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MUNDO

Consecuencias económicas del conflicto en Israel

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Opinión, por Violeta Moreno //

Si bien muchos de nosotros entendemos que el conflicto armado de Israel y Palestina es un problema muy añejo, de décadas y tal vez siglos, no tiene una fácil solución final, el ataque sorpresivo del grupo extremista Hamás en fechas judías similares a la Navidad cristiana, como lo es el Sukkot que se celebra justo después del Yom Kipur en el mes Tishrei del calendario judío.

Y justo en el shabbat, que es el día de descanso religioso judío, se dan los ataques sobre todo a civiles en la frontera sur de Israel. Lo que detona otro conflicto armado en el mundo en un momento económico delicado para todos.

¿Qué repercusiones nos trae este nuevo conflicto armado para la economía mundial? Este ataque sorpresivo, según mediciones del Banco Mundial, no tendrá repercusiones tan catastróficas como el conflicto de Rusia y Ucrania que afecta al sector alimentario, ya que estos dos países están entre los principales graneros del mundo, y Ucrania es uno de los principales productores de urea, fundamental para la agricultura en general.

También Rusia es uno de los principales proveedores de metales del mundo, y por su parte Ucrania es uno de los principales productores de aluminio, platino y paladio, Rusia es de los principales productores de energéticos para Europa y toda la región. Lo que ha provocado que sea una guerra que golpea de fuerte manera a toda la economía mundial a gran escala. 

En cambio, el conflicto de Israel y Palestina es un poco menos global en las afectaciones económicas subyacentes, incluso Janet Yellen, secretaria del tesoro en Estados Unidos, hace unos días comentó que si bien todo el mundo considera que está atento al conflicto y sus resultados en todos los aspectos, no se esperan justamente lo mencionado, grandes impactos económicos arrojados por este conflicto en especial dentro de la economía global. 

Ha habido algunos impactos positivos en las acciones bursátiles de compañías armamentistas y se seguridad justo al inicio de este conflicto. Cayó un poco el precio del petróleo, pero en general en las bolsas de valores no se han visto muy afectadas, por ejemplo, este martes pasado Wall Street tuvo un repunte en sus ganancias en la mayor parte de los sectores empresariales. 

Un efecto que podría depender mucho de la duración del conflicto es algún repunte en el precio del gas natural ya que un gran yacimiento que se encuentra en las costas israelíes, fue cerrado por el conflicto lo que hará más escaso al producto que ya se venía sufriendo con el conflicto en Ucrania. 

Otra posible huella a corto y mediano plazo que se puede dar es, según Pierre – Olivier Gourinchas, el economista en jefe del Fondo Monetario Internacional-, que es posible en el ya muy afectado concierto mundial, por el COVID y la guerra en Ucrania, y los diferentes impactos climáticos, son en las materias primas, que podrían verse más afectadas por este nuevo enfrentamiento, lo que representa un riesgo grave tanto para las perspectivas inflacionarias como para las proyecciones del crecimiento mundial. 

Aunque pudiéramos ver que este conflicto sorpresa en Medio Oriente, no arroja grandes o profundas afecciones a la economía global, como tal vez muchos hubiéramos pensado, sí es importante decir que la actual situación post pandemia y en medio de una guerra moderna, como lo es la de Ucrania, sí nos lleva a una situación todavía más precaria en algunos temas y más vulnerable en otros.

Hay una economía débil a la que se suma otro factor de riesgo para estar monitoreando de cerca para que todos los países en su conjunto puedan responder en la medida de lo posible y atenuar las posibles consecuencias y resultados de un conflicto internacional más, que debe sumarse al convulsionado mundo actual.

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MUNDO

La trampa de la desinformación: El canto de las sirenas digitales

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En La Odisea de Homero, Ulises nos deja una lección que, siglos después, sigue siendo asombrosamente actual. Durante su travesía de regreso a Ítaca, Ulises y su tripulación enfrentan el peligro de las sirenas, criaturas que con sus voces irresistibles atraen a los navegantes hacia un destino fatal.

