NACIONALES
El alto endeudamiento: El atardecer de las cifras, la política detrás del presupuesto 2024

Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //
Bajo el atardecer de Ciudad de México, la sala de conferencias de Citibanamex se convierte en un escenario donde expertos desentrañan las páginas del nuevo presupuesto. Aquí, números, porcentajes y gráficas se convierten en actores políticos. «El presupuesto del próximo año parece estar diseñado para ganar las elecciones presidenciales de 2024», declara un analista de la firma financiera.
Su tono calculado no logra ocultar el cambio de ruta: el fin de la «hiper-austeridad» y la transición a un modelo que prioriza ciertos rubros sobre otros. La Secretaría del Bienestar emerge como la protagonista indiscutible, con un incremento del 25% en términos reales. Las transferencias monetarias, que benefician directamente a la base de López Obrador y Morena, toman el centro del escenario.
Al mismo tiempo, la Secretaría de Salud sufre un recorte dramático, a medida que nace un nuevo personaje: IMSS-Bienestar, el nuevo programa de salud para la población no asegurada. Sin embargo, la pregunta que flota en el aire es: ¿A qué costo?
Entre informes y debates, se subraya el sacrificio de la inversión física, reducida en un 11.1%. Mientras tanto, los proyectos insignia de la administración —el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas— reciben fondos suficientes para su culminación. Pero, ¿y después qué?
Con un aire de benevolencia palpable, la política social del gobierno se ha erigido como la estrella brillante en un cielo nublado de cuestionamientos. La pregunta latente, casi como un susurro en los pasillos del poder, es cuánto más allá de la cortesía y la simpatía puede llegar el dinero del estado para mantener e impulsar este pulmón social, este brazo extendido hacia la población.
Este no es un mero asunto contable; es una fusión delicada de esperanza y pragmatismo, donde las lealtades se forjan en el crisol de programas que buscan más que simples votos: buscan devoción. Pero en la oficina traslúcida del presupuesto, los números, aunque elásticos, tienen un límite. A veces se estiran, a veces se encogen, y las consecuencias son tan variadas como los sectores que afectan.
Algo inquietante habita en el paisaje de estas políticas: la discrecionalidad con la que se manejan los fondos. No es raro pensar que detrás de cada programa se esconde un laberinto de decisiones, oscurecido por sombras de duda y escepticismo. Y aquí radica el reto que Morena enfrentará ante el electorado.
Por otro lado, las grandes obras, esas apuestas de hormigón y acero, viven en un constante vaivén de certezas e incertidumbres. Recordemos el aeropuerto de Texcoco, una sombra que aún nos persigue como un eco interminable en las finanzas públicas. Y ahí están el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, con sus contornos borrosos, presupuestos inflados y cronogramas esquivos.
No hay claridad, por ejemplo, en el destino final del Tren Maya. Su trayecto serpentea tanto en la realidad como en la metafórica neblina de la planificación. Las voces disidentes claman por transparencia, pero la respuesta parece perdida en el viento del Yucatán, mientras los costos se disparan como estrellas fugaces fuera de órbita.
En el caso de Dos Bocas, el misterio es igualmente penetrante. Se nos promete un futuro de barriles y prosperidad, pero el mañana sigue siendo una página en blanco, escrita con tinta invisible.
Lo que resulta innegable es que, cuando las urnas se cierren el próximo año, el nuevo gobierno —sea quien sea— tendrá ante sí una pila de temas espinosos que requerirán más que una varita mágica para resolverse. Estos son los legados y las cargas que se heredarán, y ante ellos, el país se encuentra en una encrucijada que no sólo exige cifras, sino también claridad, honestidad y, más que nada, una visión sostenible y unificada para el futuro incierto que se avecina.
Se dibuja un futuro complicado, y el análisis de Citibanamex lanza sombras sobre lo que aguarda a la siguiente administración. La deuda neta amplia cierra 5.2 puntos porcentuales del PIB más alta que el cierre del sexenio anterior. El déficit total del 2024, según el presupuesto federal, podría alcanzar el orden de 1.9 millones de millones de pesos.
