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MUNDO

La inminente intervención internacional: Desgarrando el silencio, el conflicto Israel-Gaza

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A título personal, por Armando Morquecho Camacho //

En las entrelazadas páginas de la historia moderna, el conflicto perenne entre Israel y Gaza emerge como una cicatriz que no cesa de sangrar. No es sólo un choque territorial; es un despliegue crudo de sufrimiento y desesperación que ha atrapado a generaciones en un ciclo interminable de violencia.

Desde la creación de Israel en 1948, la región ha sido testigo de tensiones territoriales, desplazamientos y una lucha continua por la autodeterminación. La Franja de Gaza, con su densidad poblacional y limitados recursos, se encuentra en el epicentro de este conflicto. Sus habitantes, compuestos en su mayoría por refugiados palestinos, han sufrido las consecuencias de décadas de ocupación, con la tierra, el agua y la libertad de movimiento siendo restringidos de manera sistemática.

En los últimos años, la violencia ha alcanzado niveles críticos. Los ataques aéreos, bombardeos indiscriminados y enfrentamientos terrestres han transformado a Gaza en un campo de batalla, donde la población civil queda atrapada entre las maquinarias militares y las ruinas de sus hogares. Las atrocidades documentadas son escalofriantes, con informes que detallan el uso excesivo de la fuerza, ataques a infraestructuras civiles y pérdida de vidas inocentes, incluyendo mujeres y niños.

Esta violencia ha dejado a la Franja de Gaza en un estado de emergencia humanitaria. Los hospitales, ya abrumados por la falta de recursos y personal, ahora enfrentan una avalancha de heridos. Las escuelas, que deberían ser refugios seguros para los niños, han sido blanco de ataques, destruyendo las esperanzas de educación y estabilidad. Las condiciones de vida han llegado a un punto crítico, con la escasez de alimentos, agua potable y servicios básicos elevando el sufrimiento a niveles inhumanos.

El desplazamiento forzado se ha vuelto moneda corriente. Familias enteras, en busca de seguridad, huyen de sus hogares sólo para encontrarse con condiciones igualmente precarias en los refugios temporales. Este éxodo masivo no sólo representa la pérdida física de hogares, sino que también deja cicatrices emocionales profundas, especialmente en los niños que han sido testigos de la violencia y la destrucción.

El silencio internacional frente a estas atrocidades resuena como una complicidad vergonzosa. La falta de una respuesta unificada ha permitido la impunidad y ha contribuido a la perpetuación del conflicto. La equidad y la justicia, fundamentales para cualquier resolución sostenible, han sido desplazadas por el pragmatismo político y las relaciones internacionales complejas.

La creación de un diálogo directo entre las partes involucradas es esencial. La comunidad internacional debe desempeñar un papel facilitador, proporcionando un espacio seguro donde ambas partes puedan expresar sus preocupaciones y aspiraciones. Este diálogo no solo debe abordar las cuestiones territoriales, sino también las preocupaciones humanitarias y los derechos fundamentales de la población.

Además de detener la violencia, la comunidad internacional debe comprometerse con la reconstrucción y el desarrollo sostenible de la región. La ayuda humanitaria inmediata es crucial, pero también lo es la inversión a largo plazo en infraestructuras, educación y desarrollo económico. Este enfoque integral no sólo alivia el sufrimiento inmediato, sino que también establece las bases para una paz duradera.

De esta manera, la intervención internacional no es solo una opción ética, sino una necesidad apremiante, ya que tal y como señala el autor Israelí, Yuval Noah Harari, el silencio no es imparcialidad, sino una muestra de apoyo al estatus quo, y en este preciso contexto, el silencio solo perpetuará el sufrimiento. Es fundamental que la comunidad internacional ejerza una presión concertada sobre las partes involucradas para un alto el fuego sostenible y, más allá de eso, para comprometerse en un diálogo profundo y sostenido.

Por esta razón, la puntual y concreta intervención de la comunidad internacional, se erige como una imperativa moral. La comunidad internacional no puede permitirse ser un espectador pasivo mientras el sufrimiento persiste, y como consecuencia de ello, la condena unificada debe ir acompañada de acciones tangibles, empezando por un alto el fuego, aunque esencial, es solo el primer paso, ya que en el fondo, se necesita un compromiso continuo para abordar las causas fundamentales del conflicto.

En el desgarrador escenario que pinta el conflicto entre Israel y Gaza, la intervención internacional se perfila como la única senda hacia la redención de generaciones atrapadas en un ciclo ininterrumpido de sufrimiento.

Es imperativo que la comunidad internacional abandone la pasividad y se involucre con determinación, actuando como mediador imparcial y agente de cambio. La construcción de un diálogo genuino entre Israel y Gaza, respaldado por un compromiso sostenible, se presenta como el antídoto necesario para detener la espiral de violencia.

Más allá de la cesación de hostilidades, la reconstrucción y el desarrollo sostenible emergen como pilares fundamentales para consolidar la paz. La comunidad internacional debe comprometerse a largo plazo, no solo para aliviar el sufrimiento inmediato, sino para crear las bases de una coexistencia pacífica y próspera.