La solución de Ulises no fue intentar silenciar el canto de las sirenas, sino prepararse para resistirlo. Se hizo atar al mástil de su barco, mientras su tripulación, con los oídos bloqueados por cera, continuaba remando. Ulises pudo escuchar el canto sin sucumbir a su seducción, y así evitó el naufragio.

Hoy, en nuestra era digital, las sirenas han adoptado nuevas formas. Sus cantos no provienen de islas remotas, sino de las pantallas de nuestros dispositivos, en forma de fake news y desinformación. La promesa sigue siendo la misma: verdades ocultas, revelaciones sorprendentes, un conocimiento especial al que pocos tienen acceso. Y al igual que en la mitología, la seducción de este canto puede ser devastadora, no solo para quienes lo escuchan, sino para sociedades enteras que se enfrentan a un naufragio colectivo en el mar de la mentira.

El atractivo de las noticias falsas no es casual. La desinformación es diseñada cuidadosamente para captar nuestra atención, provocar una reacción emocional y, sobre todo, para ser compartida. Las redes sociales han amplificado este fenómeno, convirtiéndolo en una epidemia global. Un titular alarmante, una imagen manipulada o una narrativa conspirativa tienen el poder de viajar más rápido que la verdad.

Esto no es solo una observación anecdótica; un estudio publicado en Science demostró que las noticias falsas se comparten con mayor rapidez y alcance que las verdaderas. Esto ocurre porque las mentiras suelen ser más novedosas, impactantes y emocionales, mientras que la verdad, con su carácter sobrio y a menudo complejo, carece del mismo atractivo inmediato.

El problema de la desinformación no es nuevo, pero en el mundo hiperconectado en el que vivimos, sus efectos son más visibles y peligrosos. Hemos visto cómo las fake news han influido en procesos electorales, como las elecciones presidenciales en Estados Unidos en 2016 y 2020, donde las teorías conspirativas y las mentiras deliberadas no solo polarizaron a la sociedad, sino que incluso llevaron al asalto al Capitolio. Las sirenas digitales cantaron con fuerza, y muchos sucumbieron al encanto de un relato que ofrecía certezas simples en medio de un panorama complejo.

El impacto de la desinformación también se hizo evidente durante la pandemia de COVID-19. Desde teorías absurdas que vinculaban las vacunas con microchips, hasta remedios caseros sin fundamento que prometían curas milagrosas, la desinformación costó vidas. Lo más alarmante es que muchas de estas narrativas no surgieron de la ignorancia, sino de estrategias deliberadas para desviar la atención, sembrar desconfianza en las instituciones y dividir a las comunidades. La pandemia nos mostró que la desinformación no es solo un problema de percepción o debate; tiene consecuencias tangibles, letales incluso.

En este contexto, las redes sociales han jugado un papel crucial. Plataformas como Facebook, Twitter (ahora X) y TikTok se han convertido en los nuevos escenarios donde las sirenas digitales despliegan su canto. Su modelo de negocio, basado en maximizar la atención del usuario a través de algoritmos, ha demostrado ser terreno fértil para la propagación de desinformación. Cuanto más polémico o impactante sea el contenido, mayor será su alcance, y con ello, mayor será el beneficio económico para las plataformas. Así, la verdad queda relegada mientras el ecosistema digital premia la mentira.

No obstante, culpar únicamente a las plataformas sería simplista. La desinformación encuentra eco porque apela a nuestras emociones más básicas: el miedo, la ira, la indignación. Somos, en muchos sentidos, cómplices involuntarios. Compartimos noticias sin verificarlas, reaccionamos impulsivamente ante titulares llamativos y, al hacerlo, nos convertimos en eslabones de la cadena que perpetúa las mentiras. En un mundo donde la información viaja a la velocidad de un clic, la responsabilidad individual se vuelve más crucial que nunca.

¿Qué podemos aprender de Ulises para enfrentar este problema? Su estrategia nos ofrece una metáfora poderosa. En primer lugar, reconoció el peligro. No subestimó a las sirenas ni confió en su capacidad para resistirlas sin preparación. Esto es algo que debemos adoptar como sociedad: aceptar que todos somos vulnerables a la desinformación y que combatirla requiere un esfuerzo deliberado.