Si nos retrotraemos al primer acto de la administración de López Obrador en 2019, hallaremos un déficit que rondaba un aparentemente modesto 2.3% del Producto Interno Bruto de aquel entonces. Ah, pero qué revelador es el paso del tiempo, ese implacable juez que desnuda la realidad. Al llegar al ocaso de este sexenio, si las estrellas económicas se alinean en nuestro favor, es decir: ¡Si bien nos va!, nos encontraremos ante un déficit que ha engordado hasta alcanzar el 5.4% del PIB contemporáneo.
Este número, aunque pueda parecer una mera estadística, es en realidad un espejo que refleja la multiplicación de compromisos y tensiones: una inflación, por así decirlo, no solo de cifras sino de ambiciones y riesgos. Hablamos de un incremento que supera las dos veces, 2.3 para ser exactos, en el espacio de unos pocos años; un estiramiento del tejido fiscal que nos hace cuestionar la elasticidad, y quizás la sostenibilidad, del rumbo económico del país.
Este déficit, ya no tan discreto, es como un elefante que ha crecido en la sala, y que todos, querámoslo o no, tendremos que abordar. La narrativa oficial apunta a un endeudamiento que ronda «tan solo» el 50% del PIB. Pero este argumento omite una realidad contundente: en comparación con otros países latinoamericanos, la recaudación tributaria en México es significativamente menor, dejando poco espacio para inversiones críticas en educación, salud y seguridad.
Con estos elementos en juego, el gobierno de López Obrador enfrenta un desafío de alta complejidad. La propuesta presupuestaria parece no sólo un mapa de ruta para su último año, sino también una declaración de intenciones que busca satisfacer a su base electoral mientras plantea incógnitas difíciles de responder.
En el complejo tablero de la política mexicana, donde cada decisión presupuestaria puede traducirse en capital político, el presupuesto de 2024 aparece como una jugada arriesgada, una apuesta que podría definir no sólo el final del mandato de López Obrador sino el inicio de una era repleta de desafíos económicos y sociales.
La sala se vacía, las luces se apagan, pero las preguntas persisten. A medida que nos acercamos a un ciclo electoral incierto, la tensión entre las aspiraciones políticas y las realidades fiscales se intensifica, dejando a la nación en una encrucijada que demanda más que números; demanda respuestas, transparencia y, sobre todo, un proyecto sostenible para el futuro.
En Twitter: @DEPACHECOS
ENTREVISTAS
Francisco Reséndiz Neri, candidato a juez de distrito: Juzgar con pasión, servir con independencia

Por Francisco Junco //
“Quiero seguir siendo juez porque es mi vocación y mi pasión. No busco poder, sino servir”, afirma con convicción Francisco Reséndiz Neri, Juez Séptimo de Distrito en Jalisco, mientras enfrenta un proceso inédito en México: la elección popular de jueces el 1 de junio de 2025.
Con más de 20 años en el Poder Judicial y nueve como titular en materia penal, Reséndiz, identificado con el número 25, defiende su trayectoria y su amor por los derechos humanos como su principal carta de presentación.
Un camino desde abajo
Reséndiz comenzó en los escalones más bajos del sistema judicial, como meritorio, haciendo copias y aprendiendo desde la base. Su carrera incluye roles como actuario penal, secretario del Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco, y juez federal en materia de cateos y arraigos en la Ciudad de México, hasta llegar a la titularidad del Juzgado Séptimo de Distrito.
“Me mueve, el hecho de que creo que esto tiene que mejorar en la selección y que se requerirán personas de experiencia, personas independientes, que contribuyan a que subsista lo que es propiamente la división de poderes, la democracia como la conocemos actualmente, porque la defensa más cercana que tiene el ciudadano y todas las personas contra cualquier acto arbitrario, es precisamente el juicio de amparo, único en el mundo que permite anular cualquier acto”, señala, destacando su compromiso con la división de poderes y la democracia.
Retos de una elección sin precedentes
En entrevista con Conciencia Pública, Reséndiz aborda con franqueza los desafíos de esta elección. “Será difícil que la gente vote con cientos de nombres en una boleta, sin partidos ni propuestas tangibles”, admite. Reconoce riesgos, como la posible influencia de poderes fácticos, incluido el crimen organizado, pero insiste en que la solución es simple: “Apegarse a la ley, al caso concreto y a la Constitución”. Su experiencia, dice, es su escudo contra presiones externas.
