionadas con el tráfico sexual de niños, tanto nacional como internacionalmente, incluyendo una que daba información sobre menores estadounidenses que son “reclutados y explotados” por la industria comercializadora de la actividad sexual. La entidad no dio ninguna explicación al respecto.
El propósito que hizo posible la realización de la película es desatar un movimiento de indignación y protesta frente al tenebroso y aborrecible hecho del intenso comercio infantil sexual entre México y Estados Unidos; pero que, en definitiva, está incrustado en una cultura hedonista de la que participa sin recato el mundo cinematográfico, donde la diversión se centra en la degradación de la sexualidad humana.
Esa tendencia, sin embargo, no se restringe únicamente a este ambiente y a los espectáculos afines, sino que se extiende a una cultura que se generaliza; ahí tenemos la denominada ideología de género, la vertiente “woke”, el programa LGBTQI+ y otras corrientes que arrancaron con la denominada “new age” (nueva era).
Decir que los valores morales se desprecian ya no parece ni novedoso ni motivo de alarma. Todo esto se inscribe en una época en que la mafia internacional del poder subsiste galopando en la peste de la usura encumbrada en la globalización financiera, cuya ambición de hegemonía ahoga a las naciones, desata la violencia, la pobreza, las guerras, el control de recursos, y una política deliberada para enterrar en los museos el tesoro de los principios de la cultura cristiana occidental.
En las relaciones internacionales, además del belicismo, comienza a prevalecer la diplomacia LGBTQI+ impuesta para sustituir la cultura de las naciones. Para citar un caso sangriento veamos a Ucrania. Agobiada por una guerra sustituta de la OTAN, se le impone que incorpore las normas LGBTQI+ en sus leyes y hasta en el ejército que combate en el frente de batalla; condicionamiento para ser aceptada en la caricatura de la democracia y seudo cultura occidental. En contraste, no ha habido hasta ahora, ninguna manifestación que indique preocupación para acabar con la férrea cadena del tráfico internacional de niños de la cual ese país es un eslabón de gran importancia.
Con “Sound of Freedom”, Eduardo Verástegui, Jim Caviezel y Alejandro Gómez Monteverde dispararon un tiro al corazón de una mafia de poder secular que se comporta siguiendo la creencia de la sodomía superior (high sodomi) ensalzada en la Inglaterra victoriana y colonial por John Ruskin, mentor de una plétora de altos oligarcas imperialistas del calibre de Cecil Rhodes y otros.
Esto se traduce en una cuestionable «lealtad» a una red de sociedades secretas que gobiernan estructuras de poder mundial, inspiradas en la eugenesia, el maltusianismo, la predestinación y el excepcionalismo, convicciones que motivan los actos de los culpables del tráfico global de niños denunciado por la película.
Ante esto, la aceptación de Sound of Freedom entre la ciudadanía es aquel grito ahogado que busca salir para rescatar la dignidad inalienable del ser humano, sonido por ahora expresado en EUA, primer país que la transmitió, y en la infinidad de redes sociales del mundo que se manifiestan. Estamos en el comienzo de una revuelta mundial contra esa élite perversa.