La cera en los oídos de la tripulación podría interpretarse como el pensamiento crítico y la alfabetización mediática, herramientas esenciales para navegar el mar de la información. Sin embargo, estas herramientas deben ser accesibles para todos. La educación en medios y la capacidad de distinguir entre fuentes confiables y dudosas deberían ser prioridades en nuestras políticas educativas.

El mástil al que Ulises se ató representa un compromiso con la verdad. Como ciudadanos, necesitamos construir ese mástil a través del fortalecimiento de los medios independientes, el apoyo al periodismo ético y la promoción de un diálogo público basado en hechos. Sin embargo, este compromiso también debe extenderse a las plataformas digitales, que tienen la responsabilidad de regular el contenido que difunden y de priorizar la veracidad sobre la viralidad.

La lucha contra la desinformación no será fácil. Las sirenas digitales seguirán cantando, perfeccionando su melodía para seducirnos. Pero como en el mito de Ulises, el objetivo no es silenciarlas, sino aprender a resistirlas. Esto requiere un esfuerzo colectivo, un compromiso con la verdad y la disposición para enfrentar la complejidad de los problemas en lugar de sucumbir a soluciones simplistas.

El naufragio que enfrentamos no es inevitable. Si algo nos enseña la historia de Ulises es que, con previsión y determinación, podemos superar incluso los desafíos más seductores. Pero el tiempo apremia. Cada día que permitimos que las fake news se propaguen sin control, cada vez que compartimos un contenido sin verificarlo, nos alejamos más de la verdad y nos acercamos al caos.

Hoy, más que nunca, necesitamos líderes que, como Ulises, tengan la valentía de enfrentar el canto de las sirenas sin perder el rumbo. Necesitamos ciudadanos dispuestos a remar contra la corriente, conscientes de que la verdad no siempre es atractiva, pero es imprescindible. Y necesitamos un compromiso colectivo para construir un mástil lo suficientemente fuerte como para resistir las tormentas de la desinformación. Porque, al final, nuestra travesía depende de ello.

 

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MUNDO

Participación de México en la cumbre del G20: Claudia Sheinbaum, una presidenta de clase mundial

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Opinión, por Pedro Vargas Ávalos //

México acrecentó su presencia en nivel internacional el pasado lunes 18 de noviembre, cuando la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo (CSP), participó brillantemente en el Grupo de los 20 -G20- la junta multilateral más importante sobre economía en el mundo.

Ese foro intergubernamental especializado en coordinación económica y financiera mundial tiene repercusión en temas de variada naturaleza, entre otros tópicos además de lo económico. En efecto, sus acuerdos inciden en el ámbito ambiental, político, migratorio, social y de lucha contra diversas desigualdades que flagelan a la humanidad. Así pues, todas sus acciones tienen como objetivo contribuir al logro de soluciones para resolver o al menos atenuar los rompecabezas más agudos de la problemática intercontinental.

El G20 es el escenario donde se reúnen -anualmente- las economías que representan al 85% del Producto Interno Bruto (PIB) del mundo, el 80% de la inversión, el 75% del comercio mundial y el 66% de la población mundial. También asisten instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización Internacional del Trabajo”, entre otras. (Lidia Arista, Expansión Política, 18-XI-2024).

En su periodo presidencial, Andrés Manuel López Obrador salió muy poco y el excanciller Marcelo Ebrard, lo representó en diversos eventos internacionales y sobre todo en las ediciones de la Cumbre del G20; y el papel de Ebrard fue más que bueno, pero no era el mandatario nacional, lo cual marca gran diferencia. Ahora que se convocó al G20 para dialogar los días 18 y 19 de este mes de noviembre en Río de Janeiro, Brasil, nuestra flamante primera magistrada acudió y su participación fue excelente.

Desde su salida de la capital azteca, la abanderada de México dio muestras de que lo que pregona lo practica; de esa manera, dejando atrás el fausto y derroche de los exgobernantes nacionales anteriores al 2018, cuyos viajes costaban al país verdaderas fortunas, ella, ceñida a la austeridad republicana que sostiene, abordó aeronave comercial y con escala en Panamá, que solo costó catorce mil pesos, arribó a la bulliciosa sede del cónclave de los 20.