Dilemas judiciales
Francisco Reséndiz Neri reconoce que uno de los grandes dilemas actuales en la labor jurisdiccional es la falta de una postura clara de la Suprema Corte respecto a la jerarquía entre los tratados internacionales y la Constitución.
“Muchos jueces, actuando de manera fundada, han establecido que debe prevalecer el tratado sobre la Constitución en ciertos casos, especialmente cuando se trata de derechos humanos”, explica. Sin embargo, esa práctica ha generado reacciones del poder legislativo, que habla de afectaciones a la soberanía nacional. “El problema es que cuando un juez aplica el tratado por encima de la Constitución, aunque sea para proteger derechos humanos, puede ser señalado o etiquetado, y eso no debería pasar”, señala.
Una justicia humana y equitativa
Cuenta cómo, en un caso de abuso sexual contra un menor, “coincidía la edad con la de mi hija. Estás tentado a echarle más cosas, pero no puedes. Tienes que ser objetivo. No puedes decidir por lo que sientes” y reafirmó que la objetividad no lo aleja de la empatía, “hay que ponerse en los zapatos de los otros. Todos tienen un proyecto de vida, todos merecen respeto”.
Propuestas claras
¿Por qué votar por él? Reséndiz enumera tres razones:
“Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona capacitada. Quiero que votes por mí porque tienes derecho a una persona que ha administrado justicia y que tiene noción de lo que es o son los actos injustos. Y, tres, quiero que votes por mí porque siempre dialogaré por la protección de los derechos de las personas. Esa es mi directriz”, subraya.
Deuda histórica con las víctimas
Para Reséndiz Neri, el sistema penal mexicano tiene una deuda histórica con las víctimas, “el sistema ha privilegiado la forma sobre el fondo”, lamenta. Y pone un ejemplo elocuente, “no es lo mismo liberar a alguien porque no se leyó un derecho a tiempo, que porque no se comprobó su responsabilidad. Hay que cuidar las formas, sí, pero sin perder de vista la justicia de fondo”, apunta. Desde esa visión, Francisco Reséndiz cree necesario revisar la legislación para que no se convierta en un laberinto que sirva como impunidad.
El juez habla con firmeza sobre temas que no todos tocan con tanta claridad, por ejemplo, aseguró que la diversidad llegó para quedarse. “No puede haber discriminación por preferencia sexual, por origen étnico o por discapacidad. Es una deuda histórica que tenemos con los grupos vulnerables”. Defiende los protocolos para juzgar con perspectiva de género, y asegura que su compromiso es procurar una justicia que no sólo sea formalmente igual, sino sustantivamente justa.
En un México donde la desconfianza hacia las instituciones prevalece, Reséndiz ofrece su trayectoria: nueve años como titular del Juzgado Séptimo de Distrito y una carrera forjada en la experiencia.
En la inédita elección de jueces del 1 de junio de 2025, lamenta no poder prometer resultados tangibles como un político que ofrece obras públicas. “Solo prometo proteger los derechos de quienes lleguen a mi juzgado, porque así lo manda la Constitución”, asegura con convicción. “No lo hago por poder, sino por deber”.
CARTÓN POLÍTICO
Herida abierta
NACIONALES
Daniel Cosío Villegas y el dominio presidencial

Conciencia con Texto, por José Carlos Legaspi Íñiguez //
Muy certero el dicho aquel de “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Daniel Cosío Villegas, historiador, economista, catedrático, intelectual reconocido por tirios y troyanos, escribió varios libros que dieron luz para comprender cómo se hizo y cómo funcionó el Sistema Político Mexicano, confeccionado por revolucionarios, entre los que sobresalen, Álvaro Obregón, Venustiano Carranza, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas y otros.