En este momento crítico, la obligación moral que pesa sobre la humanidad va más allá de las fronteras trazadas en mapas y de las afiliaciones políticas. Exige una introspección colectiva que nos lleve a reconocer nuestra conexión compartida como seres humanos, más allá de las diferencias culturales o históricas que nos han dividido. La tragedia en Israel y Gaza es un recordatorio contundente de que, como habitantes de un mismo planeta, estamos interconectados en nuestra experiencia de alegrías y sufrimientos.

Trascender las divisiones políticas implica superar las barreras que perpetúan la hostilidad, reconociendo la humanidad en el otro. No se trata simplemente de negociaciones diplomáticas, sino de un cambio de mentalidad a nivel global, donde se priorice la empatía sobre la indiferencia. En este nuevo paradigma, la resolución de conflictos se moldea no solo mediante tratados y acuerdos, sino a través de un entendimiento profundo y compartido de nuestra responsabilidad colectiva hacia la paz.

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JALISCO

Lleva Ballet Folclórico de Guadalajara cultura y tradición a Estados Unidos

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– Por Mario Ávila

El Ballet Folclórico de Guadalajara se presentó en el Rosemont Theatre de Chicago, en el evento estelar de la Segunda Ruta de la Gira Internacional 2025, México en el Corazón.

Los bailarines tapatíos compartieron escenario con el Mariachi Estelar de México en el Corazón y la Banda Orquesta Colores, y presentaron estampas, música y canciones de Guanajuato, Yucatán y Jalisco ante los más de 4 mil 400 asistentes.

Este espectáculo se realiza anualmente e incluye al Mariachi Estelar como uno de sus principales artistas, junto con el Ballet Folclórico Guadalajara y la Banda Orquesta Colores.

Participaron en el evento Sergio Suárez, presidente de NAIMA (North American Institute for Mexican Advancement); Ron Serpico, alcalde de Melrose Park; Susana Mendoza de Illinois Comptroller; Reyna Torres, cónsul general de México en Chicago; Andrea Blanco, coordinadora del Gabinete Social del Gobierno de Jalisco; y Manuel Romo, secretario de Gobierno del Gobierno de Guadalajara.

Esta es la segunda parada de la ruta de México en el corazón, la primera fue en la Ciudad de Sioux City, en Iowa en donde se presentó por primera vez, y más de mil personas asistieron a disfrutar de este espectáculo.

La gira continuará por el Medio Oeste, Sur y la Costa Este de los Estados Unidos.

Para fechas y ciudades entrar en este sitio web: http://www.mexicoenelcorazon.org

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CARTÓN POLÍTICO

Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»

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Lectores en teléfono celular: Para una mejor lectura online, girar a la posición horizontal.

Edición 805: Entrevista a Mirza Flores: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»

LAS CINCO PRINCIPALES:

Los retos de Mirza Flores como líder de MC: «La silla del poder es prestada; no olvidemos de dónde venimos»

Arranca el Sistema Estatal de Participación Ciudadana en Jalisco

95 aniversario del natalicio de Porfirio Cortés Silva: Deja legado de política, amistad y generosidad

La disputa del agua entre Jalisco y Guanajuato: Debe ser un reparto justo, no uno político, Arturo Gleason

La corrupción urbanística: Valle de los Molinos y Colomos III

 

 

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MUNDO

La tradición del saqueo: Naturaleza depredadora del poder imperial

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– Actualidad, por Alberto Gómez R.

(Parte 1) A lo largo de la historia de la humanidad, el poder económico de los grandes imperios se ha construido frecuentemente sobre pilares tan sombríos como la guerra, el saqueo sistemático y el sometimiento de pueblos enteros.

Este patrón de comportamiento, visible desde los primeros imperios de la antigüedad hasta las potencias contemporáneas, revela una lógica de acumulación basada en la extracción violenta de recursos más que en la productividad o la innovación endógena.

El historiador económico Douglas North, citado en uno de los documentos analizados, señalaba que los imperios antiguos establecían sistemas burocráticos sofisticados que permitían la expropiación sistemática de excedentes de las regiones conquistadas.

En el mundo actual, Estados Unidos representa la última encarnación de este impulso imperial, aunque sus métodos hayan evolucionado hacia formas más sofisticadas de dominación económica y militar.

Como se advierte en el panorama actual, esta potencia estaría experimentando un rápido declive relativo en el escenario global, lo que intensificaría sus comportamientos depredadores hacia naciones ricas en recursos que se resisten a someterse a su hegemonía.

Venezuela, con las mayores reservas petroleras certificadas del planeta, se encontraría en la mira de este mecanismo de saqueo contemporáneo, al igual que lo estuvieron Irak, Libia y Siria en las últimas décadas, solo por citar algunos ejemplos.

LOS CIMIENTOS HISTÓRICOS DEL SAQUEO IMPERIAL

Los primeros grandes imperios de la historia establecieron las bases de lo que sería una larga tradición de explotación económica mediante la conquista. En Mesopotamia, Egipto, China y la India, surgieron estructuras estatales centralizadas que «legislaban, impartían justicia y ejecutaban sobre un extenso territorio que agrupaba a muchas ciudades» (eumed.net).