Al día siguiente, en primera plana, la prensa publicó que en la Cumbre del G20, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo destacó que México es un país de democracia y libertades, presentando palmariamente la reforma judicial que permitirá la elección popular de jueces, magistrados y ministros de la SCJN en 2025, lo que es un parteaguas en tal materia en todo el orbe. (24 Horas, La Razón, Reporte Índigo, El Financiero, etc.). Al respecto hemos de anotar que también enalteció las reformas sobre pueblos indígenas y afroamericanos, así como la igualdad integral entre mujeres y hombres.

Las primeras planas de diarios como Reforma, El Universal, El Economista, La Jornada, El Heraldo y La Crónica informaron sobre la participación de la presidenta, enfatizando la propuesta de emplear el uno por ciento del gasto militar global para abatir la pobreza y redoblar la reforestación; en este sentido, Milenio, Excélsior y Diario de México destacaron las coincidencias de cooperación entre Sheinbaum, el canadiense Trudeau y el estadounidense Joe Biden, en temas migratorios y de seguridad.

Nuestro vecino yanki, el presidente Biden, “expresó sus felicitaciones por su reciente elección y reafirmó el compromiso de Estados Unidos de construir una América del Norte próspera con empleos bien remunerados», según afirmó un comunicado de la Casa Blanca. En su diálogo con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ambos mandatarios coincidieron con el buen resultado del Tratado Comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) para la región de América del Norte. Aunado a que conversaron sobre la buena relación que hay entre los pueblos de ambas naciones y sus gobiernos.

En reunión con el presidente de China, Xi Jinping, agradeció el apoyo de este país en la recuperación de Acapulco a través de la producción y entrega de enseres domésticos, tras las afectaciones que sufrió dicho municipio por fenómenos meteorológicos. Con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, acordaron cooperar en temas de agua, salud e infraestructura, así como impulsar desde ambas naciones la igualdad de género. Con el primer ministro de Vietnam, Pham Minh Chinh, la jefa del Ejecutivo Federal acordó estrechar la relación cultural con el pueblo vietnamita.

Como el tiempo es oro, Sheinbaum conversó y afirmó la relación de nuestra patria con los grandes países sudamericanos, distinguidos por tener los líderes progresistas de América Latina, Brasil, Colombia y Chile, consolidando la unión de estos países fraternos. Pero no dejó de hablar también con los miembros de MIKTA, la comunidad que México forma con Indonesia, República de Corea, Turquía y Australia.

La reportera de La Jornada, Alma Muñoz, hizo el mismo día 19 una excelente relatoría de la actuación de esta científica ahora Presidenta de la República: “Frente a los lideres de las principales economías del planeta, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo propuso establecer un fondo al que se destine «uno por ciento del gasto militar de nuestros países», equivalente a unos 24 mil millones de dólares al año, para replicar a nivel mundial el programa Sembrando Vida, esquema emblema de la Cuarta Transformación en México, y convertirlo en el plan de reforestación más grande de la historia a escala mundial. Con ello, mitigar el calentamiento global y restaurar el tejido social, «ayudando a las comunidades salir de la pobreza».

Ese fondo que representa 12 veces más de lo que México destina a ese programa sería para apoyar a 6 millones de sembradores de árboles que «reforestarían 15 millones de hectáreas, algo así como cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la de Guatemala, Belice y el Salvador juntos, o 30 por ciento de la de Suecia», planteó la presidenta al participar por primera vez en la cumbre del G-20. La propuesta es «dejar de sembrar guerras; sembremos paz y vida», sostuvo la mandataria mexicana, flanqueada durante su exposición por el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron. Atrás de ella estaba el secretario de Estado estadunidense, Antony Blinken.

Y a dos sillas de su lugar, apenas separada por Macron, el mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, quien usó traductor para escuchar el mensaje de su par mexicana. En la misma sesión se encontraba el presidente de China, Xi Jinping, y una delegación de Rusia, tres países que, de acuerdo con el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo, forman parte de las 10 naciones que más gastaron en armas en 2023”.