Don Daniel Cosío Villegas, quien tuvo que aclarar la mentirijilla que propagó de haber nacido en Colima, en 1900, cuando en verdad nació en la Ciudad de México en 1898, estableció en varios de sus libros, ensayos y textos, que México vivió alrededor de 70 años un sistema autoritario, presidencial y con un partido dominante.
Habrá que estar muy atentos a lo escrito por este sociólogo y diplomático que desnudó y encabritó a no pocos miembros de la élite que gobernó nuestro país desde que la Revolución se bajó del caballo hasta que llegó Fox con sus botas piteadas.
Don Daniel consideró que los poderes metaconstitucionales, de por sí concesionados en la Magna Carta de 1917, motivaron la Centralización del Poder en los rubros de política, economía y geografía. Esta concentración fue perversa, centralista y castrante para el resto de las entidades de la República. Tiempos hubo que en política “no se movía una hoja del árbol” sin la aprobación del Presidente de la República (así con mayúsculas) porque su poder era inmenso, total y arbitrario.
La subordinación de las autoridades municipales, estatales, así como de los poderes Legislativo y Judicial, al omnímodo poder presidencial se tornó, incluso, patético, absurdo y kafkiano.
El presidente priista en turno era un dios sexenal, que hacía y deshacía según su voluntad, su ánimo y sus intereses personales y de grupo. ¡Ay de aquél o aquellos que osaran ir en contra de la voluntad del todopoderoso presidente! Le esperaba cárcel, muerte política o… de veras.
Con esas condicionantes se canceló así la actividad política como factor de movilidad social; brilló la ausencia de un programa político claro y se apoderó del poder el oportunismo descarado y descarnado de las huestes “hienas” que pululan siempre buscando la carroña que dejan los “leones” de la grilla.
Un factor más fue el partido único, mediante el cual se legitimaron los cambios sexenales para aparentar la democracia hacia afuera, hacia los observadores mundiales. Mientras se mostraba esa falsa careta democrática al interior del partidazo y de otros partidos paleros, se practicaba la sumisión total al detentador del poder político.
Don Daniel Cosío Villegas publicó en 1972, bajo el auspicio de la Universidad de Texas, su ensayo “El sistema político mexicano, las posibilidades de cambio”.
Estableció que la creación del Partido Nacional Revolucionario, ideado en 1920, pero nacido hasta 1929, fue creado para eliminar el caudillismo de los neopolíticos postrevolucionarios, la mayoría hombres de armas, y así disminuir la violencia. Esto generó la “pax post revolución”, con el beneficio de sentar bases sólidas de la economía y algunos programas con objetivos sociales.
Octavio Paz, premio Nóbel de Literatura, solía decir que Cosío Villegas, “nos hizo conscientes de la dignidad humana”. Cosío Villegas fue director de la Escuela de Economía de la UNAM en 1933. Fue el primer director del Fondo de Cultura Económica, de 1934 a 1948 y presidente del Colegio de México de 1957 a 1963. Justamente don Daniel, siendo diplomático en Portugal, sugirió al entonces presidente Lázaro Cárdenas del Río, traer a México a los intelectuales españoles perseguidos por Francisco Franco por su afán republicano.
Ellos, los refugiados españoles fundaron la Casa de España, a la postre convertida en el Colegio de México. En 1943 el presidente Manuel Ávila Camacho aprueba y se crea el Colegio Nacional. Entre sus iniciadores está don Daniel Cosío Villegas y los jaliscienses, José Clemente Orozco, Enrique González Martínez, Mariano Azuela, acompañados por Manuel Sandoval Vallarta, Carlos Chávez, Alfonso Reyes, Alfonso y Antonio Caso, Ignacio Ochoterena, Diego Rivera, José Vasconcelos e Ignacio Chávez.
Cosío Villegas estableció que “el dominio presidencial mata todo espíritu cívico y convierte la vida política del país en una farsa profundamente aburrida”.
A este gran pensador mexicano se le consideró un liberal constitucionalista. Sus palabras parecieran resonar en estos tiempos de regresión al tiempo en que el sistema político mexicano se regía por el autoritarismo, la descalificación de los adversarios, la sumisión de los poderes, la compra de voluntades, el absolutismo y totalitarismo encarnado en un partido único al servicio del presidente en turno.
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