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JALISCO

Pablo ahora tendrá que hacerle al cirujano político: ¿Nacimiento del lemusismo y caída del alfarismo?

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Crónicas de Pacheco, por Daniel Emilio Pacheco //

La sesión del Ayuntamiento de Guadalajara no había estado tan cargada de tensiones, en ésta administración, como aquel jueves, con rostros divididos en el seno de Movimiento Ciudadano. La plaza liberada por Enrique Alfaro en su “retiro voluntario” de la política electoral ya tenía un nuevo inquilino, Pablo Lemus. Si su alegría fuera un estandarte, estaría flameando alto y orgulloso en lo alto del Palacio Municipal.

Pablo Lemus, el alcalde de Guadalajara con licencia, podría caminar como en un desfile de triunfo hacia la candidatura naranja al gobierno del estado. Su rostro y el de su equipo irradiaban felicidad; excepto el de Roberto Delgadillo que no fue investido de regidor sustituto de Lemus y se veía serio, contrariado al abandonar el Palacio municipal.

Pero en el equipo alfarista, los semblantes eran tan sombríos como la noche que engulle a la Perla Tapatía al atardecer. Los principales líderes —Verónica Delgadillo, Mirza Flores, Clemente Castañeda, Alberto Esquer y Salvador Zamora— fueron un coro de silencio, evitando la típica algarabía digital que suele acompañar a los registros políticos, le hacen el feo al señor Lemus. Le han dado la espalda, como quien desprecia un trago agrio, permitiendo que sus silencios hablen por ellos. ¿Será suficiente para Lemus esta atmósfera de repudio taciturno para que entienda su situación?

Mientras, en las catacumbas del poder, el líder sindical Leonardo Cisneros y sus lacayos se muestran más activos y serviles que hormiga en azucarera, aupando a Lemus como si fuera el mesías naranja. ¿Le deben algún favor? ¿O acaso ven en él al futuro mandamás? Lo cierto es que nadie se quiere quedar sin un pedazo del pastel… Como Martha Elia en su enfrentamiento con Pablo Lemus desde que fuera presidente municipal de Zapopan

La primera tarea de Lemus será actuar como un cirujano político, cosiendo las heridas abiertas en la estructura naranja. Algunos me decían el jueves pasado que, la verdadera batalla será este lunes, día de su registro oficial en la Ciudad de México. Este, será el termómetro para medir la temperatura de los ánimos.

Ramírez Salcido, o «Paco», como le dicen los que saben qué hace ocho años jugó de comparsa para Enrique Alfaro, se viste de interino. El caballero, apadrinado por Salvador Caro, cobra con interés una deuda que tenía el aroma de un buen tequila añejo. Le llegó su Navidad, y lo hará al ritmo de la danza política tapatía.

Un gesto de agradecimiento de Alfaro hacia Paco Ramírez, quizá, pero también una jugada maestra de Salvador Caro.

La trama se torna cada vez más intrincada, y los emecistas de todos los frentes se preparan para una danza política que promete ser todo menos aburrida. ¿Qué sucedería si el triunfalismo lemusista colisiona con la pasividad alfarista?

Lo seguro es que los liderazgos en ascenso, aquellos que habían oscilado entre la búsqueda de un «hueso político» y el rechazo del mismo, ahora tienen una visión clara del botín a disputar en 2024. La mesa está servida, los jugadores preparados y el destino de Jalisco pende de un delicado hilo naranja.

La operación cicatriz ha comenzado, y los primeros cortes ya se han hecho. Ahora, cada puntada que dé Lemus en su camino hacia la candidatura será escrutada no solo por los ojos de sus aliados, sino por todo Jalisco. Solo el tiempo dirá si las cicatrices se cerrarán a tiempo para la batalla electoral que se avecina.

ENRIQUE ALFARO

Ah, queridos lectores, el teatro político de Jalisco nos ofrece hoy un acto de tragedia, o quizás de comedia, protagonizado por Enrique Alfaro. En sus días de gloria, este hombre prometía una refundación estatal que transformaría la vida de los jaliscienses. Pero sus promesas se quedaron en el aire, como globos desinflados en una fiesta olvidada.

Enrique Alfaro es un político que se postula como el baluarte del cambio, pero que cambia solo su propia fortuna. Alfaro soñó con la silla presidencial, con marcar su nombre en la historia estatal, con ser el orquestador de una nueva era. Pero como sabemos, los sueños se desvanecen ante la cruda luz de la realidad.

Atrás quedaron sus proyectos ambiciosos: la Refundación de Jalisco, una nueva Constitución estatal y hasta una silla presidencial que ahora parece tan lejana como un espejismo.

La crisis de desaparecidos en Jalisco. Esa mancha en la administración de Alfaro se ha convertido en un lastre que no permite que su barco político zarpe hacia horizontes más favorables. Para un hombre que buscaba cambiar la historia, es irónico que termine siendo un pasaje oscuro de la misma.

Ismael del Toro se baja del ring y entra Pablo Lemus, movimientos estratégicos que denotan un cambio de rumbo en el alfarismo. ¿Estrategia o necesidad? La llegada de Lemus a la alcaldía de Guadalajara no es un mero hecho aislado; es un síntoma de que el control que Alfaro aspiraba tener sobre Jalisco se está resquebrajando como un cristal golpeado.

El declive del alfarismo es más palpable con la renuncia de sus «cartas fuertes» a la gubernatura. ¿Dónde están ahora Clemente Castañeda, Alberto Esquer, Salvador Zamora y Verónica Delgadillo? Sus renuncias cantan más que una ópera de despedida.

¿Y qué hay de Dante Delgado, el hombre que mueve los hilos en Movimiento Ciudadano? El dueño del circo ha decidido quién será el próximo payaso estrella, y definitivamente no es Alfaro.

El hombre que quiso controlarlo todo se encuentra al final controlado por las circunstancias, las decisiones mal calculadas y las ambiciones truncadas.

En el caso de Alfaro, los resultados políticos trazan una línea descendente que no se dirige hacia el poder, sino a un rincón de la historia política de Jalisco donde se cuentan más fracasos que triunfos, más escándalos que resultados a presumir.

Así, Enrique Alfaro, el hombre que soñó con ser rey, se va convirtiéndose en un mero espectador de su propia derrota. A la política, como a la vida, no se le pueden hacer demasiadas promesas; eventualmente, ambas pasan la factura.

Ah, el baile del poder, siempre tan complejo, siempre tan impredecible. ¿Será Pablo Lemus el que consiga armonizar la melodía o será el autor de una cacofonía política?

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