OPINIÓN
La sequía golpea al campo
Desde los campos del poder, por Benjamín Mora Gómez //
Albert Einstein y George Eliot coincidieron en señalar que un estómago vacío es un mal consejero; lo sabe Andrés Manuel López Obrador y por ello se empeña en acabar con el campo mexicano al eliminar a la financiera rural y los programas gubernamentales de apoyo a la agricultura y la ganadería. Es perverso y lo disfruta. En sus dádivas directas espera ganar lealtades y votos aunque medie la pérdida de la dignidad y sojuzgue a la soberanía popular.
Quizá uno de mis autores más querdios es León Tolstoy quien alguna vez dijo: “Antes de dar al pueblo sacerdotes, soldados y maestros, seria oportuno saber si no se estamuriendo de hambre”.
Jalisco vive una de la peores sequías en muchas décadas; 60 de sus municipios quizá no logren sacar las cosechas que se propusieron; cabezas de ganado, mayor y menor, morirán y el hambre tocará a las puertas de miles de familias jaliscieneses. Del gobierno federal nada habremos de esperar, y lo que el gobierno estatal ofrezca no será suficiente.
Desde la Confederación Nacional Campesina, Eliazer Ayala, su líder en Jalisco, escucha las voces de los ejidatarios que miran con dolor y preocupación que sus siembras no crecen lo suficiente y busca soluciones viables; desde la Pequeña Propiedad, Julián Orozco hace lo mismo, y en la Cámara de Diputados federal, Cuquis Camarena recorre el país y recibe delegaciones de productores agrícolas de EEUU dispuestos a hacer milagros conjuntos.
… y Andrés Manuel nos dice que nada pasa… ¡Exacto, en su gobierno nada pasa que brinde esperanza!
Cuquis, Eliazer y Julián reconocen que nuestra gente del campo son ejemplo de resiliencia ante este gobierno federal fallido.
Igual que muchos, hoy con profesiones, vinimos de familias que sembraron y criaron sus animalitos; de ellos aprendimos dos valores: la paciencia y la persistencia. Aprendimos que se trabaja desde la primera hora, a dar de comer a los animales antes que a uno mismo y a leer “el tiempo”, como se llamaba al clima.
La gente del campo, a falta de radio, aprendieron a cantar y, con el canto, a sonreir. Sus canciones jamás se pelean con la tranquilidad del campo como lo hacen quienes hoy usar 10 palabrasm mal pronunciadas y sin armonía al destruir tímpanos. La gente del campo saben que los sonidos deben guardar armonía con el viento, el trinar de la aves y el agua corriendo por sus rios.
Es curioso, jamás he visto a una feminista reivindicar a la agricultura como creación femenina; quizá por su ignorancia es que recriminan a las mujeres que preparan los alimentos de su esposo e hijos… e hijas, claro, no se enojen. La agricultura, creación de la mujer, sostiene a la nación y al mundo entero. Jamás he visto a una campesina emberrinchada por lo que hace; la mujer del campo no tiene cara amargada ni destruye todo a su paso, antes bien, crean vida y la protegen.
Es dadora y creadora de vida. Jamás he visto a una gallina picotear sus huevos para no tener que cuidar a sus polluelos ni a una yegua matar a su potrillo para ella poder correr con libertad por el potrero. Eso es de nazis, kukusklanes y esclavistas.
En esa película aprendí del dolor de quien sufre de hambre como condena de vida por razones ajenas a uno mismo. Hoy, en México, millones de seres, de todas las edades, sufren de hambre crónica; de días sin la esperanza de un mendrugo de pan que les haga despertar una sonrisa. Millones de mexicanos que condenan de hambre los caprichos de López en contra de la sociedad civil organizada. ¡Maldita indolencia!
En la zona comprendida entre San Juan de Dios y Analco, en el centro de Guadalajara, mi amigo Carlos Aviña, “el padre cobijas”, tiene su cocina comunitaria que acerca cominda a decenas de gente que vive en situación de calle, abandono o pobreza estrema. Mi amigo Juan Carlos de la Torre es uno de sus benefactores… yo los presenté y ahora trabajan hombro con hombro.
Ahora, Carlos Aviña pretende dar vida a un amplio programa de azoteas verdes para el cultivo de verduras, frutos y yerbas de olor que mitiguen el hambre. Con otros amigos le ayudaremos para utilizar los métodos más sustentables como la hidroponia o el riego por goteo.
La indiferencia de Andrés Manuel me recuerda a Maria Antonieta, reina de Francia, quien, cuando le dijero que el pueblo tenía hambre, les respondió: “¡Pues que coman pasteles!”. En el cielo todo se apunta y cobra achicharrando por toda una Eternidad. Que el presidente no olvide que cualquier madre se opondrá a un gobierno que condena a sus hijos a sufrir de hambruna por políticas irresponsbles y estúpidas.