Singulares fueron las frases y reflexiones que con certeza manifestó la distinguida mexicana quien dignamente enarbola nuestro emblema nacional, ante un foro de inigualable importancia. Allí les dijo: “¿Qué está pasando en nuestro mundo que en tan solo dos años el gasto en armas creció casi el triple que la economía mundial? ¿Cómo es que la economía de la destrucción alcanzó un gasto de 224 billones de dólares? ¿Cómo es que 700 millones de personas en el mundo aún viven en pobreza extrema?

Como taladrante instrumento, prosiguió CSP: “Resulta absurdo, sinsentido, que haya más gasto en armas que atender la pobreza o el cambio climático. Reduciríamos migración, el hambre, si tan solo elevamos la palabra “amor” por encima del odio; la generosidad de la persona humilde y desposeída, por encima de la avaricia y el deseo de dominación. Me niego a pensar que somos capaces de crear la inteligencia artificial e incapaces de dar la mano al que se quedó atrás”.

Luego, les recordó a quienes representa y por quienes habla: “Vengo a nombre de un pueblo, generoso, solidario y sabio, a hacer un llamado a las grandes naciones a construir y no a destruir; a forjar la paz, la fraternidad y la igualdad. Llámenos “idealistas”, pero lo prefiero, a ser conformistas”. Y tras plantear los remedios concretos que ayudarían al desarrollo de los pueblos más necesitados, les subrayó a sus atentos oyentes que se decidieran a dejar de sembrar guerras, para en su lugar sustentar la paz, cosechar prosperidad y enaltecer la vida.

Y así, Claudia Sheinbaum Pardo, científica, ama de casa, política orgullosamente mexicana, demostró que es una presidenta con talla de figura mundial.

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El nacionalismo de Donald Trump: ¿Una solución o un riesgo?

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Opinión, por Samantha Contreras Guerrero //

La victoria de Donald Trump, basada en un mensaje de fuerte nacionalismo, marca un cambio que impactará tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Sus promesas de traer empleos de vuelta y proteger la economía estadounidense responden al descontento de muchos de sus votantes.

Su idea de “América Primero” busca hacer que Estados Unidos sea más independiente y fuerte, pero en un mundo tan conectado, esta visión enfrenta muchos retos y posibles problemas.

Para los estadounidenses, en un mercado donde casi todo se produce a través de cadenas internacionales, enfocarse en lo nacional podría hacer que los precios aumenten y haya menos opciones para los consumidores. Este tipo de enfoque proteccionista no solo implica costos altos para las empresas, sino que podría dar una falsa idea de seguridad económica, ya que el crecimiento estaría limitado solo al mercado interno, dejando de lado oportunidades con otros países.

En el ámbito internacional, el enfoque nacionalista de Estados Unidos genera preocupación entre sus aliados. Países como México, que dependen en gran medida del comercio y la inversión estadounidense, ven en riesgo la posibilidad de mantener relaciones estables e igualitarias.

El decremento en sectores como el nearshoring —donde América Latina ha visto una oportunidad de crecimiento— podrían ser afectados con este tipo de políticas. Además, al alejarse de acuerdos internacionales, Estados Unidos podría debilitar el sistema de cooperación global, necesario para enfrentar problemas complejos como el conflicto en Oriente Medio o la crisis climática.

La gran pregunta es si este regreso al proteccionismo es una solución real a los problemas económicos actuales. La inflación y la desigualdad están en aumento en todo el mundo, y Estados Unidos no es la excepción. En lugar de cerrarse, podría beneficiarse de una política que tome en cuenta las necesidades de todos sus sectores, buscando reducir las diferencias internas como la acumulación de riquezas, sin renunciar a los beneficios del comercio global.

El nacionalismo de Trump es una reacción a los problemas de un sistema económico que ha dejado atrás a muchas personas en Estados Unidos. Sin embargo, en un mundo hiperconectado, el aislamiento no puede evitar generar preocupación. Aunque la intención de proteger a los ciudadanos es válida, esta ideología corre el riesgo de afectar a largo plazo a aquellos mismos sectores que busca ayudar, reduciendo la capacidad de Estados Unidos para influir y crecer en la economía global.

E-mail: samcg2002@gmail.com

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