Estos imperios perfeccionaron sistemas de extracción de riqueza mediante tributos, esclavitud y control de las rutas comerciales.

El Imperio de Alejandro Magno ofrece un ejemplo temprano de cómo la conquista militar servía como vehículo para la acumulación de riqueza. Como se describe en los documentos, Alejandro y sus falanges macedonias conquistaron todo el Imperio persa en tan sólo ocho años, apoderándose de inmensos tesoros y estableciendo un sistema de control sobre territorios que se extendían hasta la India. Patrón similar exhibiría el Imperio Romano, que transformó el Mediterráneo en su «Mare nostrum» y extrajo recursos de todos los territorios conquistados, desde las minas de plata hispanas hasta los graneros egipcios.

Con la era de los descubrimientos, las potencias europeas perfeccionaron el arte del saqueo imperial a escala global. España y Portugal inauguraron lo que podría considerarse el primer «imperio global» de la historia: «por primera vez un imperio abarcaba posesiones en todos los continentes del mundo» (eumed.net).

El flujo de metales preciosos desde América hacia Europa financió las guerras y el desarrollo económico europeo durante siglos, a costa del exterminio y la explotación de poblaciones indígenas.

El Imperio británico llevaría este modelo a su máxima expresión, estableciendo una red global de colonias y territorios controlados que proveían de recursos naturales y mercados cautivos a la metrópoli. El comercio de esclavos, la extracción de recursos en condiciones de cuasi-esclavitud y la destrucción de industrias locales competitivas fueron algunas de las estrategias empleadas para consolidar su hegemonía económica.

ESTADOS UNIDOS, LA SUPERPOTENCIA DEPREDADORA

Estados Unidos emergió como potencia global practicando una versión modernizada del juego imperial tradicional. Bajo la Doctrina Monroe y su corolario Roosevelt, se autoproclamó potencia hegemónica en América Latina y el Caribe, interviniendo militarmente en múltiples ocasiones para proteger sus intereses económicos. La diplomacia de las cañoneras y las intervenciones directas aseguraban el acceso a mercados, recursos y rutas comerciales estratégicas.

Tras la Segunda Guerra Mundial, con las potencias europeas debilitadas, Estados Unidos ascendió a la condición de superpotencia global, rol que se consolidaría tras el colapso de la Unión Soviética.

Como se señala en uno de los documentos, «después de que se desintegrase la Unión Soviética a principios de 1990, Estados Unidos quedó como la única superpotencia restante de la Guerra Fría». Esta posición hegemónica le permitió moldear las instituciones internacionales a su medida y establecer un sistema económico global que privilegiara sus intereses.

La economía estadounidense se ha vuelto profundamente dependiente de lo que el presidente Eisenhower denominó el «complejo militar-industrial». Con un presupuesto militar que supera al de los siguientes diez países combinados, Estados Unidos ha convertido la guerra en un negocio extraordinariamente lucrativo para sus corporaciones de defensa.

Como se documenta en uno de los artículos revisados, la administración Biden ha solicitado al Congreso «842 mil millones de dólares para el Pentágono en el año presupuestario 2024», lo que representa «la solicitud más grande desde el pico de las guerras de Irak y Afganistán» (france24.com).

Este apetito insaciable por el gasto militar requiere enemigos externos y conflictos perpetuos, creando un círculo vicioso de intervencionismo que justifique tales desembolsos. Los resultados son visibles en las sucesivas guerras e intervenciones que han marcado las últimas décadas, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Irak, Libia y Siria.

EL SAQUEO CONTEMPORÁNEO

La invasión de Panamá en 1989 constituye un ejemplo paradigmático de cómo Estados Unidos utiliza pretextos para justificar intervenciones militares que persiguen objetivos geoeconómicos estratégicos. Como se documenta extensamente en varios de los materiales consultados, la llamada «Operación Causa Justa» fue oficialmente justificada como una medida necesaria para detener el narcotráfico y defender la democracia.

El general Manuel Antonio Noriega, quien había sido durante años un aliado útil para Washington y colaborador de la CIA, fue convertido de pronto en enemigo público número uno. Como se describe en los documentos, Noriega «había sido aliado clave de Estados Unidos durante el final de la Guerra Fría, trabajando como agente de la CIA, al tiempo que tejía vínculos con el narcotráfico» (elnacional.com). Cuando dejó de ser funcional a los intereses estadounidenses, fue acusado de narcotráfico y derrocado mediante una invasión militar que causó entre 500 y 4 mil víctimas panameñas, según distintas fuentes.

El verdadero objetivo de la invasión, sin embargo, habría sido asegurar el control estratégico del Canal de Panamá en vísperas de su traspaso completo a soberanía panameña, previsto para el año 2000 según los Tratados Torrijos-Carter de 1977. Como se señala en uno de los documentos, estos tratados «condicionaba la defensa del canal de manera conjunta, a través de un tratado adicional, dando la posibilidad de intervenir militarmente en Panamá si la operación del canal se viese comprometida».

La invasión aseguró que, aunque panameño en papel, el canal permaneciera bajo control efectivo estadounidense.

Continuará…

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